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Guapas, guapos, ‘guapes’: la búsqueda de un lenguaje inclusivo para ‘todes’

El modo en que hablamos define la manera en que pensamos. Frente a una visión antropocéntrica del mundo, mujeres y personas no binarias reclaman mayor visibilidad a través del lenguaje. Porque lo que no se nombra no existe.
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Fotografía: Brett Jordan. Unsplash

El lenguaje inclusivo se ha popularizado en los últimos años hasta convertirse en objeto de encendido debate. No sólo interesa a lingüistas y educadores, sino que es utilizado por algunos políticos en sus mítines, las empresas lo están incorporando en su estrategia de comunicación y se ha colado en las conversaciones del bar de la esquina.

Durante la última gala de los Premios Goya, de entre todos los discursos de agradecimiento, hubo uno que destacó por esta forma de expresarse sin discriminar: el actor bilbaíno Urko Olazabal, elegido Mejor actor de reparto por su interpretación en Maixabel, dedicó el galardón “a todes mis alumnes”. Esa misma noche, el director Eduardo Casanova saludó con un “Estáis muy guapas, muy guapos, muy guapes” antes de hacerse un selfie con el auditorio. De entre los 2,8 millones de espectadores (¿y espectadoras?) que vieron la gala, probablemente hubo quien aplaudió estos integradores guiños lingüísticos, quien se revolvió en el sofá y quien se quedó a cuadros ante el juego de vocales.

Las definiciones importan

Pero, ¿de qué hablamos cuando hablamos de lenguaje inclusivo? La Organización de Naciones Unidas lo define como “la manera de expresarse oralmente y por escrito sin discriminar a un sexo, género social o identidad de género en particular y sin perpetuar estereotipos de género”. Dado que el lenguaje es uno de los factores clave que determinan las actitudes culturales y sociales, “emplearlo es una forma sumamente importante de promover la igualdad de género y combatir los prejuicios de género”.

Otra cosa es que la Real Academia Española pase por el aro. No hace mucho, un tuitero expuso la siguiente duda a @RAEinforma: “¿Este famoso lenguaje inclusivo es una jerigonza o un galimatías?”, a lo que la institución que limpia, fija y da esplendor a nuestro idioma contestó de forma tajante: “Lo que comúnmente se ha dado en llamar lenguaje inclusivo es un conjunto de estrategias que tienen por objeto evitar el uso genérico del masculino gramatical, mecanismo firmemente asentado en la lengua y que no supone discriminación sexista alguna”.

Ante la avalancha de retuits que obtuvo esta respuesta, otro usuario abundó en la consulta: “¿Es correcto usar elle, todxs, nosotrxs, etc?”. Respuesta de la RAE: “La forma ‘elle’ y las terminaciones en ‘-e’ en voces con flexión ‘-o/-a’ son recursos facticios promovidos en ciertos ámbitos para referirse a quienes no se identifican con ninguno de los géneros el par binario, pero su uso no está generalizado ni asentado”. El término facticio significa “elaborado artificialmente a partir de elementos verdaderos”, ergo la academia no admite alumnes ni guapes.

Para los detractores del lenguaje inclusivo, lo que dice la RAE va a misa; para sus defensores, lo que no se nombra no existe. Y resulta que muchas mujeres y personas no binarias están cansadas de una visión antropocéntrica del mundo que los excluye. 

Señoras y señoros

El escritor y académico Arturo Pérez Reverte es una de las voces que más se han significado en contra de esta forma de expresarse, como se vio en el programa de televisión El hormiguero. “El lenguaje, como la sociedad, se basa en muchas pautas machistas, y eso debe cambiar, por supuesto. De hecho cambia, se adapta a los tiempos. Lo que no se puede hacer es violentar el lenguaje y cambiarlo por decreto. Yo necesito que la lengua castellana con la que trabajo sea limpia, práctica y eficaz. Necesito reservarme el derecho a utilizar las palabras que requiera mi trabajo, por eso soy anti inclusivo radical en defensa propia”, concluyó el autor de novelas como La reina del Sur o Tango de la Guardia Vieja, ambas protagonizadas por mujeres.

En el otro extremo del tablero se sitúan expertas en lenguaje incluyente como María Martín Barranco. Feminista, licenciada en Derecho y especialista en intervención social con enfoque de género, ha escrito tres libros sobre el tema: Ni por favor ni por favora (2019), Mujer tenías que ser (2020) y Punto en boca (2022), todos ellos publicados en la editorial Catarata. Lejos de ser un manual de lenguaje inclusivo, Punto en boca da herramientas para poder utilizarlo. “Es un libro para pensar sobre cómo hablas. Para que te preguntes por qué eliges unas palabras y no otras. Para que encuentres alternativas que te permitan decir exactamente lo que quieres sin discriminar a las mujeres, a colectivos minoritarios, a personas con discapacidad, a nadie”.

