Cada año, un sanedrín de 27 personas se reúne para decidir qué tecnologías tienen el potencial de cambiar las reglas del juego. En la lista aparecen desde un profesor de biología sintética en Friburgo, hasta un general de brigada retirado del Ejército de Estados Unidos, una científica marina de Ciudad del Cabo, la CTO de inteligencia artificial de Dynamics 365 en Microsoft, el neoyorkino CIO emeritus de IBM o la CEO palestina de H2GO Power.
Hay también un español, Javier García Martínez, director del Laboratorio de Nanotecnología Molecular de la Universidad de Alicante, fundador de la empresa Rive Technology a partir de una patente desarrollada en el MIT y presidente de la Unión Química Internacional (Iupac).
A todos ellos se les atribuye la categoría de “expertos”. Desde 2011, redactan el documento “10 Tecnologías Emergentes” que el World Economic Forum (WEF) difunde y entrega a los participantes en su Foro de Davos.
Es lo menos que les puede ofrecer a cambio de la nada económica cuota anual que pagan los miembros del selecto club, y del coste de la entrada al evento para los directivos invitados en representación de grandes corporaciones, fondos de inversión e instituciones públicas y sociales, además de toda suerte de celebrities: alrededor de 28.000 dólares.
El informe de “10 Tecnologías Emergentes” es también una de las publicaciones más descargadas cada año de la web del WEF e impacta directamente en el ritmo de la innovación global, porque su contenido no puede ser ignorado. “Esta es nuestra vocación: decir a los ministros de Innovación y Economía, a los CEO de las grandes empresas, que es a los que presentamos el informe, qué deberían estar haciendo sus departamentos de I+D”, explica Javier García a Forbes.
Para la siguiente entrega, no obstante, habrá que esperar, las tecnologías están ya decididas, pero la organización que preside Klaus Schwab valora hacerlas públicas en el Global Technology Governance Summit de mediados de 2023.
En la primera década del informe, los expertos han hecho apuestas arriesgadas y, en muchos casos, el tiempo les dio la razón. Identificaron el potencial transformador de la tecnología del ARN mensajero tres años antes de que se convirtiera en la base científica clave de las vacunas contra el Covid-19. Otras tecnologías se han hibridado entre sí, como el internet de las cosas que apareció en uno de los primeros Top10 y hoy está presente allí donde confluye el mundo físico y el digital.
Es cierto que el drug delivery, la distribución inteligente de medicamentos, está redefiniendo la biomedicina y hasta la robótica, pero otras propuestas acumularon años de candidatura, como la tecnología de edición genética Crispr CAS-9, hasta que aparecieron varias empresas dispuestas a comercializarla y dejó de ser sólo el descubrimiento del español Francis Mójica en Santa Pola.
La clave es acertar con ese punto fino del descubrimiento con capacidad de disrupción que aún no se encuentra en fase comercial. El Santo Grial para el sector tecnológico y para las empresas de cualquier sector que compiten en la vanguardia de la innovación.
Los expertos
Lo que otorga singularidad a todo el proceso es, sin duda, el modelo de consulta a expertos. ¿De dónde salen esas 27 personas cuyo criterio deben atender gobiernos y grandes corporaciones?
Según la experiencia de Javier García, “los expertos no son técnicos, son personas con una visión más amplia, que están en organizaciones internacionales o han hecho grandes descubrimientos en sus laboratorios, y al mismo tiempo saben lo que es emprender. Quizás están intentando levantar fondos, o ven cómo la regulación les impide el despegue de sus ideas, son actores a los que se les escucha poco, porque ni son líderes políticos, ni empresariales, ni los descubridores de una tecnología”. Nada de ello en exclusiva y todo a la vez”.
En 2009, el químico español se encontraba trabajando en un tema clave, en un momento clave, en el MIT: la nanotecnología aplicada a la energía. El premio TR35 (Innovators Under 35) le otorgó visibilidad global y lo situó en el radar del WEF. Su perfil era atractivo porque iba más allá del laboratorio, estaba creando una empresa a partir de una patente en un área de máximo interés para el foro, buscaba inversores y había empezado a comercializar.
Javier García pasó a formar parte de Young Global Leaders del WEF y, poco después, en 2011, se convirtió en vicepresidente de su consejo de tecnologías emergentes. Es entonces “cuando propongo hacer este informe”, relata. Hoy más necesario que nunca, en su opinión, porque “hay ruido, es un momento de enorme incertidumbre, gobiernos yendo hacia atrás, inversores retirando exposición… esto encaja perfectamente con dar la voz a los expertos”.
Su tarea no es sencilla. Deben identificar tecnologías que están emergiendo y pueden tener un impacto importante, aunque éste pueda ser negativo en algunos casos. “Tenemos que advertir sobre ellas, pero no tenemos esa visión naíf de que todas las tecnologías que recomendamos van a tener un efecto positivo”.
El alcance suele ser mixto. “Estamos sesgados en buscar tecnologías que nos gustan en el sentido de que pueden mejorar la vida de las personas o el medio ambiente, pero sabemos que otras pueden destruir empleos o concentrar la riqueza”, afirma Javier García.
Por ejemplo, las tecnologías de la salud suelen tener mejor prensa que otras porque contribuyen a acabar con enfermedades, pero también son más caras. ¿Van a estar accesibles para todos? Siempre hay un segundo debate, sobre todo ético. “Nuestra discusión es puramente sobre tecnología. No buscamos destacar a una en concreto porque es socialmente importante, sino porque tiene un enorme potencial para cambiar las reglas del juego”.
Ciclo de emergencia
La clave para navegar en el ámbito de las tecnologías emergentes es su ciclo de emergencia, desde el descubrimiento hasta la comercialización. Hay muchas tecnologías, pero cuáles elegir cada año, “es uno de los asuntos en los que más discutimos: ¿por qué esta tecnología ahora? ¿Qué métricas tenemos para decir que es emergente? Por ejemplo, nos fijamos en que haya startups intentando comercializar, que no sea un descubrimiento, que no sea un Nature”.
En esta década, ha quedado demostrada la incidencia del informe en la actividad científica. “Y no solo en los centros públicos, sino también en los privados, en los laboratorios de investigación de las grandes empresas. Precisamente porque la tecnología está en la etapa de aceleración se espera que los CEO y los centros de investigación presten atención”.
Unas veces, para mejorar e investigar y, en otras ocasiones, “preocupados porque les pueden reventar el negocio, que puede estar basado un monopolio, porque tienen la infraestructura y el tamaño, pero un jugador nuevo a partir de una app puede cambiar las reglas del juego”, afirma Javier García.
El riesgo de sesgos se trata de evitar incorporando a expertos de muchos países, desde Corea del Sur a EE UU, de Europa a Oriente Medio. ¿Y la presión de las grandes corporaciones, directa o indirectamente, para tratar de incluir tecnologías acordes con su estrategia? ¿Quizás financiando a un laboratorio o donando a una fundación?
“Nadie me ha llamado nunca. Al contrario, algunas veces he propuesto tecnologías muy emergentes que están llevando a cabo emprendedores en las universidades más prestigiosas, que después de publicarlas me lo han agradecido, porque no hay tanta gente que siga lo que están haciendo”.