Nadie más en la sala lo sabe. La sala está repleta. Más de doscientas personas han acudido a la cena. José, los amigos le llamamos así, ignora que cuando suba al escenario todos los invitados sacarán una careta con su rostro que previamente les hemos regalado y le gastarán la broma de escucharle enmascarados en la entrega de Premios del TAPAS Chef Of The Year.
Apenas unos minutos antes de sentarnos, José Andres, como un Oso Yogui, me hace salir de la sala para presentarme a Jon Riberas. “Ven, te quiero presentar a alguien”. Jon Riberas, uno de los grandes titanes de la empresa española —propietario entre otros negocios de Gestamp junto a su hermano Francisco, y del maravilloso aceite Casa Hualdo, molturado en homenaje a su padre— mantiene la distancia. Riberas es el socio de José Andrés, pero es mucho más, es su amigo, lo admira, como lo hago yo. De su amistad es testigo el Potomac, el río que baña Washington, donde ambos viven. El tercer amigo es Javier del Pino que mantiene casa allí.
Dos meses antes salgo de la estación de tren de Union Station en Washington D.C., proveniente de la convención anual de Forbes en Nueva York, treinta y dos editores se han dado cita durante tres días para revitalizar la marca, y me espera una furgoneta de cristales tintados. En el interior, como si de un episodio de The Wire se tratase me espera Satchel Kaplan y José. La descripción de una furgo muy usada, con todo revuelto —comida, jerséis, revistas—, como si José Andrés estuviese de gira, podría servir para ilustrar el encuentro. Me monto en la parte de atrás, al lado de José y nos vamos a comprar cuchillos. “¿Cuchillos?, pregunto. “Sí, hay un puesto muy bueno en un mercado cercano. ¿Me acompañas?”. No sólo no tengo elección, sino que me parece un plan estupendo.
Cuando José Andrés se baja de la furgo, el corto tramo donde nos deja el conductor y la puerta del mercado se convierte en un Paseo de la Fama.“You inspire me, man” es la frase que se repite. Todos repiten la misma. “Tu trabajo me inspira, tu vida me inspira”. Bromeo con él y le digo que si los ha pagado para sorprender al periodista. La broma la uso para recordarme que en América el éxito es mucho más éxito que en ninguna parte, que su posición a favor de los inmigrantes y su compromiso social son su mejor receta. Intento imaginarme a un español agradeciendo a un emigrante su aportación a la sociedad. No es fácil.
Nos vamos a ver sus restaurantes, pero no se puede comer tranquilo. Cada diez minutos, quizá cada cinco, alguien le para y le susurra: “You inspire me, Chef”.
Quedan unos años para que el asturiano aparezca en la portada de Time —que ya no es de Time Warner—, no ha abierto aún el Mercado Little Spain en Nueva York, no se ha disparado su fama con World Central Kitchen, ni ha venido a recoger el premio TAPAS Chef Of The Year, que el próximo 22 de noviembre recogerá en el Casino de Madrid Dominique Crenn. José Andrés ha participado en la elección de Dominique, la primera mujer en Estados Unidos en recibir tres estrellas michelin. Francisco Roncero nos dará de cenar. Dominique vendrá acompañada de su pareja, la actriz, María Bello.
Pasará un año más hasta que nos volvamos a ver. Quedo con José Andrés en Little Spain, el proyecto que junto a su amigo y socio Jon Riberas, acaban de abrir con Ferran Adria en Hudson Yards, el nuevo lugar para fotografiar en Nueva York, tras la apertura de The Vessel, la gran vasija. Tampoco se puede caminar con él y para hablar tranquilos tenemos que subir a un restaurante griego que hay en el complejo de tiendas de la zona. Según entramos la sala entera deja de masticar.
Al día siguiente quedamos a comer con Adria y su mujer, Isabel, en Cosme el restaurante de Enrique Olvera, el mejicano de moda en la ciudad tras el éxito de Pujol, el mejor chef del Distrito Federal. Ahora Olvera está asociado con Daniela Soto-Innes. Enrique no está en la ciudad. Elige José Andres. Con José no se puede hacer otra cosa que asentir, el Chef es el jefe. La comida es pantagruélica, ni Ferran, ni su mujer, ni yo podemos más. Comer y beber con José Andrés es sobrevivir a un halago constante de platos con los que el restaurante quiere alagarle. Tiene mucho sobrepeso y va muy acelerado. Ferran y yo comentamos que debería cuidarse.
Han pasado dos años desde aquella comilona, José Andrés se ha hecho el Camino de Santiago, se ha puesto a dieta, se ha dejado una barba cuidada que le estiliza; es uno de los inspiradores del resurgir hostelero de la calle Ibiza; ha protagonizado la campaña de Alimentos de España ‘El País más rico del mundo’; ha sido elegido por Jeff Bezos para recibir una donación de 100 millones de dólares para su ONG y ha anunciado su nueva empresa —José Andrés Media— para producir una serie de documentales para Discovery. Este viernes fue galardonado con el Premio Princesa de Asturias de la Concordia. Y esto es solo el principio los que conocemos a José sabemos que tiene siempre hambre. Hambre de ser él mismo.