Marisa Fernández Armenteros (Santander, 47 años) leyó la novela Un amor, de Sara Mesa, en pandemia y se quedó atrapada por una trama que habla de juicios morales, miserias y deseo. «Lo peor que puede hacer una película es no molestar a nadie», pensó esta productora y fundadora de Buenapinta Media. Armenteros supo enseguida que quería contar una historia que incide en cómo las mujeres hemos sido educadas para ser deseadas: «La ficción nos tiene que zarandear».
Escogió sin dudar a Isabel Coixet –con quien había trabajado en Mapa de los sonidos de Tokio– por su extraordinaria sensibilidad dirigiendo, en especial, secuencias de sexo. Una cuestión clave en el contexto de una película que habla sobre pasión irracional entre dos personajes que pertenecen a mundos diferentes.
Un día después de compartirle la idea, Coixet había leído la novela y le proponía comprar juntas los derechos para llevarla al cine. Sara Mesa accedió inmediatamente y cedió su obra sin intención intervencionista en la adaptación. Ellas fueron los primeros eslabones de una cadena de producción fundamentalmente femenina: hasta un 80% de mujeres en el equipo técnico.
Marisa reflexiona sobre las expectativas de los Goya reivindicando una combinación de intuición, trabajo y compromiso en su condición de productora: «Mi prioridad es levantar proyectos».
A pesar de su extensa trayectoria (estuvo nominada al Oscar con El agente Topo) su empresa, Buenapinta Media, es una compañía creada en 2021 y con ella experimenta la adrenalina de ser emprendedora y la valentía de las decisiones.
Combate los egos con una mezcla de cariño y vehemencia; se lanza a las historias que le conmueven y adquiere un compromiso absoluto que implica renuncias personales considerables ya que el proceso de cada película emplea unos tres años: «Tienes que tener un quijotismo«. Así define Marisa la clave para mantener la energía del proceso y de su equipo.