De entrada, Martín Barranco distingue entre lenguaje no sexista y lenguaje no inclusivo, “pues son complementarios, pero no idénticos”. El lenguaje no sexista “es el que no invisibiliza y no subordina a las mujeres y, además, permite crear en quien lee o escucha la imagen mental de un grupo compuesto por mujeres y hombres y no sólo por hombres”; mientras que el lenguaje inclusivo “es el que, cuando se trata de colectivos en situación tradicional de discriminación, es consciente de ella y la evita”. 

Las trampas del lenguaje

Desde sus tiempos de estudiante, esta abogada enamorada de las palabras consultaba con fruición el Diccionario de la RAE; de hecho llegó a coleccionar ediciones antiguas. “Hasta que conocí el feminismo y me di cuenta de que era fan de unos señoros”, afirma con retranca granaína. Hoy tilda a la RAE de institución “obsoleta” y «machista”, y observa que el diccionario está plagado de definiciones asimétricas en cuanto al género: “Un ejemplo es cómo define ‘cunnilingus’ (“aplicar la boca a la vulva”) y felación (“estimular el pene con la boca”). ¿Por qué a las mujeres no se las puede estimular? No se dan explicaciones”, critica.

 «A mí me parece que nombrar sólo a la mitad de quienes componen la sociedad es feo –continúa– y, además, injusto. Si tuviera que elegir entre bonito y justo, elegiría justo. Afortunadamente no hay que elegir. Si se conoce el idioma y se entiende que se puede discriminar con él, son nuestras habilidades lingüísticas las que nos permiten buscar una forma de hablar no discriminatoria que sea ‘lo suficientemente bonita”.

Para la autora de Punto en boca, que imparte talleres de iniciación a la igualdad y lenguaje no sexista a empresas y particulares –al que asisten desde adolescentes hasta personas de 70 años, la mayoría mujeres–, “la manera de transmitir el lenguaje es como nuestra huella digital. Por eso debemos aportar conocimiento que mejore el mundo”. Al menos observa que en España hay una mayor toma de conciencia que en muchos países de nuestro entorno. “En Francia, Alemania o Italia las resistencias son más generalizadas». 

Según María Martín Barranco, las trampas que debemos evitar son estas:

  • La invisibilización (no nombrar). 
  • La subordinación (nombrar, pero estableciendo jerarquías en las que un mismo elemento, generalmente el masculino, es el principal). •
  • La perpetuación del marco conceptual hegemónico que discrimina (que quien lee o escucha no pueda imaginar más que lo establecido socialmente como ‘normal’, apto o adecuado). 

La conexión con las consumidoras

La publicista Natalia Cazcarra tiene bien interiorizada la importancia del lenguaje. No en vano ha trabajado más de 20 años en las agencias más creativas de España y Estados Unidos. Fundadora y CEO de HER –la “única consultora estratégica especializada en consumidorAs (con A)”–, Cazcarra llevaba años advirtiendo sobre una gran brecha entre marcas y consumidoras. Su intuición se vio confirmada por un estudio de Nielsen según el cual el 75% del gasto discrecional del planeta estará en manos de la mujer en 2028, aunque la gran mayoría sienten que las marcas no las comprenden.

Muchas marcas tienen un ángulo ciego con las consumidoras, con la paradoja de que nunca ha habido más datos almacenados. “Cuando son las mujeres las que influyen en el 80% de las decisiones de compra, el coste de oportunidad de no conectar con ellas es enorme y creciente”, señala esta especialista en marketing. Según estimaciones de McKinsey (datos 2018), hay 12.000 millones de dólares a nivel global que muchas marcas no acaban de atacar. 

Desde HER ayudan a las marcas a definir e implementar una estrategia a medida para acelerar su conexión con ellas. ¿El lenguaje inclusivo estaría entre las vías para reducir esa brecha? “Sí, es uno de ellos sin duda; sólo que en nuestra escucha y entrevistas a mujeres, el lenguaje inclusivo es el que realmente facilita la comunicación entre emisor y receptor. Es transparente, va al grano, quiere realmente llegar a quien se dirige. Nada que ver con crear palabros nuevos (¿matrocinio?), que complican más que aportan. Las mujeres necesitamos fundamentalmente que nos hagan la vida más fácil; complicárnosla se vuelve generalmente en contra”, responde Cazcarra. 

