Hace un mes Bob Dylan vendió los derechos de sus más de 600 canciones a Universal Music Group. El acuerdo, que incluye piezas tan emblemáticas como Knockin’ on Heaven’s Door, Mr. Tambourine Man, Forever Young, World Gone Wrong, Make you feel my love, Idiot Wind, Hurricane o Mississippi deja fuera a las futuras composiciones del artista, lo que le permitiría publicar sus nuevas canciones con otros sellos.
La cifra exacta de la operación se desconoce, aunque medios estadounidenses como The New York Times aseguran que superaría los 250 millones de euros. Como contrapartida, Universal recaudará los ingresos de todas las canciones.
Dylan se suma así a la larga lista de artistas que han vendido los derechos de sus composiciones a discográficas, con nombres tan emblemáticos como David Bowie, Imagine Dragons o Stevie Nicks.
La pregunta llegados a este punto parece obvia: ¿por qué los músicos están vendiendo su música al mejor postor? Hay tres razones principales :
El valor de los catálogos se ha disparado
El auge de las plataformas de streaming ha provocado que los catálogos de música aumenten de valor. Según el informe de la Asociación de Medios Digitales 2020 Streaming Forward Report, los ingresos por reproducción de música superaron los 10 mil millones de dólares en 2019 (8,2 mil millones de euros). Esta cifra supone un aumento del 21% con respecto al año anterior. Y el streaming sigue creciendo.
Según el Wall Street Journal los catálogos de música se están comercializando entre 10 y 18 veces su valor anual, lo que significa que un catálogo por el que habría pagado 41.000 euros podría alcanzar ahora una cifra de entre 4 y 40 millones de euros.
Las que salen mejor paradas en este negocio son las canciones antiguas, dada su longevidad y gracias a la posibilidad de hacerse viral a través de las redes sociales. Por ejemplo: Let It Be, de The Beatles, lanzada en los años 70, podría aparecer en un challenge de TikTok que se hiciera famoso . ¿El resultado? La banda volvería a entrar en las listas de las canciones más escuchadas y, consecuentemente, el valor de sus canciones volvería a subir.
Los derechos de las composiciones también juegan un papel fundamental a la hora de valorar el repertorio. Si una pieza aparece en alguno serie famosa, como Friends, se convierte en una buena fuente de ingresos ya que esos programas tienen altas cifras de reproducción, ya sea en televisión o en plataformas digitales.
Incluso los artistas más nuevos pueden ver disparado el valor de sus catálogos. Al lanzar un nuevo álbum, los oyentes tienden a escuchar más su música existente o, quizá, a indagar en un estilo con el que no están muy familiarizados, fomentando así un aumento de las reproducciones a través del streaming. Una forma de darse a conocer que la pandemia de la COVID-19 no ha hecho más que acelerar.
Una alternativa a las giras
Si algo se ha visto afectado en el sector musical debido a la crisis provocada por el coronavirus han sido, entre otras muchas cosas, las giras musicales. Durante la mayor parte del año, músicos de todo el mundo se han visto obligados a suspender sus espectáculos.
Muchos artistas han intentado mantenerse en contacto con sus fans. Es el caso de Erykah Badu que llevó a cabo una serie de “Conciertos en la Habitación” donde sus seguidores podían elegir la canción y el lugar de su casa en el que querían que actuara. Laura Pausini también se sumó á esta iniciativa y cantó desde su casa para amenizar la cuarentena.
No obstante, estas alternativas no son un sustito de los conciertos o festivales a los que estábamos acostumbrados en la antigua normalidad. Para los profesionales del sector, la cancelación de este tipo de eventos ha supuesto pérdidas millonarias.
Beneficios fiscales
Probablemente esta es la verdadera razón de peso que explica por qué los artistas están vendiendo los derechos de sus canciones: la alta tasa de impuestos que tienen que pagar por sus propias obras. Los músicos deben abonar el 20% de las ganancias que obtienen con sus creaciones. Eso incluye la venta de álbumes o reproducciones en streaming, entre otros.
Si por el contrario tuviesen que pagar impuestos ordinarios, el porcentaje sería del 37% del total de los beneficios.
Pongamos el ejemplo de Neil Young. El compositor vendió el 50% de los derechos de sus canciones al fondo Hipnosis Songs Found por 122 millones de euros, lo que supondría un total de 24,2 millones de euros a pagar en impuestos. Con un porcentaje normal, Young tendría que abonar 45,14 millones de euros. Es decir, 21 millones de euros más que si vendiera los derechos de su música.
Algunos músicos pueden ahorrarse cifras mayores. En Estados Unidos no es lo mismo residir en un estado o en otro. Por ejemplo, Texas, Florida o Nevada no tienen impuesto sobre la renta lo que implica que los artistas no tendrán que pagar un gravamen adicional por sus letras.
También pueden vender su repertorio a través de un fideicomiso en uno de esos estados y ahorrar impuestos. Frente a estas desigualdades es probable que Joe Biden aumente los impuestos para los ricos, aumentando la tasa máxima casi al 40% y elimine el subsidio para que los músicos vendan su trabajo lo que está provocando las críticas dentro del sector.
Es un hecho que el panorama musical –y su forma de obtener beneficio– está cambiando. Habrá que ver que es lo qué depara el futuro y cómo se reinventará la industria de la música para adaptarse a las exigencias del mercado.