Quizá pensábamos que en 2035 seríamos un mix entre humanos y ciborg o viajaríamos en coches voladores. Ese horizonte está ya cercano y los coches no vuelan, pero se pretende que, por lo menos, no expulsen humo por el tubo de escape. Así, se aspira a que dentro de doce años –en ese 2035– se prohíba en Europa la venta de coches y furgonetas pequeñas que no sean “cero emisiones”. Asumiendo y aplaudiendo que esa medida vela por la salud de “esa bola de color” que veía la perrita Laika en la canción de Mecano, es decir, el planeta Tierra, surgen más dudas que certezas sobre si es viable, además de loable, ese objetivo.
Sin orden ni concierto, aquí van algunas de las razones para pensar que al final habrá excepciones y moratorias que hagan menos abrupta la transición al eléctrico puro.
- Precio: Actualmente un eléctrico puede rondar los 40.000 euros, lo que no está al alcance de cualquier economía. Lo malo es que la tendencia es que también se encarezcan los de combustión por la mayor carga tecnológica en sistema de seguridad, por ejemplo. En España, sólo el 5% de los coches vendidos son eléctricos a día de hoy, lo que tiene que ver también con la falta de…
- Puntos de recarga: Sólo países como Noruega, Islandia o Países Bajos empiezan a contar con una red digna de “electrolineras” para recargar vehículos eléctricos. Pensemos en la España vaciada o en países del este y sur de Europa, actualmente con una cantidad simbólica u obviamente insuficiente de puntos de recarga. Mucho habría que correr.
- Baterías: Siendo más importantes que el propio motor eléctrico en sí, las baterías nadan en un mar de incertidumbre. Se acumulan las preguntas. ¿Hay capacidad para fabricar las baterías para un parque automovilístico como el europeo de 250 millones de turismos?, ¿Seguimos con el litio o se desarrollarán alternativas?, ¿Hay avances en la reducción del tamaño y el aumento de su capacidad para acumular energía?, ¿No supone ponernos en las manos de China?, ¿Está previsto su adecuado reciclaje?…
- ¿Y qué pasa con los híbridos enchufables?: La industria del automóvil tiene muy claro que son imprescindibles en la transición (entre otras cosas, porque se ha invertido mucho en su desarrollo) y para el ciudadano son más versátiles al no limitar tanto su movilidad al tirar del motor de gasolina cuando se agota la batería. Jugarán un papel importante en el camino, pero evidentemente no son “cero emisiones”.
- Talleres: Poco se habla de la reconversión de los talleres -y sus profesionales- para reparar averías a las que no se han enfrentado nunca y con el reemplazo de baterías en el aire.
- ¿Y si el coche duerme en la calle?: En cualquier folleto vemos a una idílica familia en un chalé, pero la realidad es que muchas personas habitan en bloques de viviendas, lo que implica una infraestructura para el garaje comunitario, que no parece un gran problema, pero… ¿qué ocurre con los coches aparcados en las calles? ¿Cómo se recargarán de electricidad?
- La propia producción eléctrica debe proceder de fuentes renovables. Los pioneros en la instalación de placas fotovoltaicas domésticas para autoconsumo echan pestes de las gestiones con la Administración, aunque se van dando pasos en la buena dirección. Pero, o bien con la producción industrial de energía renovable se satisfacen las necesidades de nuestro país, o tendremos que cómprala fuera.
- ¿Sólo en la UE? Para Europa es un reto mayúsculo, pero afrontable, pero, ¿servirá de algo si en el resto del mundo y potencias demográficas como China e India siguen tirando del motor de combustión en sus atestadas ciudades? Estados Unidos, como siempre, vive en un mundo aparte.
- Y para colmo, las guerras: ¿Qué conflictos bélicos -ojalá no- se avecinan y alterarán el escenario geopolítico y la economía mundial?
El papel lo aguanta todo, hace falta un complejo y ambicioso plan que no sabemos si todos los países podrán y querrán poner en marcha. A lo mejor antes de la expansión del vehículo eléctrico llegan los coches voladores.