Crisis del coronavirus

Coronavirus: un cisne negro amenaza la economía mundial

Los cisnes negros existen y estamos ante uno de ellos; o sea, un acontecimiento extraordinario e inverosímil con un alcance letal sobre la economía. La pandemia del coronavirus (Covid-19) es un shock que en sus inicios impactó en el lado de la oferta de la economía y ahora ya se ha propagado al conjunto de la misma. A diferencia de la crisis financiera de verano de 2007, desatada por la comercialización en Estados Unidos de hipotecas basura en un mercado inmobiliario sobrevalorado que tras su desplome arrastró al conjunto del sistema financiero, el Covid-19 no se originó en ningún mercado de activos, ni fue efecto de políticas económicas o monetarias equivocadas, ni por la quiebra de un gran banco. No. Este shock que está poniendo contra las cuerdas a la economía mundial y que muchos analistas empiezan a comparar en devastación a la Gran Recesión es invisible, se propaga de persona a persona, a gran rapidez y está afectando desde el sector manufacturero a los servicios financieros, mercados, ocio y cultura, y empieza a ahogar de iliquidez al tejido empresarial pyme por la caída de la demanda, paralizando las cadenas de valor y la actividad de sectores como el automovilístico, el principal exportador de la industria española.

Investigaciones recientes han demostrado que las Cadenas Globales de Valor representan casi el 75% del crecimiento en el comercio mundial, siendo China la fuente más importante de esta expansión. Como recordaba recientemente Stephen S. Roach, ex presidente de Morgan Stanley Asia: !la reciente alerta de Apple de que no alcanzará el objetivo de ingresos debido al coronavirus lo dice todo: el shock de China es un importante cuello de botella para el suministro global, pero los efectos secundarios de la demanda también son muy importantes”.

En términos generales, el consenso entre los economistas es que el ‘cisne negro’ ha llegado cuando la economía mundial se encontraba en una fase de desaceleración, aunque no recesiva, como en un principio apuntaban algunos pronósticos, consolidando unas perspectivas de prudente optimismo tras una década de caídas y estancamiento de la actividad por la crisis financiera.

El horizonte temporal

Según algunos análisis, la duración y la profundidad de la crisis dependerá de tres variables: de la rapidez con que se propague el virus, del tiempo que habrá que esperar hasta que se encuentre una vacuna y de la efectividad de las políticas preventivas. Y, una última, pero no menos importante: de la variable psicológica entre la población, con qué grado de ansiedad se aborde la pandemia.

A continuación se abrirían dos escenarios hipotéticos. Por un lado, una crisis de corta duración. En este supuesto, un informe de la Conferencia de las Naciones Unidas sobre Comercio y Desarrollo (UNCTAD, en sus siglas inglesas), prevé un comportamiento del PIB mundial en forma de ‘V’, para el que bastarían acciones contundentes de liquidez de las autoridades monetarias y de estímulo fiscal para frenar o mitigar el impacto económico, como enseñó la experiencia del SARS en 2003. Por el contrario, si la crisis se prolongara más allá del primer semestre, extremo que en principio se descarta, la recuperación dependería de “inyecciones de liquidez más sostenidas y coordinadas por parte de los bancos centrales, políticas fiscales más activas (donde haya margen disponible) y esfuerzos renovados para impulsar el libre comercio y la inversión extranjera”. En este supuesto, la recuperación sería en forma de ‘U’, como las crisis petroleras de la década de 1970 y la más reciente de 2007. “La pérdida de confianza de los consumidores e inversores es la señal más inmediata de la propagación del contagio, pero la deflación de los precios de los activos, una demanda agregada débil, el aumento de la deuda y el deterioro de la distribución de la renta plantean grandes desafíos políticos”, señala el organismo de la ONU.

Un signo de la atipicidad de la situación es lo que se está viviendo en EE UU, donde a pesar de que su banco central (Fed) fue el primero en recortar los tipos de referencia (los ha dejado a casi cero) y en anunciar una inyección en la economía de 1,5 billones de dólares (1,4 billones de euros), el equivalente al 7% del PIB, el índice de volatilidad de los activos financieros se encuentra en sus máximos desde 2008. Simultáneamente, los mercados de deuda corporativa de alto riesgo, los bonos soberanos y los mercados de deuda de empresas de economías emergentes siguen registrando caídas ante la “parada repentina” de los flujos de capital. Las divisas de emergentes se han depreciado alrededor de un 10% desde la crisis, lo que ha más que duplicado el precio de las coberturas ante eventuales impagos.

