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EE UU y China, a la carrera por el oro verde

Por más que los nórdicos sean el 'green power', el futuro mundo sostenible lo diseñan las jugadas geopolíticas entre el gigante asiático y norteamérica.
EE UU y China, a la carrera por el oro verde. Ilustración: Xavier Mula
Ilustración: Xavier Mula

La verdad incómoda es que por mucho que los nórdicos sean el green power, los líderes del milenialismo bicicletero y la demostración de la rentabilidad del bienestar que inspira al resto, mal que nos pese en estos momentos, el diseño de un mundo sostenible pasa inevitablemente por el condicionamiento a las jugadas geopolíticas e industriales entre EEUU y China. 

Los inversores lo saben. Fundamentalmente por cinco conceptos: movilidad, tecnología, software, propiedad intelectual y materias primas. Según auguran los análisis de Focus Economics, la llegada de Joe Biden a la Casa Blanca facilita la vuelta a la mesa, pero no el fin de la partida. «Estados Unidos mantendrá la presión sobre la percepción del robo de la propiedad intelectual, y no habrá un retroceso a la era de Obama, ya que China es vista ahora como un competidor directo en las tecnologías emergentes que definirán la economía del futuro», explican los economistas Oliver Reynolds y Arne Pohlman. 

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Así que si «las tecnologías emergentes definirán la economía del futuro» y la supervivencia del planeta pasa por el desarrollo de aquellas que favorezcan las fuentes de energía limpia, ese es el nuevo oro de la cruzada económica: menos carbón y petróleo y más litio y cobre para desarrollar semiconductores y baterías. ¿En el punto de mira? Los generadores de energías renovables y la tecnología de los vehículos eléctricos (VE) que se postulan para ser los protagonistas del siguiente capítulo de la guerra comercial entre ambos gigantes.

El techo del petróleo se tocará en 2027

«La tecnología es un sector intensivo en consumo de materias primas como el litio, el cobre, el berilio o el coltán. Mercados donde China tiene una posición muy fuerte. El precio de estas materias primas y la capacidad de suministro es vital para poder mantener el desarrollo del sector», nos explica desde Miami la socia directora de Excelsior Sara Pérez Frutos. 

Además, «a medida que los vehículos eléctricos vayan ganando terreno en el ámbito de las energías limpias, la demanda de petróleo alcanzará su punto máximo en 2027 o 2028«, calcula el gestor del fondo Schroder ISF Global Energy Transition, Mark Lacey, quien recuerda que la tecnología de las baterías y el almacenamiento de la energía están relacionados en última instancia con la disponibilidad de estos metales y, por tanto, la reducción de costes que facilita la adopción de los VE. «También es interesante fijarse en el área de software y de semiconductores, pues el paso a la electrificación de los automóviles verá un aumento de la demanda de chips de potencia, por ejemplo».

La tecnología es un sector intensivo en consumo de materias primas como el litio, el cobre, el berilio o el coltán. Mercados donde China tiene una posición muy fuerte

Sara Pérez Frutos, socia directora de Excelsior

De momento, «los precios de muchos metales básicos en particular, como el cobre, el níquel y el mineral de hierro, seguirán subiendo, aunque ya cotizan en máximos históricos», pronostica desde Edmond de Rothschild el gestor de fondos de renta variable internacional Kevin Net, al fijarse en el impulso de políticas de sostenibilidad de EEUU, Europa y China que facilitarán que la demanda de vehículos eléctricos aumente de dos a ocho millones en 2025. «En promedio, un vehículo eléctrico contiene casi tres veces más cobre que un vehículo con motor de combustión interna. Esta evolución debería tener un impacto especialmente positivo en países como Perú y Chile, responsables de alrededor del 40% de la producción mundial de cobre».

