Hay algo mágico en la creación que hace que el tiempo se vuelva elástico. Paula Ribó (Barcelona, 1990) tenía 16 años cuando empezó a escribir en una libreta varias cartas a su yo futuro. La artista –más conocida por su alter ego, Rigoberta Bandini–, las encontró muchos años después: unas iban dirigidas a los hijos que aún no tenía, otras a ella misma. “Supongo que quería que no se me olvidara quién era yo cuando, a esa edad, estaba perdida y había muchas cosas de mí que no entendía. Creo que a través de esas cartas de alguna manera me estaba exculpando, estaba pidiendo perdón por no estar a la altura, con todo ese cóctel emocional que supone pasar de la adolescencia a la edad adulta. No las terminé, pero me parecieron muy tiernas. Las guardaré siempre” .

Hace unos días escribió en su red social: “Todo es poético, según cómo lo twitees”. ¿Es su lema?

Pues no era consciente de ello, pero sí, creo que todo puede ser poético, desde el simple paso del tiempo al presente o cualquier otra cosa. Hace unos años hice una performance sobre una serie de cosas que me parecían poéticas, y acababa haciendo un karaoke en el escenario con la canción de Titanic de Céline Dion.

Canta, escribe, actúa, dirige. ¿Se atreve con todo?

No, sólo me atrevo con aquello en lo que creo que puedo decir algo. Por ejemplo, no me atrevería con la expresión pictórica o gráfica porque ahí no tengo ningún tipo de talento. Pero comunicar a través de cualquier plataforma en la que crea que puedo decir algo y que le puede interesar a la gente, sí que me atrevo.

Ahora va a publicar su primer libro, Vértigo. ¿Qué siente?

En realidad ya lo publiqué hace un par de años con la editorial de una amiga del colegio, y ahora Penguin Random House ha decidido reeditarlo. Estoy feliz, porque era una cosa que escribí prácticamente para mis amigas y para mí misma, por puro amor al arte y sin ningún tipo de ayuda económica. Así que me hace mucha ilusión. 

Todas sus historias, sus canciones, ¿hablan de usted?

Es que para mí es imposible no partir de lo que soy. Yo tenía una profesora de interpretación que siempre decía que para hacer un personaje hay que partir de uno mismo, pero partir. Y me parece una premisa muy certera para cualquier obra de arte. De hecho, en Vértigo, la protagonista hace un viaje a un país nórdico, y yo nunca he estado en ese país. Yo cojo mis emociones, mi manera de ver el mundo, mi herida, y llevo todo a otro escenario… porque es más interesante y más sano para mí llevarme a otro lugar. Es decir, nace de mí, pero sale de mí. 

¿Qué cuenta en él?

Es el viaje de una chica que está en un momento de muchas rupturas, de muchos cambios, y no sólo sentimentales. Narra lo que le sucede en una de esas épocas que parece que estás entre dos placas tectónicas, ese momento de impasse en el que sientes que estás saltando hacia otro lugar. 

Suena premonitorio.

Y gracioso, porque yo no sabía lo que vendría a continuación. De repente, una maternidad súper inesperada y un proyecto musical con un éxito también inesperado. Es curioso porque yo hablaba de ese vértigo como si supiera que, al saltar, mi vida iba a cambiar por completo.

Paula Ribó, ‘aka’ Rigoberta Bandini, fotografiada en Barcelona. Fotografía: Eric Altimis

Ay, mamá

Efectivamente, su vida dio un giro inesperado. Ser madre coincidió con el impacto mediático y social de sus canciones autoproducidas como Rigoberta Bandini, cuyo éxito se ha ido multiplicando exponencialmente hasta el BenidormFest que, aunque la dejó fuera de la representación española al Festival de Eurovisión, ha posicionado su gran hit, Ay, mamá en el número 1 en la lista de singles española, además de subir otros cuatro más a la tabla: Perra, In Spain We Call It Soledad, Too Many Drugs o Julio Iglesias. Todas certificadas como disco de oro y con algunas rozando el platino. 

Ay, mamá’ se ha convertido en un himno feminista. ¿Cómo le gustaría que se relatara el movimiento? 

Siempre desde la unidad, el respeto y el amor. Yo pienso que en el momento que perdemos esto perdemos el norte. Es decir, todo lo que son líneas de separación entre un mismo equipo sólo hace que perdamos poder y fuerza. Porque el feminismo no es una lucha, es una celebración de nosotras mismas. Y  sólo se puede celebrar si hay unidad, si hay esperanza y si no hay juicios entre nosotras.

