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Historia de una mesa en El Celler de Can Roca

Historia de una mesa en El Celler de Can Roca
FOTO: Toni Vilches.

Todas las mesas tienen una historia. Las del Celler guardan miles. Once meses de espera para cenar allí es solo una línea de tiempo. O quizá algo más. Es la manera de medir las ilusiones de los que creen que la hospitalidad de Joan Roca y sus hermanos fijará en la memoria las emociones. Y así es.

Este jueves por la noche presentamos en una de sus mesas, en la más grande, en la reservada para las ocasiones especiales, Raíces, el libro que he tenido el honor de editar con SPAINMEDIA en el que Pitu y Jordi Roca con su hermano rinden tributo a sus mejores proveedores. Sacha, el chef zascandil los fotografió; Ignacio Medina, los textos. Mi trabajo anoche, como en el libro, fue ser el anfitrión. ¿La misión? Reunir lectores curiosos, escritores insensatos, arquitectos modelos, emprendedores adolescentes, agricultores artistas o pinchadiscos gourmets.

Canceló en el último momento Bárbara Allende Gil de Biedma, ‘Ouka Leele’, asustada por el desbordamiento del río en Girona. Quienes la echaron de menos, Rosa Montero, el DJ gourmet Wally López, el ex Tate Modern Vicente Todolí, el humanista y arquitecto Oscar Tusquets, Carlos ‘Subterfuge’ Galán y el escritor José Ángel Mañas, se pusieron con este cronista hasta las patas.

Hablamos del libro en los postres con Joan y Pitu. Nos admiró la abnegación del oficio y nos reímos con el anecdotario “secreto” que no desvelaré por respeto a la casa. Montero, que quiere acabar su nueva novela este otoño, me dijo que ya había puesto en su Facebook la foto desde la ventana de su hotel que tiene costumbre colgar. Tusquets, tan contento, me contó que Uniqlo le había pagado por posar para la campaña de la apertura de su tienda en Barcelona, Galán le dio las gracias a Mañas 25 años después de Historias del Kronen, porque gracias a su libro fichó a Australian Blonde y su Chup Chup le proporcionó los primeros billetes gordos. Mañas, en su primera experiencia hipergastronómica, nos hizo reír a todos cuando nos contó cómo el AVE se lo había llevado a Figueras una hora antes del festín porque tuvo que volver a subir al tren porque se había olvidado del móvil (embebido en la conferencia sobre Galdós que le toca pronunciar este sábado). Wally López había parado en Barcelona para comer en la Taberna de Albert Adrià y nos contó que tiene tres habitaciones llenas de zapatillas, son su colección. “Como Imelda Marcos“, zigzagueó Montero. Y luego estuvo Vicente Todolí, ex Tate Modern, director del Hangar Bicoca, la galería del dueño de Pirelli, y dueño de la mejor colección de cítricos en Palmera, su pueblo, en la comarca de la Safor: “Mira, Andrés, yo tengo dos velocidades: 0 y 200”. Y toda la cena fue a 200, yo diría por segundo. Y Vicente, con las dos manos heridas –una de cortar cítricos y otra del mordisco de un perro suyo al que “le estaba dando chuches”-, le disparó a todo: “Te apuesto a que te doy a probar culatello y jabugo y no los distingues”; se lo bebió todo: “Humm… este… cuando de nariz es tan bueno en boca no puede ser que esté mejor (sobre un vino rosado de Viña Tondonia mezcla de tempranillo y viura).

Conversamos tan alto, como solo los españoles sabemos hacerlo cuando estamos felices; aprendimos de gastro (¿sabías que hay copas con una bola de cristal dentro para que los tintos se decanten al caer?), repetimos cuanto quisimos y nos sentimos especiales de presentar en Casa Roca este libro, sabiendo que fuera estaba preparado un generador por si acaso el mal tiempo, que va a su bola, le daba por cortar la luz. ¡Qué tipos estos Roca! ¡Qué generosos! No me extraña que el BBVA los haya renovado otra vez su contrato de embajadores. No es fácil encontrar gente de excelencia que también tenga valores. Porque ellos lo valen.

Lástima que de Casa Roca al Meliá tuviésemos que coger tres taxis, porque de haber ido en una furgoneta todos juntos a buen seguro nos hubiéramos echado unas canciones. Como no pudo ser, tras cinco horas de conversación, papilas gustativas y buenos vinos, le pedimos al taxista que nos retratase. En Girona los taxistas te llevan y te traen pero si les pides que hagan de fotógrafos, se ofrecen gustosos. De eso fue la noche, de celebrar el buen gusto.

Fotogalería: Historia de una mesa en El Celler de Can Roca

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