Hace cinco años, Elon Musk habló con sus inversores sobre la compra de SolarCity —la que por entonces era la principal empresa instaladora de paneles solares de EE UU— por parte de Tesla. «Soy bastante optimista sobre cómo resultará. Es muy transformador», dijo en una llamada con los analistas el día 1 de noviembre de 2016. «Ha sido muy bien recibido entre los consumidores», aseguraba Musk sobre el acuerdo estimado de 2.2 mil millones de dólares. Durante la misma llamada, rechazó las preocupaciones sobre el tambaleante estado financiero de la compañía. “Hay bastantes detractores en el frente financiero, como algunos de los grandes fondos de cobertura”, comentó el multimillonario y aseguró: «No veo ninguna posibilidad de que SolarCity vaya a la quiebra. Cero».
A pesar de sus palabras, el próximo 12 de julio, Musk tendrá que personarse en el Tribunal de Cancillería de Delaware (Estados Unidos) para defender el trato. Es el único acusado que queda en un caso presentado por los accionistas, que alegan que la compra de SolarCity fue un rescate de una empresa fundada por los primos de Musk, de la que él era el mayor inversor y el presidente. La demanda también acusó a la junta de Tesla de llevar un gobierno corporativo laxo. Los miembros de la junta, encabezados por la presidenta Robyn Denholm, llegaron a un acuerdo por 60 millones de dólares el año pasado, sin admitir culpa.
Sin embargo, Musk optó por defender la compra. Perder el caso podría costarle más de dos mil millones de dólares —el total de la adquisición—, lo que sería una de las resoluciones más grandes jamás tomadas contra un ejecutivo corporativo individual. Si bien empresas como Bank of America y BP sí se han enfrentado a indemnizaciones por daños de miles de millones por su papel en eventos como el colapso de la seguridad respaldada por hipotecas y el desastroso derrame de petróleo de Deepwater Horizon, los ejecutivos individuales rara vez son los únicos responsables de cantidades tan grandes.
Es el último giro dentro de la historia legal del centibillonario de 50 años fundador de la marca de vehículos eléctricos Tesla y fabricante de cohetes más importante del mundo (SpaceX). A pesar de que Musk disfruta de una base de seguidores diga de un culto (58 millones en Twitter), su tendencia defenderse de determinados comentarios lo han llevado a enfrentarse a situaciones complicadas.
En 2018, perdió su puesto como presidente de Tesla y tuvo que pagar una multa de 20 millones de dólares a la Comisión de Bolsa y Valores de Estados Unidos (SEC, por sus siglas en inglés) por hacer afirmaciones falsas sobre la privatización del fabricante de automóviles. Poco después, la SEC volvió a sancionarle por comentarios que hizo en Twitter sobre los objetivos de producción de Tesla. Y en diciembre de 2019, ganó un caso tras ser acusado de difamar contra Vernon Unsworth, un asesor de rescatistas tailandeses que ayudaba a un equipo de fútbol juvenil atrapado en una cueva al que Musk llamó «Pedo Guy».
Detrás del caso de SolarCity existen profundas preocupaciones sobre los motivos por los que Tesla compró la empresa en primer lugar. Musk argumentó que sería un acuerdo transformador con el que podría dominar la industria solar con paneles de bajo costo, el almacenamiento de baterías de Tesla y techos solares de alta tecnología. Pero poco de eso se materializó y se generaron recelos obvios sobre el conflicto de intereses. Los primos de Musk, Lyndon y Peter Rive, fundaron SolarCity en 2006, a sugerencia del magnate. Además, el multimillonario lo financió, poseía el 22,2% cuando Tesla lo adquirió, y había sido su presidente.
«Cuando Tesla los compró, supuestamente iban a recapitalizar el negocio y renovarlo. En cambio, disminuyó significativamente, creo que porque no le estaban prestando mucha atención y tenían otras cosas en juego», dice Joseph Osha, analista de investigación senior de Guggenheim Securities que rastrea la industria de la energía solar, aunque no cubre Tesla.
El negocio de SolarCity se basaba en reclutar clientes que no pagaban costos iniciales, pero firmaban acuerdos por 20 años para comprar electricidad producida por paneles solares instalados por la empresa. Se convirtió en el mayor instalador solar residencial, con ingresos récord en 2016 de 730 millones de dólares, pero también tuvo una pérdida neta masiva de 820 millones ese mismo año, y acumulaba más de 1.5 mil millones de dólares de deuda en el momento de la compra.
Gran parte del crecimiento y la deuda de la empresa estaban vinculados a su marketing. Bajo la gestión de los hermanos Rive, la compañía solar creció rápidamente gracias a promociones costosas, que incluían publicidad pesada y ventas puerta a puerta, en las que se ofrecían arrendamientos a largo plazo y de bajo costo por los sistemas de energía solar. También publicaba un trimestre tras otro en rojo mientras se apresuraba a aumentar las instalaciones.
