¿Qué será hype y qué no hype este año? Es la pregunta que conviene formular cuando dejan de sonar las campanadas. Atribuyamos la condición de hype a las tecnologías que ocupan mucho espacio en las redes y los medios, pero todavía no han alcanzado un nivel de madurez, ni el volumen de casos de aplicación suficientes. Algún experto titulaba su crónica del confuso CES de Las Vegas 2022 así: “Los metaversos metaversan el metaverso”. Ese es el tema. Repasemos, por tanto, los no hypes a seguir.
“El juego empieza ahora”, me dice el director de Cloud First de Accenture, Francisco Nuez. Se refiere al salto del todo a la nube, entendida no ya como el conjunto de actividades que tienen lugar sólo en un centro de datos público, de Amazon Web Services, Microsoft Azure o Google Cloud, sino también en los servidores propios de una empresa o una Administración.
El factor lugar ya no es tan relevante como antes, porque el hardware se está commoditizando, en todos los órdenes de la tecnología. La diferencia la marca el software. El cloud es el nuevo sistema operativo en el que confluyen negocio y tecnologías digitales. Se convierte, por eso, en una de las tendencias no hype de este año 2023 que empieza.
Por no abandonar el metaverso, a las dudas sobre su potencial de negocio, más allá de los ingresos que se están generando ya en el ámbito del marketing y la creación de ‘mundos’, se suman las crecientes sospechas sobre la viabilidad de una descentralización basada en blockchain.
Mantengamos la fe en profesionales de primer nivel como Javier Oliván, vicepresidente de Meta, o en su director de Reality Labs, Bruno Cendón, que trabajan desde hace unos años en desarrollos de realidad virtual y aumentada y en una conectividad de nueva generación realmente disruptivos. No descartemos sorpresas, por tanto.
Las tecnologías de personalización que impulsa el retail, como el escaneo en 3D de nuestro cuerpo con solo dos fotos, pueden cambiar el panorama de golpe, incluido el metaverso, y tienen que estar en el repaso a los no hype de 2023. En cuanto a los sistemas de generación de textos e imágenes con inteligencia artificial, como DALL-E o ChatGPT, esperemos acontecimientos. De momento, son un autocompletar de Wikipedia con esteroides.
En lo que se refiere a la evolución de internet, resulta más solvente la propuesta de Web 3.0 que defiende Tim Berners-Lee, creador de la web, desde el MIT. Su visión consiste en añadir a la Web 2.0 tres nuevas capacidades, tres nuevos estándares: un inicio de sesión único, un control de acceso global y una API universal, común para cualquier app.
Su iniciativa Solid, con casos de uso potentes ya, propone almacenar los datos de una forma centrada en las personas, en lugar de en las apps como sucede ahora. Berners-Lee lo llama Personal Online Datastore (POD). El principal inconveniente es que supone un cambio de las reglas del juego que la industria no parece dispuesta a aceptar, o que al menos no entusiasma a las grandes plataformas. Sus sponsors son, en fin, MasterCard y el Qatar Computing Research Institute.
Inversores-emprendedores como el español Iñaki Berenguer ponen la vista en el punto en el que confluyen cuatro grandes tendencias: los sistemas de procesamiento cada vez más potentes, la inteligencia artificial, el tsunami de datos tanto de la persona (salud) como del planeta (medio ambiente), y la fotónica integrada. Ahí encuentra uno de los grandes nichos de futuro y ha creado LifeX VC con el propósito de estar presente.
En cierto modo, coincide con la visión de la CEO de Techstars, Maëlle Gavet, acerca del potencial de crecimiento de la inversión en agrotech y en foodtech. La invasión de Ucrania por Rusia ha abierto los ojos a la sociedad (y a muchos políticos) acerca del valor geoestratégico de la alimentación en el futuro. Y del agua. Con el cambio climático de fondo.
En el ámbito energético, el hidrógeno y del CO2 se están topando con la realidad de que faltan redes de distribución y almacenamiento y eso posiblemente vaya desinflando la burbuja creada en torno a ellos. A corto y medio plazo, tiene más sentido seguir de cerca nuevos modelos de red que admitan diferentes usos, así como las microrredes y los sistemas de generación distribuida, capaces todos de responder a variaciones bruscas de la demanda mediante inteligencia artificial e internet de las cosas, garantizando la ciberseguridad.
Tres tendencias más a seguir en el ámbito energético: la carrera de las baterías, la capacidad de operar, a gran escala, en corriente continua y la gestión del calor, clave para reducir el tamaño de muchos componentes del coche eléctrico y para hacer realidad la Arcadia de la fusión nuclear, ese En busca del fuego moderno.
Obviamente todos los no hypes se resumen en uno: la inteligencia artificial como motor de una automatización inteligente que ya no sólo se centra en procesos, ni siquiera en organizaciones, sino que deberá escalar a nivel de sistemas enteros. El internet de los robots autónomos será una de las derivadas con más potencial de asombro y, asociados a él, los sistemas de percepción artificial del entorno, cada vez más increíblemente precisos (el Lidar avanza, pero aún no es su momento).
Y para acabar, una idea de innovación social. La tomo prestada de mi conversación con Brian Hollis y Aaron Samuels, cofundadores de Collide Capital, que hablan de ‘interseccionalidad’ y sostienen que hoy la mejor compañía no es la que montas con diez amigos, sino aquella en la que eres capaz de reunir a personas con diferentes backgrounds, tipos de vida, razas, géneros, sectores y experiencias, para lanzar ideas con mentalidad global. Porque ser una empresa global ya no es sinónimo de gran corporación.