Un difícil equilibrio

En este sentido, se identifica con la opinión de Carme Junyent, profesora de la Universidad de Barcelona, lingüista y feminista, para quien “el lenguaje inclusivo es una imposición”. Junyent ha coordinado el libro Som dones, som lingüistes, som moltes i diem prou (Somos mujeres, somos lingüistas, somos muchas y decimos basta), en el que intervienen 70 lingüistas. Viene a ser un alegato contra el lenguaje inclusivo. Y es que Junyent aborrece las fórmulas ‘señores y señoras’, ‘niños y niñas’, apostando por el masculino plural como genérico que incluye el femenino. “Quien quiera hablar y escribir así que lo haga, pero que a los demás nos dejen en paz”, ha declarado. 

Para quienes quieren escribir así pero no tienen claro cómo hacerlo ya existen herramientas como Inlexa, “un corrector de lenguaje inclusivo que te ayuda, cuando estás escribiendo un texto, a identificar aquellos términos no inclusivos o diversos y te sugiere mejoras”, explica la ingeniera Ruth Raventós, CEO de Nelio Software, la startup que ha desarrollado este asistente mediante inteligencia artificial. Gracias a este innovador producto la empresa obtuvo el premio UU Prize 2021, creado para dar visibilidad a emprendedoras del sector tecnológico en España. Según Raventós, “la gran ventaja de Inlexa es que, al integrarse como una extensión en Word, PowerPoint, Outlook, WordPress o en tu navegador, es muy cómodo y fácil de usar”. 

A favor de la implantación de este corrector está el Real Decreto-ley 6/2019, de 1 de marzo, que obliga a todas las organizaciones con más de 50 personas trabajadoras a crear un plan de igualdad en el que se remarca la necesidad de utilizar un lenguaje inclusivo. “Nuestros clientes potenciales son agencias y departamentos de comunicación que ven Inlexa como una herramienta que proporciona una ventaja competitiva”, señala Raventós.

Lo que no se nombra no existe

El hecho de que el lenguaje inclusivo sea objeto de debate indica que parte de la sociedad no se siente representada. “Lo que no se nombra, no existe. Por eso necesitamos que se explicite a las mujeres en determinados contextos. Es una época maravillosa para tomar conciencia y exigir una mayor visibilidad”, expone Cristina Aranda, filóloga hispánica, doctora en lingüística y cofundadora de la empresa tecnológica Big Onion.

Su trabajo consiste en entrenar a las máquinas para que aprendan nuestro idioma y sean capaces de interpretar un texto, lo que se conoce como machine learning. Considerada una de las 25 mujeres más influyentes en el sector de la tecnología en España, tiene claro que existe una doble brecha digital de género, lo que dificulta que las mujeres estén presentes en los equipos de empresas tech.

¿Cómo acortar esa brecha? “Formando al profesorado en lo que llamamos hackear los estereotipos de determinadas áreas como ingenierías y científico-técnicas. Hay que ser conscientes de que existen sesgos. Se concibe que las niñas están predeterminadas para el servicio, el cuidado, las letras y los chicos para áreas más científico-técnicas y no es verdad”, explica la presidenta de Mujeres Tech, una asociación que cofundó en 2015 con el objetivo de dar más visibilidad a las mujeres en el sector digital.

“Ya somos casi 700 y hacemos dos encuentros presenciales al año, aportando un networking de mucha calidad. Me encanta hacer un Tinder de mujeres que quieren conectar entre sí”, asegura Aranda, orgullosa de que una chica como Alai Blanco, que pasó por el primer taller #GirlTech de la asociación, haya ganado el premio Digital Girl of the Year a nivel europeo (en 2019) y hoy sea un referente. Y recuerda que en los libros de texto sólo el 8% son menciones a científicas y tecnólogas; el 11% en Wikipedia.

La directiva de Big Onion reconoce que a veces se ha sentido excluida en una conversación cuando se han dirigido a ella en masculino genérico; “o se me ha interrumpido en una mesa redonda para darle la voz a un tío”. Por eso, a la hora de usar el lenguaje inclusivo prefiere excederse en el desdoblamiento, “sin ser reiterativa”. Para mostrarse y para visibilizar a otras mujeres. Aunque moleste a señoros como Arturo Pérez Reverte. 

Más allá de las palabras

La Fundación del Español Urgente (FundéuRAE), cuyo objetivo es impulsar el buen uso del español en los medios de comunicación, ha creado una ‘guía sobre todo lo que está pasando’ respecto al lenguaje inclusivo. En uno de sus apartados incluye una serie de recomendaciones para lograr una comunicación más inclusiva, más allá de las palabras. Éstas son algunas:

  • Está demostrado que los equipos más diversos rinden más y consiguen mejores resultados porque son más creativos. Por tanto, para atraer al talento usa una comunicación más inclusiva.
  • Si necesitas encontrar ejemplos de personajes ilustres, trata de que algunos de ellos sean mujeres. Hazlas visibles, dalas a conocer.

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