La firma de análisis Oxford Analitics, ha tenido que revisar –a peor– sus previsiones iniciales para Europa a la luz de los acontecimientos, aunque espera que la situación se dé la vuelta en la segunda mitad del año. “[…] ahora esperamos que la eurozona sufra una profunda recesión en el primer semestre de este año. Por ahora todavía asumimos un rápido rebote en el segundo semestre, cuando la actividad económica se normalice y el impacto de las políticas monetarias y fiscales más laxas, junto con unos precios más bajos del petróleo coadyuven a ello, pero dada la naturaleza de la crisis los pronósticos están sujetos a un grado extremo de volatilidad”, señala Ángel Talavera, responsable de la firma para Europa en un comentario para inversores. “La zona del euro sufrirá una profunda recesión en el primer semestre de este año, y el crecimiento del PIB en 2020 en su conjunto será negativo. Si bien aún asumimos un rápido repunte en la segunda mitad […]”, añadió.

Relajación fiscal

La Comisión Europea aún no ha precisado cuánto podrá descender la actividad económica. Las primeras estimaciones apuntan al equivalente del 1% del PIB (unos 160.000 millones de euros), pero podría ser superior dependiendo de lo “profundo” del golpe. O menor, si se actúa con eficacia y rapidez. Bruselas ha autorizado un programa de ayudas orientado básicamente a brindar liquidez a las empresas necesitadas por un volumen de 37.000 millones de euros procedentes de los fondos estructurales, una cifra ciertamente marginal para la segunda economía del mundo. Pero lo significativo es que, a diferencia de la crisis financiera de 2007, en que Alemania y los países más ortodoxos del club defendieron a ultranza la estabilidad fiscal, en esta ocasión la Comisión ha flexibilizado la regla y los gastos extraordinarios incurridos por la crisis del coronavirus no computarán en el indicador de déficit público. La presidenta de la Comisión, Von der Leyen, ha instado a los países miembros a que conviertan esta crisis “temporal” en un acontecimiento “corto” y “limitado”. La Comisión todavía no tiene unas previsiones oficiales, pero sus técnicos calculan que, de momento, el brote restará 2,5 puntos porcentuales al crecimiento económico de la UE, según El Pais. “Es muy probable que el crecimiento para la zona euro y para la UE en su conjunto caerá por debajo del cero este año e incluso potencialmente de forma considerable”, ha señalado el director general de Asuntos Económicos y Financieros, Maarten Verwey.

Por su parte, el FMI ha propuesto poner en marcha “transferencias directas de efectivo, subsidios salariales” y rebajas fiscales para combatir los “agudos shocks” que la epidemia está provocando tanto en el lado de la oferta como de la demanda. Su economista jefe, Gita Gopinath, anticipándose a los despidos masivos que ya están produciéndose en Europa, ha abogado por que se apliquen “medidas fiscales sustanciales, monetarias y financieras para ayudar a los hogares y negocios afectados”. El FMI ha destacado la caída “drástica” de la actividad manufacturera y de servicios en China durante el periodo álgido de la crisis, lo que tendrá efectos en las cadenas de producción mundiales, y la consiguiente pérdida de ingresos, así como el miedo al contagio y la elevada incertidumbre, que harán caer el consumo privado, como puede observarse ya en los sectores turístico o de la hostelería.

Sin embargo, entre la comunidad de economistas hay división de opiniones sobre la eficacia de estas políticas para combatir la crisis. ¿Bastan estímulos fiscales o un abaratamiento del precio del dinero para restablecer la actividad en las cadenas de producción? “Los recortes de tipos no pueden perjudicar dado que la inflación, ya moderada, va hacia abajo, pero no debe esperarse mucho estímulo económico real de ellos. Lo mismo pasa, desafortunadamente, con la política fiscal. Los créditos fiscales no reiniciarán la producción cuando las empresas estén preocupadas por la salud de sus trabajadores y el riesgo de propagación. Los recortes de impuestos sobre la nómina no impulsarán el gasto cuando los consumidores estén preocupados por la seguridad en su cadena favorita de comida rápida”, señala Barry Eichengreen, de la Universidad de California, Berkeley.

De la misma opinión es Philippe Waechter, director de investigación económica de Ostrum AM (de la gestora francesa Natixis IM): “la epidemia actual ha comenzado a generar un shock de oferta que la política monetaria no podrá gestionar”. Según detalla, “una rebaja en los tipos de interés elevaría la demanda, pero la oferta no puede aumentar a corto plazo porque las personas en muchos lugares de China no pueden acudir a su puesto de trabajo”. Por ello, Waechter advierte: “no contemos con que la Fed, el BCE u otros bancos centrales sean una fuente de solución ya que su único papel es limitar la bancarrota de las empresas”.

Como recuerda Raghuram G. Rajan, exgobernador del banco central de India y en la actualidad profesor en la Universidad de Chicago, el problema de la pandemia es que llega cuando el cuerpo de la economía mundial no solo no se ha recuperado aún de los males de la anterior crisis, sino que algunas variables han empeorado. “El punto fundamental que se debe recordar es que la economía mundial nunca se recuperó por completo de la crisis financiera mundial de 2008, ni tampoco se abordaron por completo los problemas subyacentes que produjeron ese desastre. Por el contrario, los gobiernos, las empresas y los hogares de todo el mundo han acumulado más deuda y los responsables políticos han socavado la confianza en el sistema del comercio mundial y la inversión”.