A todo ello hay que sumar la oferta restringida actual del mercado de semiconductores, fruto de la combinación de varios factores. Según el experto de ODDO para el sector y gestor de fondos de renta variable global, Brice Prunas, la limitada oferta es consecuencia, por un lado, de las propias restricciones arancelarias del capítulo Trump de la guerra comercial «y la consiguiente prohibición a los fabricantes estadounidenses de vender a la china Huawei, que obligaron a los asiáticos a encontrar un suministro alternativo en su terreno». Por otro, el aumento de la demanda por el fuerte ciclo del iPhone y el equipamiento doméstico de informática en los hogares durante las restricciones de movilidad. 

Los coches eléctricos, los más baratos

Aunque existen estimaciones muy diversas sobre cuánto falta para que los coches eléctricos dominen las carreteras, hay un amplio consenso de que los motores de combustión tienen los días contados. La Agencia Internacional de la Energía estima que las ventas mundiales de VE aumentarán un 28% anual a lo largo de la próxima década. 

Los análisis de las gestoras, como Capital Group, consideran que esas estimaciones podrían ser demasiado conservadoras. «En la actualidad, los VE se aproximan a un punto de inflexión en el que llegarán a ser más baratos que los coches tradicionales, incluso sin subvenciones públicas«, afirma Wenjie Ge, su analista de inversión en renta variable y especializado en fabricantes de automóviles asiáticos. «Es innegable que se están volviendo más asequibles y populares. Además, la tendencia se debe principalmente al rápido descenso de los costes de las baterías».

Vista aérea de un megacampo de paneles solares en la región china de Xianju. Foto: Getty Images
Vista aérea de un megacampo de paneles solares en la región china de Xianju. Foto: Getty Images

Durante la pasada década, el precio medio bajó de 917 dólares por kilovatio hora (kW/h) a unos 137 dólares, según el análisis de Bloomberg. Hoy en día, la mayoría de VE suelen funcionar con un pack de baterías de iones de litio de entre 40 y 60 kilovatios, lo que representa cerca de un tercio del coste del vehículo, por lo que los coches eléctricos logran ser más baratos que los tradicionales cuando el coste de la batería cae por debajo de 100 dólares kW/h. 

Algo que ya está ocurriendo. Los fabricantes de VE han ido introduciendo recientemente modelos con precios más bajos y mejor rendimiento y autonomía. Según constata Capital Group, entre las compañías que abanderan la creación de baterías más baratas y mejores destacan CATL en China, LG Chem y Samsung SDI en Corea, y Tesla en Estados Unidos.

El precio de las baterías, un tercio del coste del vehículo eléctrico, ha caído de 917 dólares por kW/H a 137 dólares en 10 años

Sin embargo, de momento, el rey en adaptación del vehículo eléctrico es Noruega que tiene como objetivo eliminar los motores de combustión interna para 2025. Y es que los nórdicos van a la cabeza del mundo con una tasa de utilización superior al 50%. «Ya hemos alcanzado los 100 dólares kW/h. En los próximos años esperamos que los precios sigan bajando, lo que facilitará la sustitución de los motores de combustión mucho antes de la fecha prevista para 2030 en los países europeos», calcula Lacey. Sin embargo, su análisis también diagnostica que el cuello de botella es la infraestructura de recarga, «un área que necesita una cantidad desproporcionada de inversión».

China, de la cola a candidata al triunfo

Los cálculos parecen cuadrar también para China que, según Ge, «ya encabeza la producción de baterías y su precio para algunos vehículos ya ha alcanzado el límite de 100 dólares kW/h, años antes de lo previsto, y se prevé que disminuya por debajo de 60 dólares kW/h hacia 2030».

Casi dos tercios de los paneles solares que se utilizan en el mundo se fabrican en China

¿La clave? Gran potencial de mejora, inyecciones de dinero público y mucho por ganar. El Gobierno de Xi Jin Ping lo dejó claro en su 14º plan quinquenal, presentado a finales de octubre, centrado en aumentar la calidad del crecimiento y estimular el consumo interno ante un entorno exterior más adverso. Todo ello con una meta que generó escepticismo: ser neutral en cuanto a emisiones de carbono para 2060, a pesar de seguir siendo a día de hoy el mayor consumidor de petróleo del mundo (un 45% destinado al transporte) y el más contaminante del planeta. 

