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Las coleccionistas apostaron por las mujeres artistas en 2020

A la vez que el sector experimenta un auge en su etapa pospandémica, la presencia de la mujer artista se consolida en las galerias de arte pero sigue existiendo una importante ausencia de mujeres en la gama alta de este mercado.
La obra 'Infinity Mirror Rooms' de la artista japonesa, Yayoi Kusama.

Al entrar este julio en Ifema para conocer y comprar arte había algo extraño que se repite en todas las ediciones: la presencia de mujeres en las galerías que componían Arco era mínima. De cada 100 artistas hombres había obra de seis artistas españolas. En total, la presencia de las creadoras en la feria de arte contemporáneo fue del 26,5%, según los datos que recogió la asociación Mujeres en las Artes Visuales (MAV). Esta cifra no es un fenómeno español, en Art Basel de Basilea, Suiza, Miami y Hong Kong la presencia de ellas no llega ni siquiera a una cuarta parte de los artistas reunidos. La buena noticia para la igualdad es que en ferias emergentes, como JUSTMAD e HYBRID, sí se encuentra la paridad ansiada, con un 47% y un 53% de artistas mujeres, respectivamente.

El informe The Art Market 2021, publicado recientemente por Art Basel y UBS sobre las cifras del año 2020, indica que las coleccionistas con una riqueza que supera el millón de dólares invirtieron más en compra de arte, 188.700 dólares de gasto medio, que los coleccionistas masculinos, 188.600 dólares. Las diferencias se incrementaron, sobre todo, en el Reino Unido: las coleccionistas sumaron un gasto medio en arte de 429.000 dólares en 2020, casi el doble de lo gastado por los hombres. Las cifras llaman la atención en un año en el que el mercado mundial experimentó una caída del 22%, una cifra que no ha crecido más gracias a la venta online (alcanzaron 12.400 millones de dólares, un nuevo récord para el sector).

«Ha habido un cambio en los últimos años», dice la coleccionista Alejandra Castro Rioseco sobre la importante llegada de capital en poder de mujeres. El dinero cambia de manos, el mercado del arte también. «No sólo la independencia económica, también la independencia de decisión y la capacidad de las mujeres de crecer y creer en sus sueños y proyectos. Hemos creado una red social más consciente que apoya a las artistas», añade la directora de MIA Art Collection. Apunta que el mundo del arte puede hacer dos cosas ante el cambio que se avecina: cometer el mismo error y mantener la desigualdad o reivindicar la igualdad para evolucionar. Ese es el valor de apoyar a las colecciones, las coleccionistas, las artistas y las acciones que visibilicen estas cuestiones básicas. 

«Si no actuamos con fuerza y rápido, el mundo del arte seguirá tal cual. El mundo le teme a las mujeres ¡y eso necesita también cambiar! Deben entender que esto es algo que la historia le debe a miles de mujeres artistas, a sus familias y a todos los que amamos el arte», añade Castro Rioseco, que se lamenta de la baja participación de las mujeres en «la propiedad del mundo». Esta falta de representación se comprueba, como indica el informe The Art Market, en la mayor ausencia de ellas en las grandes galerías. Son los comercios más pequeños los que tienden a la paridad. Esto está relacionado con la falta de artistas mujeres en la gama alta del mercado. Además, aunque la cantidad de obras de artistas femeninas creció ligeramente entre las coleccionistas ninguna confirmó la paridad de género en sus fondos, según el citado informe: la proporción de obras de mujeres abarca una media del 29% en los EEUU y del 40% en el Reino Unido.

Los 25 artistas que más vendieron en 2020 sumaron un total que superó los 50 millones de dólares. Entre ellos aparecen dos mujeres: Joan Mitchell (con un mercado de 71 millones de dólares) y Yayoi Kusama (62 millones de dólares). Otras 11 artistas tuvieron ventas superiores a los 10 millones de dólares. Casi todas ellas eran artistas nacidas en la posguerra y contemporáneas, que son una minoría del 13% en las ventas totales (frente al 5% que alcanzaron las ventas de las maestras antiguas). 

Son datos que desvelan un ligero cambio de tendencia del arte. Así como en la primera década del siglo XXI la cantidad recaudada en el mercado por la venta de obra de arte de mujeres fue la mitad que la registrada durante la segunda, los especialistas avisan de que la tercera década, que acabamos de iniciar, la cifra volverá a duplicarse. Esto quiere decir, según el profesor de finanzas en la Escuela de Administración de Yale, William Goetzmann, que el arte de las mujeres representa una gran oportunidad, porque se puede acceder a arte de grandísima calidad «a un precio de ganga». Es el mejor momento para reequilibrar las colecciones públicas y privadas e invertir en las artistas. Más tarde, cuando la fiebre del oro estalle, alguno se llevará las manos a la cabeza por haber descuidado obras de arte extraordinarias a bajo coste. Como indica la coleccionista Castro Rioseco, cuando el mercado abra los ojos y vea la desigualdad «entenderá los beneficios de incluir mujeres en sus colecciones y estar en la vanguardia».

La desigualdad está tan silenciada como las propias artistas. Se ha naturalizado en la compra y venta del arte como en el resto de la sociedad, porque el prejuicio es mucho más barato que la igualdad. Es decir, si el precio del arte se decide por comparación y el mercado ha aislado a las mujeres en un grupo de género que no se compara con los hombres, el precio de ellas seguirá siendo muy inferior al de ellos. Si bien los hombres se comparan con épocas y escuelas similares entre ellos, con perfiles y trayectorias parecidas, a las mujeres nunca se les incluye en este sistema tan arbitrario. Esto limita por completo el valor de la obra femenina. No se trata de calidad, sino de discriminación. Sólo el trabajo de Picasso, según los datos registrados por el estudio de In Other Words, acumula la misma cantidad de dinero que la venta de obra de 6.000 mujeres artistas. 

El mercado primario reacciona, pero en el secundario (subastas) el techo de cristal es mucho más resistente. Los hombres representan el 96,1% de las ventas. Propped es la pieza de una artista viva por la que más se ha pagado en subasta: en 2019 Jenny Saville vio cómo su obra llegaba a los 12,5 millones de dólares. Un año antes, Jeff Koons (creador de Puppy, el perro del Guggenheim de Bilbao que se muere) había marcado el récord masculino: 91,1 millones de dólares por su Rabbit. El precio del cuadro pintado por Saville no llega al 14% de lo que se pagó por el conejo metálico construido en la fábrica de Koons.

¿Y España? 

Marta Pérez Ibáñez, responsable del estudio sobre desigualdad de género en el sistema del arte en este país, constata «una desigualdad notable entre los precios de venta de artistas hombres y mujeres en el mercado primario, aquel en el que el precio de venta repercute directamente en los y las artistas». Pero deja un atisbo de esperanza en sus conclusiones, al mencionar el acceso «muy numeroso» de la mujer a las artes plásticas y visuales en las últimas generaciones. Esto supone un incremento de la oferta de las mujeres artistas en las galerías. «La producción artística femenina ha empezado a despertar interés tanto a nivel institucional como en el seno del mercado, y en los últimos años, además de reconocerse la excelencia de artistas largo tiempo silenciadas o desconocidas, hay una clara intención de incorporar obras de estas en museos y colecciones relevantes», asegura Pérez Ibáñez. 

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