En febrero, el mes siguiente a la publicación el 10 de enero de su autobiografía «Spare», el príncipe Harry ha alcanzado una meta que antes se creía inalcanzable para cualquier otro miembro de la familia real británica: la popularidad de Harry, expresada en cifras negativas en una amplia encuesta del público estadounidense encargada por Newsweek, es ahora inferior a la de su tío el príncipe Andrés, cuya propia retirada de la monarquía fue causada por su amistad de décadas con Jeffrey Epstein.
Es significativo, en la encuesta de Redfield y Wilton para Newsweek, la tasa de descenso de la popularidad del príncipe Harry en el corto espacio de tiempo transcurrido desde diciembre, inmediatamente antes de la publicación del libro pone el foco directamente en el libro y en la propia agenda publicitaria televisada de Harry en torno a la fecha de publicación. Las cifras son: la popularidad de Harry ha caído en picado 48 puntos desde diciembre hasta mediados de febrero, lo que se traduce en un índice de aprobación neto de -10. Según el sondeo, durante el mismo periodo Meghan Markle consiguió una caída menor de 40 puntos, pero como empezó siendo mucho menos popular que su marido entre los encuestados, su descenso aún se tradujo en un índice de aprobación neto de -17.
Para ser justos, aunque Meghan Markle es una figura imprescindible y muy querida en el libro de Harry, se la mantuvo en gran medida alejada de la intensa publicidad que lo rodeaba, cediendo ese protagonismo a su marido. El mensaje claro de la ausencia de ella en el escenario a su lado fue: «No hay que contar la historia de Harry». De hecho, la Sra. Markle estuvo en gran medida ausente de las salidas públicas inmediatamente antes y después de la publicación del libro, por lo que no es tan fácil discernir las causas de su vertiginosa caída, aparte de decir que está unida a su marido, por lo que su popularidad se vería igualmente afectada.
Se corte como se corte, se trata de un descenso prolongado, específico y pronunciado que la pareja se esforzará por remediar de diversas maneras, a saber –ya que ahora son en el sentido corporativo más amplio una empresa de medios de comunicación y entretenimiento formidablemente respaldada– con más de su producto marca Archewell. No es seguro que la carrera de Meghan Markle en Spotify vaya a tener una segunda temporada. La primera fue más bien chapucera, pero debería haber algún producto de Netflix para lanzar en los próximos meses.
Lo que los esforzados directores de relaciones públicas de la pareja se esforzarán por atajar, son los efectos de la caída de la popularidad de la pareja en su capacidad para desarrollar, y vender, entretenimiento y/o contenidos mediáticos significativos.
En el frente social, sus recientes resultados en las encuestas también tendrán un efecto. Cuando llegue el momento –es decir, cuando los tabloides británicos aumenten en abril su inevitable cobertura sobre si van a insultar o no al nuevo Rey–, importará la respuesta del príncipe Harry y Meghan Markle a la pregunta de si asistirán, y en qué consideración, ellos y/o sus hijos a la coronación de Carlos en mayo. Que su asistencia a la coronación impulse, o incluso frene ligeramente, la caída de la pareja en las encuestas en Estados Unidos está muy en el aire, pero la investidura más rara y más formal dentro de la monarquía y para el Reino Unido sí se mantiene como el próximo gran trueno de acontecimientos públicos que se agolpan en el horizonte de la familia real británica y, por tanto, de Harry.
Independientemente de cómo funcione, o no, la coronación de Carlos para la pareja, será cada vez más importante para el príncipe Harry y Meghan Markle que no se les vea enfadados o «quejándose» de cualquier cosa, pero muy especialmente las quejas sobre cualquier cosa relacionada con su «trato» por parte de la familia de Harry. Es decir: el libro Spare, con sus buenas ventas, ha asumido ser la propia agencia de Harry y Meghan Markle. En efecto, se ha convertido en su propio personaje, una especie de pregonero de la pareja. Está ahí fuera y se percibe que ocupa su propio espacio de «queja».
De todas las parejas de famosos conocidas en Hollywood, el príncipe Harry y Meghan Markle apenas necesitaban un quejica más a su lado o en su compañía, pero han creado uno. Y tiene vida propia.
En el momento de escribir estas líneas, según los informes, el Palacio de Buckingham aún no ha cursado ninguna invitación, pero será su respuesta a la invitación –es decir, cómo «gestionarán» el evento– lo que será clave para los Windsor de Montecito.
Las cifras de popularidad de Andrés en EE.UU. proporcionan algo de contexto. Según la encuesta Redfield y Wilton de Newsweek, el índice de popularidad de Andrew se sitúa en -2, o dicho de otro modo, ocho puntos por encima de su sobrino y 15 puntos por encima de Meghan Markle. Esto es notable.
Es útil recordar la difícil situación legal y de relaciones públicas de Andrew: su estrecha amistad de décadas con la antigua consigliere de Epstein, Ghislaine Maxwell; sus estancias documentadas con Epstein en las mansiones de Epstein en Nueva York y Palm Beach, así como en la isla caribeña privada de Epstein, Little St. James; su juego durante años para evitar cooperar con el Departamento de Justicia de EE.UU. en el asunto Epstein; e incluso su acuerdo en la demanda civil interpuesta por su acusadora Virginia Roberts Giuffre, todo ello sumado a un largo y lento viaje hacia el fondo en las cifras de popularidad en el Reino Unido y en EE.UU.
Conclusión: teniendo en cuenta ese historial, el hecho de que el príncipe Harry y Meghan Markle no puedan superar las cifras del príncipe Andrés en Estados Unidos debería ser motivo de preocupación inmediata.