Para Kevin Net, la propuesta de Xi Jinping más allá de mostrar su lucha por el cambio climático se puede interpretar como «un impulso a la seguridad energética. La reducción de la cuota de combustible fósil permitirá reducir las importaciones de petróleo y aumentar la cuota de electricidad generada con tecnología y equipos chinos. El país asiático ha construido una enorme cadena de suministro para la energía solar a lo largo del año, lo que ha permitido reducir drásticamente los costes».

Los datos lo avalan: casi dos tercios de los paneles solares que se utilizan en el mundo se fabrican en China y el país ya ha empezado a construir una cadena de suministro nacional completa de vehículos eléctricos, con vistas al exterior. El fabricante Xpeng anunció el pasado mes de diciembre que empezaría a enviar su SUV eléctrico a Noruega, mientras que su rival Nio planea entrar en Europa en 2021, con el objetivo de vender 7.000 vehículos en dos años.

La mina de cobre Escondida, en el desierto de Atacama de Chile, propiedad de varias compañías internacionales. Los vehículos eléctricos contienen casi tres veces más cobre que los de combustión. Foto: Getty Images
La mina de cobre Escondida, en el desierto de Atacama de Chile, propiedad de varias compañías internacionales. Los vehículos eléctricos contienen casi tres veces más cobre que los de combustión. Foto: Getty Images

Además, en cuanto a tasa de penetración de los NEV (VE+híbridos) el gigante asiático ha pasado del 1,0% en 2015 al 6,2% en 2020, incluso con la reducción de las subvenciones. La cifra está por encima de la mayoría de los países, a excepción de los nórdicos. De hecho, China ya representa el 50% de las ventas mundiales de vehículos eléctricos y el plan del Consejo de Estado es desarrollar la industria con el objetivo de que estos coches representen el 20% de las ventas de coches nuevos en 2025 y el 50% en 2035. 

Pero no solo eso, los planes chinos abordan también la infraestructura de recarga. El objetivo de Pekín es disponer de un cargador por cada vehículo eléctrico en todo el país, meta que se intentará alcanzar con un cargador obligatorio en cada nuevo edificio residencial y con no menos del 10% de plazas de aparcamiento equipadas con un cargador. Para mayor estímulo, la conversión hacia un modelo sostenible es una gran fuente de trabajo. Según Climate Scorecard, el 39% de los puestos de trabajo creados en el sector de las renovables a nivel mundial en 2019 estaban en China y solo el área de desarrollo de los VE supuso en 2020 1,2 millones de empleos.

EEUU, muy lejos pero acortando distancias

Mientras China se convierte en el líder en el desarrollo de coches, autobuses y camiones eléctricos, en EEUU aún no se abandona la idea del motor de combustión y se percibe el VE como un bien de lujo, dónde Tesla sería el máximo exponente. «El norteamericano medio no se plantea el cambio todavía, sin embargo, China tiene un mercado virgen donde el primer coche sí que puede ser eléctrico», argumenta consultora estratégica y de inversión Sara Pérez Frutos, desde Excelsior Miami.

Los analistas calculan que, en términos de penetración en el mercado, Estados Unidos está probablemente entre 5 y 10 años por detrás, pero en la próxima década se espera un periodo de aceleración masiva. En parte, por los esfuerzos empresariales incentivados por la llegada del paquete de estímulo que prevé implementar Joe Biden a través de un plan de infraestructuras de 2 billones de dólares, que incluye unos 174.000 millones para impulsar la venta y producción de vehículos eléctricos (más de lo que propone gastar en carreteras y puentes). 

A pesar de las dificultades con las que se pueda topar el plan de estímulos (Biden se ha visto involucrado en una disputa comercial mundial sobre el destino de las fábricas de baterías de iones de litio en Georgia), en el largo plazo los expertos coinciden en el potencial del mercado norteamericano para el VE, cuyas ventas en 2021 esperan se aumenten por encima del 60%, ya que la electrificación ha pasado a ser una cuestión estratégica para todas las firmas. 

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