En la década de 1930, Reino Unido necesitaba disminuir la amenaza que representaban los bombardeos aéreos alemanes. “Muchos laboratorios secretos, tanto allí como en EE. UU, se pusieron manos a la obra para desarrollar un sistema de detección a distancia” cuentan las profesoras y miembros de la Asociación Española Militar, María Gajate, y Laura González, en el libro “Guerra y Tecnología” de la Fundación Rafael del Pino.
El Instituto Tecnológico de Massachussets fue uno de ellos. En 1930, comenzaron a trabajar 12 personas, en 1945 el programa ya disponía de 3.000 empleados. Pese a que en multitud de ocasiones los efectos de la Covid-19 se han comparado con los que provoca un conflicto bélico, las divergencias, sobre todo en el mercado laboral, son muy notables.
En una pandemia, lo imprescindible es quedarse en casa así que no hay un gran estímulo de producción. Más bien todo lo contrario. Como apunta el historiador, Niall Ferguson en un encuentro organizado por el Foro Económico Mundial, “en guerra, empleaban a mucha gente, sobre todo hombres, para ir a luchar, y luego empleaban a mucha gente, incluyendo mujeres y jóvenes, para hacer cosas con las que poder luchar. En una pandemia, no”. Pero, ¿y tras la pandemia? ¿Serán los agentes implicados capaces de dar integrar a los jóvenes en el proceso de recuperación de la economía? Es momento de salvar a la llamada “Generación confinada”.
Generación confinada, no perdida
La grave pandemia que ha paralizado al mundo entero este 2020 ha golpeado con virulencia sobre todo a las personas mayores –al menos el 90% de las muertes registradas en la UE se produjeron entre personas de más 60 años– pero han sido los menores de 30 los que han recibido el mazazo de sus efectos económicos y sociales de forma más intensa. Así, de acuerdo con los datos de la Encuesta Global elaborada por la Organización Internacional del Trabajo uno de cada seis jóvenes en el mundo perdió su empleo estos meses y los que lo mantuvieron vieron caer sus horas de trabajo un 23 %.
Si miramos a España, la situación es aún más grave. La tasa de paro juvenil ha escalado en tan solo nueve meses, del 30,5% al 40,45%. Pero ¿a qué se debe esta velocidad en los despidos? Sencillamente los jóvenes están sobrerrepresentados en las llamada industrias sociales –hostelería, comercio, educación, actividades artísticas y recreativas– las más afectadas por el confinamiento y las medidas de contención del virus, y, además, acaparan gran parte del empleo temporal. Una deficiencia estructural a la que hay que plantarle cara urgentemente, de lo contrario “los jóvenes seguirán sufriendo toda la volatilidad del mercado laboral y serán a quienes se despida ante cualquier revés de la actividad” apunta para Forbes Sara de la Rica, directora de la Fundación ISEAK.
A ese dato negativo se suma que, el 98 % de los centros de formación en todo el mundo se cerró a las clases presenciales durante los momentos álgidos de la pandemia, afectando a buena parte de los 496 millones de jóvenes en formación. Y, más de la mitad de los encuestados preveía retrasos en sus estudios se retrasarían y su transición a la empresa. Traducción. El parón en las clases presenciales frena el rendimiento académico, sobre todo de aquellos que viven en hogares con menor renta, y pone en jaque su futura incorporación al círculo laboral. “Cuanto más tarden en incorporarse al mercado laboral menores serán sus salarios y mayor su frustración y la pérdida de capital para el conjunto del país” matiza para Forbes Joaquín Nieto, director de la Oficina de la OIT para España.
El futuro del empleo ya está aquí
Durante el brote del Síndrome Respiratorio Agudo Grave –SARS– hace casi 20 años, las tiendas en Beijing permanecieron completamente cerradas. Fue entonces cuando Richard Liu, propietario de las tiendas Jingdong Century Trading Co. intentó esquivar la bancarrota a través de la venta de sus productos de forma online. Ese minorista es hoy JD.com, uno de los mayores gigantes del comercio electrónico mundial y el mayor competidor de Alibaba. Su iniciativa supuso el pistoletazo de salida al eCommerce tal y como lo conocemos. Estos días, China vuelve a marcar tendencia.