Unas semanas antes de que se cerrara la adquisición, Tesla celebró un llamativo evento mediático en el set donde se grabó la serie Mujeres Desesperadas en Universal Studios en Hollywood para mostrar techos solares hechos con tejas de vidrio de alta tecnología. Musk dijo en ese momento que el producto cambiaría las reglas del juego porque estos tejados generarían energía limpia y eliminarían las deficiencias estéticas de los paneles fotovoltaicos tradicionales que irritan enormemente uno de los hombres más ricos del mundo. «La clave es que debe ser hermoso, asequible y estar perfectamente integrado», dijo.
Después de la adquisición, Tesla eliminó los elevados costos de marketing de SolarCity al trasladar las ventas directamente a su sitio web y su red de tiendas. También puso fin a una asociación con Home Depot. Los hermanos Rive dimitieron en julio de 2017, meses después de que finalizara la venta de su empresa. «Había algunas de las estrategias de venta —como el puerta a puerta— que no eran consistentes con Tesla, por lo que quisimos hacer la transición a las tiendas de la marca. Tiene más sentido, es una de las razones por las que hemos adquirido SolarCity», declaró Musk en junio de 2019.
La unidad de energía de Tesla, que contiene lo que queda de las operaciones de SolarCity, registró 1,990 millones de dólares en ingresos el año pasado, frente a solo 178 millones de dólares en 2016. Un crecimiento que no ha sido impulsado por las instalaciones de paneles, sino por las ventas de «Powerwall» (baterías que almacenan electricidad de paneles solares), un producto que la compañía comenzó a vender más de un año antes de que se anunciara el acuerdo. Las instalaciones de paneles, el negocio principal de SolarCity, se redujeron a 205 megavatios en 2020, una cuarta parte de los 803 megavatios que registró como empresa independiente en 2016.
En el primer trimestre de 2021, Tesla reportó un crecimiento en las instalaciones solares hasta 92 megavatios, pero no especificó si se trataba de proyectos residenciales o comerciales. También dijo que el negocio de los techos solares había aumentado nueve veces con respecto al año anterior, aunque sin proporcionar cifras específicas. A pesar de esas ganancias, las baterías que Musk tenía antes de la adquisición «son quienes mueven el negocio», dice Osha de Guggenheim. «Powerwall es una marca tan buena que pueden vender Powerwalls durante todo el día».
En su declaración en 2019, Musk aseguró que los desafíos de producción con el vehículo eléctrico Tesla Model 3 en 2017 forzaron la redistribución de personal e ingenieros de SolarCity para ayudar a reforzar las operaciones de producción de vehículos. Al ser interrogado por el abogado Randall Baron, no pudo decir exactamente qué parte del personal de SolarCity se trasladó a los esfuerzos de producción del Model 3 y confirmó que la medida no se había mencionado en el informe anual de Tesla.
Tesla no ha respondido a la solicitud de comentarios sobre el próximo juicio, aunque en su informe anual más reciente dicen: «Creemos que las afirmaciones que impugnan la adquisición de SolarCity no tienen mérito y tenemos la intención de defendernos enérgicamente». Baron, el abogado de Robbins Geller Rudman & Dowd, con sede en San Diego, que lidera el caso contra Musk en nombre de los inversores, también se ha negado a comentar sobre el juicio.
SolarCity nunca instaló una tecnología de paneles solares única, sino que se basó en paneles convencionales de productos básicos de los principales fabricantes. Su negocio se basaba en instalarlos, obtener pagos de arrendamiento de los clientes y monetizar el valor de la energía generada por todos los sistemas que estaba instalando. La compañía había comenzado a desarrollar el concepto de techo solar que Musk esperaba que desplazara su negocio de paneles convencionales y envolvió el trabajo en los esfuerzos de I+D de Tesla después de la adquisición.
Cinco años después, sigue sin estar siquiera cerca de lo que Musk insinuó en 2016. En parte, porque desde entonces la compañía ha aprendido que, a diferencia de los autos que se pueden producir en masa, cada techo es diferente y debe diseñarse a medida. Más recientemente, Tesla ha dicho que se enfoca solo en instalar techos solares para nuevas construcciones, alejándose del mercado mucho más grande de reacondicionamiento de viviendas existentes.
Como parte de la adquisición de SolarCity, Tesla también heredó una fábrica de paneles solares a gran escala en Buffalo, Nueva York. La compañía prometió que la producción en la instalación aumentaría a 1 gigavatio por año de producción solar, en asociación con su socio industrial Panasonic, el principal proveedor de celdas de baterías de iones de litio a lo largo de la historia de la compañía. Panasonic abandonó el proyecto el año pasado y no está claro cuántos paneles o tejas solares produce actualmente Tesla en la planta. La compañía no incluye detalles de esa producción en las presentaciones ante la SEC.
A pesar de todos los titulares y la atención que reciben Musk y Tesla, compañías como Sunrun, actualmente el mayor instalador de sistemas de energía solar residencial en los EE UU, Sunnova y SunPower son actores más importantes en su industria. «La adquisición de SolarCity es un trato que los inversores de Tesla quieren olvidar, ya que tiene una tracción mínima desde la compra», dice el analista de Wedbush Dan Ives. «La Comisión asigna un valor mínimo hasta que realmente alcanzan la escala y ejecutan una visión más amplia», concluye.