No hay historia que se le resista ni conflicto que no esté dispuesta a vivir en primera persona. Su incansable curiosidad la ha llevado a cubrir los atentados del 11-S, –donde se encontró con una ciudad traumatizada–; el tsunami de Fukushima, tras un fuerte terremoto de magnitud 9; la guerra de Irak, en la que sobrevivió escondida en una trinchera a los ataques del bando de Sadam Hussein; o la guerra de Ucrania, dónde retransmitía por redes sociales como eran avisados para bajar a los refugios antiaéreos en Kiev.
Almudena Ariza (Madrid, 60 años) lleva más de 20 años recorriendo el mundo al pie de la noticia. Admite tener algo de alergia a los despachos y oficinas, ha trabajado directamente con Letizia Ortiz en sus primeros años de profesión y visitado Corea del Norte en dos ocasiones, con todo lo que eso conlleva.
Madre de dos hijos, Adrián Carbajo Ariza (32 años) Paula Carbajo Ariza (28 años), uno de sus últimos posts en Instagram hace referencia a las infancias marcadas por el odio, la violencia, la desesperanza, la pobreza y las armas a la que miles de niños de la Cisjordania ocupada tienen que enfrentarse en la actualidad.
Cuando se dispuso a responder a mis preguntas, la ganadora del premio de periodismo europeo Salvador de Madariaga (entre muchos otros) se encontraba sentada en un avión con rumbo a Cisjordania, a una hora de la franja de Gaza, en la que ya se contabilizan más de 21.000 muertos y 55.000 heridos.
Su empeño y sacrificio la mantienen en la vanguardia del periodismo internacional mientras continúa desafiando límites, recordándonos a todos la importancia de mantenernos informados y conectados con las realidades que moldean nuestro mundo.
Has cubierto todos los grandes conflictos de los últimos 40 años. ¿Cual de todas las historias que has contado se te ha quedado grabada a fuego en la memoria?
Hay decenas y decenas de historias dentro de mí. Es como si las guardara en distintos cajones. Y de pronto, los protagonistas de esas historias reaparecen, por algún motivo. Los recuerdo por una canción, por una película, porque vuelvo al lugar donde los encontré, porque leo algo que me activa ese recuerdo, porque se conmemora alguna fecha que me lleva de nuevo al acontecimiento que cubrí, porque las redes me muestran fotografías de entonces… He visto mucho dolor y mucho sufrimiento a lo largo de mi carrera pero también he conocido a muchas personas heroicas que no solo han logrado lidiar con ese dolor sino que lo han canalizado devolviendo al mundo generosidad, bondad y compasión.
Háblame de tu proyecto “Periolistas”.
«Periolista» es una palabra peyorativa que se usa en redes sociales para desprestigiar a las mujeres que ejercen como periodistas. Por este motivo he creado la marca. Mi intención es poner en valor y reivindicar lo que hacen mis compañeras. Con esta iniciativa busco cambiar el significado de la palabra y transformarla en un símbolo de empoderamiento y valentía. Utilizar alguno de los productos de la web es llevar un símbolo de periodismo comprometido y ayuda a contribuir a la visibilidad de la lucha por la verdad. Además, con nuestras bolsas apoyamos a mujeres en riesgo de exclusión. Están fabricadas a mano, en talleres sociales y con materiales sostenibles.
¿Qué diferencia, a la hora de informar, existe entre ser corresponsal en EEUU y serlo en la zona de Asia-Pacífico?
Esencialmente, mi objetivo como periodista no cambia. Trato siempre de hacer entender qué es lo que pasa en el lugar en el que estoy trabajando, y cómo puedo explicarlo a través de historias locales, priorizando siempre las historias de las personas comunes, que a veces son las más extraordinarias. Por decirlo claro: prefiero que la gente cuente lo que le pasa y no contar yo lo que le pasa a la gente.
Esto es más difícil en los lugares donde no hay libertad de prensa o donde existe la censura, o donde pueden detener a alguien por el simple hecho de hablar a un periodista, donde te limitan los movimientos o no puedes acceder a las fuentes. De EE.UU. hay cosas que no me gustan, pero reconozco que es el país en el que he sentido más respeto hacia nuestra profesión por más que, también allí y desde algunas trincheras populistas, algunos traten de minar la confianza en el periodismo.
Comenzaste en la radio, pasaste por concursos de la tele, presentaste el telediario y empezaste con la corresponsalía en Nueva York. ¿Qué recuerdas de aquellos primeros años en la ciudad que nunca duerme?
Cuando era niña soñaba con dedicarme a la música, estudié guitarra clásica y flamenca (parte de mi familia es de Cádiz y en mi casa amamos el flamenco) y fue la música la que me llevó hasta Radio Algeciras, donde un verano probé suerte presentando discos. Tenía 17 años, y ese verano fue crucial porque descubrí la magia de la radio y lo fascinante que era conectar con personas que no me veían pero que me escuchaban con atención y a las que les importaba lo que yo decía.