Las empresas del país asiático pisan el acelerador en la aplicación de las tecnologías de última generación –como la inteligencia artificial, los macrodatos y la computación en la nube– para prevenir y controlar el virus y, al mismo tiempo, continuar con su actividad sin miedo al contagio. Es decir, eliminan el contacto humano –por ejemplo, con la entrega de paquetes en vehículos sin conductor– y lo sustituyen por herramientas que hace solo unos meses parecían impensables. Así que, ya podemos afirmar que el futuro del empleo ha llegado.
El informe Digital Trust Survey 2012 elaborado por la consultora PwC a partir de la opinión de 3.249 directivos y responsables de tecnología en compañías de todo el mundo, confirma que el 40% de los entrevistados ha adelantado sus planes de digitalización hasta tres años. Además, se han visto obligadas a cambiar o rehacer sus modelos de negocio para poder subsistir. Una realidad que transforma las tareas, los puestos de trabajo y las aptitudes de una manera que no esperábamos y que no hace sino añadir aún más tensión a un mercado de trabajo fuertemente afectado por la pandemia. “Se está creando un ambiente de doble perturbación para los trabajadores”, asegura en su última publicación sobre la materia el Foro Económico Mundial.
En este contexto, pronostica el organismo, en sólo cinco años la mitad de las ocupaciones humanas van a ser desempeñadas por máquinas. Para 2025, 85 millones de puestos de trabajo podrían ser desplazados por un cambio en la división del trabajo. Y, pese a que surgirán muchos más –97 millones de acuerdo con las previsiones– la rapidez del cambio no permitirá a muchos llegar a tiempo y aprender las habilidades requeridas para entonces. Y sí, los jóvenes pueden ser de nuevo los perdedores del cambio porque, aunque son los primeros en adoptar las nuevas tecnologías, el riesgo de automatización de sus trabajos es mayor porque sus ocupaciones están ligadas a actividades en riesgo de desaparición.
Para remediar esta situación, los expertos Andrés Ortega y Federico Steinberg del Real Instituto el Cano proponen una novedosa iniciativa: hacer una pausa temporal en la automatización que reemplaza las actividades y el trabajo realizado por los humanos más expuestos a la competencia de los robots. “Hablamos de pausa temporal, un periodo limitado a dos años que debería ponerse en marcha de forma pactada entre sindicatos, patronales y gobiernos, a nivel nacional y a nivel europeo”, matiza Ortega, uno de los investigadores, a Forbes.
La idea es pisar el freno para coger impulso. Es decir, utilizar esta interrupción para lanzar un programa de recapacitación en la población laboral existente. “En ausencia de algún tipo de intervención estatal”, apunta el estudio, “las fuerzas del mercado tenderían a sustituir la mano de obra por máquinas lo que podría dar lugar a profundas cicatrices sociales y económicas que podrían desencadenar descontento social y alimentar el populismo”.
Coser los girones en la formación
Antes de la pandemia, la situación laboral de los jóvenes ya era comparativamente peor que la del resto de la población. Muchos sobreviven en un mercado con empleos de mala calidad, condiciones de trabajo precarias y limitadas oportunidades de progresión profesional. Obstáculos enquistados que impiden a las sociedades de todo el mundo aprovechar su gran potencial. Para mejorar esta situación, los expertos proponen comenzar a hacer cambios en todos los niveles educativos.
“Lo importante es conseguir que una amplísima mayoría de nuestra juventud pueda subirse a ese tren. Para eso la formación superior, tanto FP como la Universidad, debería reforzar la formación analítica. Es importante conseguir que las personas y las máquinas seamos lo más complementarias posibles”, opina la directora de la Fundación ISEAK. Porque tal y como se desprende del informe del IESE: Las competencias profesionales del futuro: un diagnóstico y un plan de acción para promover el empleo juvenil después de la COVID-19 existe un desajuste importante entre las competencias profesionales necesarias y las existentes.
