72.480, El Gordo de la Lotería de Navidad
Opinión Kerman Romeo

El ‘status’ del lunes: Loa al Frigopie

Comiendo helado
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Si lo piensas en frío, es raro. Y sueles pensarlo en frío, que para algo es un helado. Claro que es raro. La descripción objetiva de alguien comiéndolo podría ser: Pepito está chupando un pie. Porque es lo que chupas: un pie. Que sabe a fresa y no a queso semicurado, que no tiene callos ni uñas, pero, al fin y al cabo, un pie es lo que es y tú lo chupas. Pienso en la mente de quien inventó este helado y no sé si considerarlo un genio o un degenerado, aunque seguramente me incline por lo primero, que no tiene por qué excluir lo segundo. Juzgándolo benévola o cruelmente, convendremos en que algo de fetichista sí que tenía el creador del Frigopie, el helado más icónico que existe y existirá jamás.

Nació en los ochenta, con lo que a muchos nos ha acompañado toda una vida. En realidad, es el hermano pequeño del Frigodedo, que nunca cuajó tanto. Creo que, en parte, porque no desataba nuestros instintos más freudianos. Resumo vulgarmente esta afirmación: un porcentaje de la población se muerde las uñas o se chupa los dedos (especialmente, después de comer Risketos) sin parecernos extraño, pero ¿cuántos lamen o reconocen lamer pies? No el suyo propio, que a eso llegan Marilyn Manson y pocos más, pero incluso los de otros. Si acaso, hay aficionados puntuales. Pero nunca como con la mano, que es indisociable de nuestra boca desde que nacemos. En fin, que creo que el Frigopie sobrevivió y se convirtió en un helado inmemorial por su rareza y por las pulsiones que desata en nosotros.

Hoy en día, el Frigopie me recuerda a ese amigo que todos tenemos, el que está ahí para cuando lo necesitas, a pesar de que no sea tu compañero de fechorías habitual. Seguro que todos tenéis alguno de esos amigos que conoces desde pequeño y al que ves de forma puntual, pero que te da una tranquilidad absoluta que esté ahí. Esos colegas con los que pasan los años, incluso sin hablaros, pero con los que te sigues sintiendo cómodo en el reencuentro. Amigos que no reprochan nada. Compañeros, en definitiva. Para mí, eso es el Frigopie: la opción que casi nunca escojo, pero que quiero que siempre esté ahí. Le doy poco cariño, es cierto, pero nunca me lo reprocha o me hace sentir incómodo cuando recurro a él.

Algunas veces pienso en qué pasaría si el Frigopie desapareciese, si dejase de ser mi amigo. No creo que pase nunca, pero la vida nos sorprende con cosas así y luego ya no se puede recuperar el tiempo. Estoy seguro de que el vacío sería muchísimo más grande que con otros helados que pido habitualmente, que representan a esas pasiones repentinas a las que tanto tiempo dedicas. Hoy me prometo que, a pesar de que los tenga muy vistos, voy a dedicar más tiempo a todos mis frigopies. Tranquilos todos, que por el momento sólo chuparé pies helados y siempre metafóricamente.

Feliz lunes y que tengáis una gran semana.

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