“Sin ellas no habría humanidad ni habría belleza”... ¿Cree que seguimos siendo un país que se escandaliza cada vez que alguien dice caca, culo o teta?

Creo que sí. Pero como ahora lo estamos diciendo mucho, espero que de aquí a 10 años ya no cueste tanto.

Han hecho hasta monas de Pascua con la teta. ¿Deberían pagarle derechos de autor?

A mí no, en todo caso a Marina Salazar, la creadora de la teta. Pero todo lo que está pasando me parece muy divertido. 

Más allá de enseñar un pecho, ¿qué le da pudor?

Pues más que cualquier aspecto relacionado con la sexualidad, hay un punto en el que abrirme de verdad y mostrar mis inseguridades me da pudor. Es mucho más difícil abrirte a nivel emocional que cualquier destape físico.

¿Y cómo sortea la hoguera de las vanidades?

Bueno, en ciertos aspectos me considero vanidosa… Pero creo que tener algún punto de vanidad tampoco es malo, siempre que lo combines con humildad, aunque parezca un oxímoron. Siento de una manera muy especial este cóctel entre vivir la maternidad con un niño tan pequeño y este súper éxito. Para mí es como un yin y un yang perfecto que me equilibra y hace que la vanidad no pueda apoderarse de mí porque tengo cosas mucho más terrenales que me recuerdan que, al final, lo importante es otra cosa. 

Por ejemplo, ser madre.

Tener un hijo es un trabajo de humildad constante, de paciencia, de superar el propio ego y de confianza . Además de cambiar pañales o cocinar merluza, la educación es un reto muy heavy. Porque dar de comer está bien, pero ¿cómo hacer que tu hijo sea respetuoso, que tenga confianza?… Para mí la confianza es la base de todo y enmarca muchas cosas: confianza en la vida, en el universo, en hacer las cosas bien y querer a la gente o intentar ser buena persona. Puede parecer una tontería, es algo muy básico, muy de primero del ser humano… Pero es una asignatura que parece que aún no hemos comprendido. 

Decía Javier Krahe hace años que, más importante que te quiera el público es que te quieran en la infancia. ¿A usted la han querido mucho?

Sí, mucho. Y me gusta esa frase, porque la autoestima es un regalo mucho más grande de lo que nos podemos imaginar. Y cuando tus padres te hacen sentir que eres especial, que eres único y que te quieren con lo bueno y con lo malo, después te permite sentir esa confianza en la edad adulta. Por eso lo que le quiero transmitir a mi hijo es amor y confianza. 

Usted ha dado voz a Caillou y a personajes de películas como Brave, Pastoral americana o El viaje de Chihiro. ¿Qué le enseñaron? 

Muchas cosas. La relación que tienes con un personaje que doblas es muy corta pero a la vez muy especial. De hecho, Chihiro es el personaje que más me impactó, porque yo tenía 13 años y no entendía la película, pero cuando acabó lloré muchísimo… Y también, sobre todo con mis personajes de animación, establecía una relación muy rara, porque de repente veía el muñequito en una tienda y era como ser yo. Y, claro, no era yo ni de coña… 

Haber trabajado como dobladora de películas desde niña, ¿es una bendición o motivo de protesta?

Para mí fue una bendición porque yo lo quise. Mis padres no tenían ninguna relación con el mundo del doblaje, pero mi hermana empezó en ello a través de una profesora de música del colegio. Fui yo la que, al ir a ver a mi hermana, insistí, insistí e insistí. Y luego me encantó. Además el trabajo de doblador infantil es muy sano, porque como es muy anónimo yo nunca sentí ningún tipo de presión ni me sentía más especial que el resto. Al revés, era divertido: de repente viajaba a universos diferentes al mío y después volví a mi uniforme de colegio.

Su falda de colegiala también se ha convertido en una especie de bandera.

Me parece curioso y bonito. Yo creo que cada uno tiene que ir con su verdad y para mí esa falda también es una metáfora del uniforme de vida de cada una. Pero si la gente ve algo más allá de todo eso, me parece genial. Yo llevaba ese uniforme todos los días al colegio y para mí tiene un valor sentimental y también algo poético: es abrazar y aceptar a la niña que fui. 

Actriz, escritora, directora, cantante… ¿se reinventará unas pocas veces más?

No lo sé… pero tiene pinta, porque es un poco mi leitmotiv. Aunque creo que haré música bastante rato, en algún momento me gustaría volver a dirigir y escribir algo de teatro, porque me flipa.

¿Julio Iglesias le ha contactado?

No, pero aún sigo deseándolo.