Opinión Kerman Romeo

El ‘status’ del lunes: Sueño con zumos de naranja

El ‘status’ del lunes: Sueño con zumos de naranja
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Imagino que mi delito ha prescrito. No estoy seguro de que hayan pasado los años necesarios, pero por dignidad tengo la obligación de confesar algo: durante mucho tiempo me inventé sueños, historias que jamás se le ocurrieron a mi subconsciente, pero que me hacían parecen interesante. Imaginé grandes persecuciones, tuve actuaciones heroicas memorables, se produjeron acontecimientos inolvidables y llegué a volver al pasado, como si mi cabeza fuera un Delorean, para luchar en el Coliseo. Nunca soñé nada de eso, pero era divertido contarlo y, sobre todo, ocultaban la humillación que yo sentía por recordar poco lo que sueño y, en la mayor parte de las ocasiones en las que me acordaba, por ser mi material onírico lo que yo consideraba por aquel entonces una tontería supina.

Mentía porque Morfeo a mí no me traía, ni suele traerme, grandes gestas. Mis sueños habituales suelen ser tremendamente cotidianos; sueño cosas como que me tomo un zumo de naranja recién exprimido, que me levanto de la cama y voy al baño, que estoy tumbado en el sofá leyendo un libro o, simplemente, que estoy conduciendo con mi novia sentada en el asiento del copiloto. No pasa mucho más. Ni el zumo tiene propiedades mágicas que musculan a quien lo toma cual José María Aznar, expresidente del Gobierno y posible imagen de una marca de batidos de proteínas, ni de la taza del váter sale un aturdido genio de ‘Aladdin’. Semejante inventiva, nótese la ironía, me avergonzaba y me inducía a la mentira. Hasta que me di cuenta de que no soñaba menudeces, sino preciosas vivencias cotidianas.

Grité ‘Eureka’ cuando me di cuenta de todo esto el otro día, mientras desayunaba. Di dos largos sorbos a un zumo de naranja recién exprimido y, mientras sus vitaminas me revitalizaban como a Lance Armstrong la cena tras subir el Tourmalet, me reconcilié con la humanidad. Si la sensación que me produjo no es felicidad, de verdad que no sé lo que lo es. Esas naranjas exprimidas me demostraron que uno puede tener grandes aspiraciones y ambiciones, pero que lo que produce placer de verdad suele estar en cosas tan simples como dar dos largos tragos a un zumo a primera hora.

Durante mucho tiempo busqué tener historias que contar y por eso me inventé grandes hazañas que nunca ocurrieron en mis sueños. Ya nunca lo hago. Hoy me siento orgulloso de despertarme y tener frescas en la memoria cosas aparentemente banales que me producen una felicidad absoluta. Durante mucho tiempo no fui consciente de que la vida es más bonita si no la azucaras, si disfrutas de esos momentos que no fotografiarías. Tardé mucho tiempo en entender que a veces las cosas aparentemente pequeñas son las que se echan de menos y que, aunque tenga pulpa, a un trago de zumo recién exprimido no lo supera ni una victoria en la arena ante los ojos de Marco Aurelio.

Feliz lunes y que tengáis una gran semana.

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