Un 83% de las empresas encuestadas entre las que se encuentran el Banco Santander, BBVA, Google, Telefónica o Vodafone, manifiestan que tienen dificultades importantes para cubrir sus puestos de trabajo por la falta de idoneidad de los candidatos que se presentan. Por ejemplo, el 94% no encuentra jóvenes con con cimientos en big data, el 91% en inteligencia artificial y el 89% de las empresas no halla a expertos en robótica.
“Esto obliga a las empresas a suplir la falta de oferta con personas fuera de España, a incorporar perfiles con un exceso de cualificación o a invertir en recursos internos para formar a los perfiles contratados” detalla el informe. ¿Cómo es posible que con la tasa de paro juvenil más elevada de toda la OCDE las empresas en España no sean capaces de fichar personal para sus puestos vacantes? Sin duda, es una situación paradójica. “Los nuevos modelos de negocio digital han modificado los perfiles que buscan las empresas y también la propia estructura del trabajo diario”, explica a Forbes María Luisa Blázquez, investigadora asociada del IESE y partícipe del estudio.
Cambios que no solo afectan a los conocimientos que las empresas necesitan, sino a las habilidades profesionales y las actitudes. Por ejemplo, cada vez se trabaja menos en silos y más en equipos multidisciplinares donde es importante la capacidad analítica, la habilidad del trabajo en equipo, la iniciativa o las dotes de comunicación. El problema es que los curriculums de los jóvenes no responden a estas exigencias. Por eso, más que nunca cobra especial importancia el buen uso de las políticas activas de empleo, la orientación y el reciclaje. La tarea es titánica, y costosa.
El Foro Económico Mundial estima que reciclar a 1,3 millones de trabajadores de EE UU cuesta 34.000 millones de dólares, es decir 24.800 dólares por persona. La buena noticia es que, en esta ocasión, la Unión Europea sí que está dispuesta a mejorar la empleabilidad futura de la sociedad a través de grandes fondos públicos como el programa Next Generation. “Es importante recordar que el éxito de nuestros jóvenes es el de todos” recuerda a Forbes Joaquín Nieto, director de la Oficina de la OIT para España.
Las altas tasas de desempleo juvenil impacta negativamente en otras muchas dimensiones: dificultades materiales, perspectivas de futuro nefastas, y retraso de los pasos vitales hacia la edad adulta como la emancipación del hogar familiar o la creación de una familia propia. Hechos fundamentales para el bienestar general y crecimiento a largo plazo de cualquier país.
¿Mejor que nuestros padres?
“Estando todavía en el escenario pre-COVID en España, lo máximo a lo que podíamos aspirar las personas jóvenes era a una vida precaria”. Así comienza el último estudio del Observatorio de Emancipación de España que atestigua lo inalcanzable que es para la mayoría de las personas jóvenes el mercado de la vivienda.
“Arrendar o comprar una vivienda supondría, para una persona joven asalariada, destinar el 90,7% y el 60,4% de su sueldo neto, respectivamente” detalla el último informe de la organización. Cifras imposibles que alejan la posibilidad de independencia de toda una generación. Y sí, tienen razón cuando dicen que sus padres vivían mejor en términos económicos.
Los datos demuestran que la crisis del 2008 fracturó el ascensor económico intergeneracional. Lo demuestra el Banco de España tras analizar la evolución del salario medio mensual a tiempo completo a lo largo de la carrera laboral de los nacidos en 1967, 1977 y 1987.
“Con anterioridad a la crisis de 2008, los salarios medios mensuales antes de los 30 años de las generaciones nacidas más tarde eran similares a los recibidos por las generaciones anteriores. Sin embargo, con la llegada de la crisis los salarios medios dejaron de crecer con la misma intensidad” concluye el estudio. Un hecho que aleja las posibilidades de afrontar gastos relativos a la vivienda, como el alquiler o la hipoteca o los recibos de suministros.
Sin duda, un panorama desolador que no ha hecho más que empeorar tras los efectos del virus. De hecho, según los últimos datos de la Encuesta de Población Activa del Instituto Nacional de Estadística, la tasa de emancipación de los jóvenes en el tercer trimestre del año ha descendido un 16% con respecto al año anterior.