Johanna Jaskowska (París, 31 años) pasó su infancia junto a un ordenador y una videoconsola Dreamcast. “Nací en la era de internet y me convertí en una nerd de las nuevas tecnologías. Tenía pocos recursos en casa y gracias a la red pude jugar a videojuegos y escuchar música como el resto de niños”, confiesa la creadora digital que experimenta con la realidad aumentada y que cuenta con 480.000 seguidores en Instagram.

La necesidad se convirtió en virtud y Johanna es hoy una de las artistas digitales más reconocidas de la industria, que ha trabajado para marcas como Prada, Valentino, Givenchy, Jean Paul Gaultier o artistas como Lady Gaga, Billie Eilish o J Balvin. El éxito repentino respondía a algo tan innovador como revolucionario: la creación del primer filtro de belleza de Instagram, Beauty3000, en 2019, una perfección plástica y prismática que atrajo a admiradores como Kendall Jenner a su perfil. “Fui pionera en este tipo de filtros con estética futurista porque en aquel entonces sólo había representaciones kitsch. Era mi manera de conceptualizar cómo nos veríamos siendo cyborgs aunque hoy en día ya lo somos porque dependemos completamente de la tecnología”, argumenta.

La artista Johanna Jaskowska fotografiada en Nueva York en 2019.

Para llegar a ese éxito, Johanna tuvo que vivir su propia búsqueda personal. Tras estudiar Bellas Artes en París y trabajar como asistente en un festival de arte contemporáneo y haciendo visuales en el mundo de la noche, se marchó de la ciudad para instalarse en Berlín. Una ciudad que le ayudó a potenciar su faceta más experimental: “Empecé a trabajar en una agencia de publicidad donde hice la primera web en formato videojuego que se hizo viral. Y es que lo que más me gusta de mi trabajo es desafiar las normas, romper con lo establecido y suscitar conversaciones significativas”.

Sus creaciones tuvieron tanta repercusión que Nike llamó a su puerta y tuvo que mudarse a Estados Unidos. A cualquier profesional le hubiera fascinado esa oferta –de hecho, a ella le fascinó–, pero al poco de llegar, el mundo empezó a colapsar con la pandemia y, dijo adiós a la multinacional para mudarse a España. Era marzo de 2020. Poco antes había conseguido otro hito: crear la primera prenda de alta costura digital. Un avance que ha cambiado la industria de la moda. “Una manera de no caer en las dinámicas de consumo masivo a las que estamos acostumbrados y porque te puedes inventar prendas que no podrían existir en el mundo tangible. Como, por ejemplo, una prenda hecha de agua o de humo”. El NFT de moda digital se vendió por 9.500 dólares en un festival cripto.

En medio de sus logros profesionales, el año pasado la artista emprendió otro viaje que le cambió la vida: la maternidad. “Tener una hija ha sido lo mejor que me ha pasado en la vida, ha sido un trabajo terapéutico de introspección, de plantearme quién soy y de volver a mi esencia”. El nacimiento de su hija hizo que se enfocara en un nuevo proyecto: Pati/o, un nuevo espacio creativo en el barrio de Carabanchel; un lugar de encuentro concebido como estudio de creación y experimentación artística donde se juntará con otros artistas. Un nuevo hito en el historial de la creativa que le permitirá volver a romper con lo establecido para poder generar las nuevas bases de la era digital.