Asumamos las siguientes dos premisas como válidas. La primera, que los datos son el petróleo del siglo XXI. La segunda, que las reservas de datos no han sido creadas de forma natural, sino que hay que crearlas. Entonces, ¿no tendría sentido comenzar a actuar cuanto antes?
Hoy en día son muchos los ejemplos que permiten ilustrar que existe un valor intrínseco en los datos. Es bastante conocido en banca el análisis realizado sobre grandes cantidades de datos en China que extrajo una correlación muy alta entre la devolución de pequeños créditos al consumo y el momento de su solicitud: son mejores pagadores aquellos que disponen de un mayor nivel de batería en su móvil en el momento de solicitar el préstamo. Podríamos preguntarnos cuál es la lógica detrás de esta relación, pero lo realmente importante es su validez y su practicidad a la hora de extraer conclusiones que permitan una mejor gestión.
Si dispusiésemos de datos con la cantidad y calidad necesaria, sería posible utilizando técnicas de analítica avanzada extraer conclusiones que a nivel macro permitieran a nuestro país optimizar la asignación de sus recursos. Invertir y promover aquellos sectores de mayor crecimiento y generación de empleo se haría con rigor y precisión, abandonando criterios más discrecionales. Conceder préstamos, promover la formación de personal en determinadas áreas y herramientas, subvencionar actividades sociales, serían acciones de mayor eficacia basadas en el análisis y en la predicción de su impacto real. No estamos tan lejos con las herramientas disponibles hoy en día.
Pero es imprescindible disponer de mucha y buena información. Los yacimientos -para seguir con el símil del petróleo- o “bancos” de datos deben ser creados. La creación de estos bancos de datos es la clave para su explotación posterior, pero sobre todo será la clave del reparto de la riqueza en el futuro.
Muchos vieron en la Revolución Industrial grandes peligros. Las máquinas sustituirían a los trabajadores, que perderían sus empleos. La realidad demostró que los empleos sólo se sustituyeron por otros diferentes y, lo que es más importante, aquellos países que antes se adaptaron al nuevo paradigma encabezaron el desarrollo en los años posteriores, y siguen haciéndolo hoy en día.
Aquellos países, empresas o individuos que estén dedicando atención y recursos a la creación de yacimientos de datos serán los primeros en disposición de explotar su riqueza. Hoy por hoy, no está claro cuál va a ser el equilibrio de poder que se genere en la era de los datos. Parece, de manera simplista, que determinadas empresas puedan estar tomando la delantera (léase Google o Facebook) o que incluso ciertos Estados como China estén apostando firmemente por políticas de captura activa de datos.
Aún es pronto para imaginarse el escenario final, aunque ya podamos anticipar una dicotomía entre quienes posean datos y quienes los tengan que comprar. Por ello hay que actuar para configurar este escenario final de forma que nos permita ser protagonistas. La captura, almacenamiento, gobierno y protección del dato, en resumen, la creación de grandes yacimientos es una prioridad para poder competir en igualdad de condiciones a medida que avance el siglo XXI.
Los datos, como en su día las máquinas en la Revolución Industrial, son objeto de controversia. Volverá a haber vencedores y vencidos. Actuemos, nuestra riqueza depende de ello.
**Enrique Tellado es exconsultor en McKinsey & Co. y The Boston Consulting Group, ex consejero delegado de EVO Banco. Padre de dos hijos. Deportista. Apasionado por la innovación digital. Banquero circunstancialmente.