La otra cara del coronavirus

Desde las ventas electrónicas de productos de alimentación hasta las plataformas de educación a distancia, pasando por las consultas médicas virtuales, las alteraciones de la vida diaria en China a causa del brote del coronavirus están obligando a los consumidores y a las empresas a adaptarse de forma acelerada con el fin de encontrar soluciones digitales a las necesidades cotidianas.

Los observadores que tratan de calibrar la dimensión de las perturbaciones que sufrirá el crecimiento en China se han quedado atrapados en el debate sobre si la demanda está destruyéndose de forma permanente o simplemente posponiéndose de forma temporal. Sin embargo, esta dicotomía deja de lado una dinámica clave: parte de la demanda simplemente está transformándose, señala la gestora de fondos Fidelity.

Las empresas que venden productos de alimentación en internet bullen de actividad en China continental en un momento en el que la población no acude a los comercios físicos para minimizar el contacto con otras personas. Los usuarios activos con las aplicaciones de productos de alimentación prácticamente se duplicaron hasta alrededor de 10 millones con respecto al año anterior durante las festividades del Año Nuevo chino (del 24 de enero al 2 de febrero) y volvieron a aumentar hasta los 12 millones en las dos semanas posteriores hasta el 16 de febrero, de acuerdo con los datos recogidos por Quest Mobile.

Hema, la división de alimentación del gigante del comercio electrónico Alibaba, vio cómo el número de usuarios de su aplicación se disparaba un 128% durante el periodo vacacional con respecto al mismo periodo de 2019. Decenas de millones de personas han quedado confinadas en China durante semanas después de que el gobierno impusiera severas medidas de cuarentena en lo que los medios gubernamentales calificaron de “guerra” contra el virus. Por necesidad, los nuevos usuarios –incluidas las personas mayores– han aprendido a hacer pedidos de alimentación y realizar pagos con sus teléfonos móviles. Muchos de ellos probablemente sigan siendo usuarios incluso después de que se dé por concluido el brote, ya que los distribuidores en internet competirán por ofrecer descuentos.

Ante las restricciones a los desplazamientos, algunos de los mayores menos familiarizados con la tecnología también han aprendido a jugar al popular mahjong con sus amigos a través de internet. La formación online también ha emergido como otro gran beneficiario del brote ante el cierre de los colegios y los millones de niños recluidos en sus casas. Los usuarios activos de las plataformas chinas de educación a distancia se han incrementado un 22% durante el periodo vacacional con respecto a hace un año, mientras que el tiempo medio de uso diario ha aumentado un 30% según los datos de Quest Mobile. Las empresas como TAL Education y Koolearn Tecnology van a beneficiarse de la adopción de las aulas virtuales y el aprendizaje digital en todo el país. Hay bastantes probabilidades de que los padres y madres chinos sigan usando estos servicios después del brote.

Los riesgos de infección derivados de las grandes aglomeraciones han estimulado la demanda de entornos de trabajo virtuales. El servicio DingTalk de Alibaba y el WeChat corporativo de Tencent se han visto sometidos a presiones por el crecimiento explosivo de los usuarios durante las últimas semanas. Los usuarios activos de los miniprogramas de WeChat para empresas prácticamente se han triplicado desde comienzos de enero. Aunque el uso de entornos de trabajo virtuales podría reducirse cuando finalice el brote, sin lugar a dudas su aceptación podría mantenerse por encima de los niveles previos al coronavirus.

Los servicios médicos, como las consultas y las ventas de medicamentos, también han experimentado un fuerte auge en internet, dado que la población evita acudir al hospital para reducir lo más posible el riesgo de contagio. Los usuarios de la aplicación de salud DXY y la farmacia en línea Jianke han aumentado más del triple con respecto a hace un año. Muchos usuarios probablemente lo sigan siendo después del brote, ya que China está fomentando el uso de los servicios en línea para reducir la carga que soporta el sistema sanitario del país.

Sin embargo, algunos chispazos de crecimiento surgirán y se apagarán con el coronavirus. Los juegos en línea y los servicios de vídeo están registrando un pico de usuarios, simplemente porque las personas tienen más tiempo que ocupar mientras se les obliga a permanecer en casa. Las unidades de negocio de juegos de Tencent y NetEase van a beneficiarse, pero cuesta creer que el elevado crecimiento actual vaya a durar más allá del brote.

El brote de SARS de 2003 desencadenó una ola de adopción de Internet sin precedentes en China y ayudó a crear multimillonarios de la tecnología como Jack Ma y Richard Liu. Sin embargo, el impacto de la epidemia actual probablemente palidezca en comparación, ya que el uso de internet y el móvil en el país se encuentran ya entre los más altos del mundo. Los ciudadanos chinos pasan al día un promedio de más de tres horas con el móvil y parece difícil que se pueda elevar este nivel.

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