Curioseando decido comprobar la evolución reciente de la cotización del bitcoin: +52% en el último mes. ¿Cómo es posible tal subida y que no haya acaparado titulares? Pero si en junio las caídas del 10% casi abrían los telediarios…

Hay un aspecto de las criptomonedas que me parece realmente interesante: el ser un activo «refugio» independiente de las políticas monetarias de los distintos gobiernos. Es decir, es la primera moneda en la cual la política de un estado (o supra estado, léase Unión Europea) no puede tener una incidencia directa en su masa monetaria o en su precio. De alguna manera, está libre de influencias políticas. 

Esta característica es muy atractiva en un momento político de crispación y distanciamiento de los dos bloques ideológicos tradicionales, llamémosles izquierdas y derechas, o intervencionistas y liberales. ¿A quién puede no interesarle un activo que esté libre, al menos en apariencia, de los «caprichos ideológicos» de un dirigente con aspiraciones populistas? 

También podríamos temer que los Gobiernos usen la política monetaria en su propio beneficio: un escenario de tipos bajos sirve aparentemente para activar la economía (aunque Japón no nos sirva de ejemplo); pero también son los tipos bajos necesarios para los gobernantes en un momento de endeudamiento elevado de los estados.

¿O realmente no pensamos que los niveles de deuda de estados como el español pondrían en peligro nuestra estabilidad financiera si los tipos de interés en la zona euro fueran dos o tres puntos superiores a lo que son en la actualidad? En cualquier caso, sea cual sea la verdadera razón que motive unos u otros tipos, la realidad es que es el consenso de unos señores en los bancos centrales (nombrados por los gobernantes) el que los establece.

Entonces, un activo agnóstico a las decisiones políticas parecería realmente atractivo y algo a considerar dentro de un portafolio de inversión diversificada. Por el contrario, el comportamiento errático de su cotización y, por tanto, su elevada volatilidad, llevan a recomendar una aproximación cuando menos, prudente. Pero sigamos.

Hay dos aspectos más sobre los que me gustaría poner foco. El primero es su atractivo entre los jóvenes futuros inversores: los distintos usos del blockchain —las criptomonedas no son más que una aplicación de la tecnología blockchain— son la categoría de activo preferida por los jóvenes estudiantes de MBAs en Estados Unidos según diversos estudios realizados por casas de inversión. Si nos remontamos 30 años atrás en esos mismos estudios, los buscadores de internet y las incipientes empresas que se estaban creando sobre una muy joven red de redes (las GAFAS actuales), eran en ese momento la categoría de activo favorita para invertir de los jóvenes estudiantes.

Y en contra de este atractivo, y la aparente euforia con que he tratado al Bitcoin en esta columna, está el aspecto de sostenibilidad, que es el último aspecto sobre el que quiero reflexionar. El «minado» de bitcoins —por simplificar, la metodología para certificar la validez de las transacciones con esta moneda— es un alto consumidor de capacidad de procesamiento muy especializada y muy consumidora de energía. Esta capacidad de procesamiento se concentra principalmente en China, en las llamadas granjas de minado, pues allí la electricidad es más barata. Pero también es más contaminante, puesto que el origen es mayoritariamente carbón. Se estima que el minado de Bitcoin supuso el 0,6% del consumo energético mundial en 2020, generando fuertes emisiones de carbono.

Este es el principal motivo por el que Elon Musk decidió dejar de aceptar esta moneda en las transacciones de Tesla, y el principal detonante de la caída de la valoración a mediados de mayo de este año. Curiosamente, también es el motivo alegado por el Gobierno chino para poner severas restricciones a su uso en China (aunque quizás no sea esta su única motivación). 

Pero analizando desapasionadamente este comportamiento, creo que es preciso señalar que Bitcoin no es más que la primera versión de una criptomoneda. El uso de la tecnología y los algoritmos de minado evolucionarán rápidamente para mitigar el problema de utilización de alta capacidad de procesamiento y la contaminación que esto genera por consumo de energía. De hecho, los algoritmos de minado de Ethereum 2.0, una moneda de más reciente creación, prometen un ahorro energético del 99% respecto a Bitcoin.

Por todo ello les recomiendo «echar un ojo» al bitcoin. O para ser más precisos, no tanto al Bitcoin, sino al concepto de criptomoneda. Hoy por hoy es difícil saber quién va a ser el triunfador. Tampoco era fácil decidirse, 30 años atrás, entre Google, Alltheweb, AOL o Yahoo… Pero creo que la criptomoneda llega para quedarse y triunfar, con base en el atractivo del agnosticismo frente a la política, que tantos economistas añoramos.