Me gustaba contar las historias de las canciones, de sus autores e intérpretes. Investigaba mucho sobre ello. Visto con perspectiva creo que ya empecé a hacer periodismo de forma espontánea. Un año después estaba ya estudiando la carrera en la Facultad de Ciencias de la Información y, al mismo tiempo, trabajando en emisoras locales, donde empecé a curtirme en muy distintas facetas. Aprendí a entrevistar, a buscar historias en la calle, a hacer contactos que me nutrieran de noticias, a improvisar en programas en directo, a hacer el control técnico, a grabar cuñas publicitarias… La radio local suele ser la mejor escuela para los periodistas.
Durante varios años trabajé en la Cadena Ser, en los Servicios Informativos, y más adelante, me ofrecieron, en TVE, presentar un espacio de noticias. Fue mi estreno en televisión, un medio al que me costó años acomodarme, por la complejidad técnica y porque yo no estaba acostumbrada a trabajar en equipos grandes. En TVE presenté todos los Telediarios, Informe Semanal y también trabajé como reportera hasta que llegó mi primera cobertura internacional, los atentados contra las Torres Gemelas. Mi trabajo gustó a mis jefes y a partir de ahí comencé a encadenar ya casi todas las breaking news de esos años: decenas de coberturas de conflictos, crisis económicas, humanitarias, sociales, catástrofes naturales, acontecimientos políticos por todo el mundo. Muchos años después llegaría la oportunidad de ocupar la corresponsalía de Asía Pacífico, donde estuve tres años, y más adelante, en 2012, la de Nueva York, a la que siguió París, y ahora, Jerusalén, donde estoy casi recién llegada.
No era muy distinta la Almudena de entonces, la que empezaba en esto, de la de hoy. Si acaso era mucho más tímida y reservada, tenía menos confianza en sí misma, pero era igualmente decidida, tenaz, voluntariosa y muy trabajadora…
Tuve muy claro -y esto ha sido una gran suerte- que mi pasión era el periodismo y que quería viajar buscando historias que me permitieran entender mejor el mundo en el que vivo y a las personas que me rodean.
Has sido la enviada especial por RTVE a Ucrania. ¿Cómo se vive trabajando tan cerca de la muerte? ¿A qué huele la guerra? ¿Has tenido la oportunidad de conversar con personas de ambos bandos? ¿Qué diferencias hay entre ellos?
Lo que más he oído gritar a quienes sobreviven a un ataque es: ¿Por qué?
Si eres una madre que ha perdido a su hijo no hay otra cosa que quieras preguntar: ¿por qué, por qué, por qué? Quieres que alguien, como explicación a tu desgarro te dé una respuesta. Pero no la hay. No hay nada que justifique la muerte de personas inocentes, de niños, de ancianos, de familias enteras…Ni en Ucrania, ni en Gaza, ni en ningún lugar del mundo.
Las guerras se declaran en grandes despachos con mesas y sillas forradas de piel donde se sientan personas poderosas cuyas decisiones hacen que mueran decenas de miles de inocentes que no tienen nada que ver con los motivos que han llevado a declarar esa guerra. Es imposible, ante esto, no sentir rabia, impotencia y frustración.
Ya son 63 periodistas fallecidos en la guerra de Israel contra Gaza. ¿Sientes miedo al dirigirte a una zona en la que un chaleco de prensa puede ser insuficiente para proteger tu vida? ¿Le tienes miedo a la muerte?
A los periodistas extranjeros no nos permiten entrar en Gaza. Los que están jugándose la vida son los colegas palestinos que están sobre el terreno. Se que no será fácil y que correré riesgos, pero, como periodista, ansío que llegue el momento de poder entrar en la Franja y ver con mis propios ojos lo que ocurre allí y contarlo. No pienso demasiado en la muerte, como no lo hacemos cada uno de nosotros a diario, pero sí asumo que voy a una zona de riesgo en la que tengo que tomar muchas precauciones.
Cada vez más personas relacionan el Holocausto con lo ocurrido ahora con la población palestina ¿Cuál es tu opinión de lo que está ocurriendo en Gaza?
La violencia no se combate con más muerte y con más violencia. Pero, en cambio, es lo que viene marcando históricamente este conflicto: se siembra odio y se recoge un odio mayor. Y ahora se han sobrepasado todos los límites. Los ataques de Hamas del 7 de octubre fueron horrendos, absolutamente condenables, aborrecibles, pero un mundo civilizado no puede tolerar que la respuesta sea matar a 20.000 personas, entre ellas más de 7.000 niños.
Siempre optas por mostrar la cara más humana de las guerras, entrevistando a personas para que sus historias trasciendan y la metralla quede en un segundo plano. Si tuvieras que entrevistar a Putin o Netanyahu, ¿Qué les dirías?
Les preguntaría, entre otras cosas, cómo pueden dormir tranquilos sabiendo que sus decisiones han llevado a la muerte a miles de niños y de personas inocentes.
¿Cuál es tu secreto a la hora de preguntar a personas que se encuentran en situaciones de mucha vulnerabilidad?
Trato de abordar a las víctimas con todo respeto y solo les pregunto si veo que quieren hablar y expresar lo que sienten. Muchas veces les explico que esos testimonios pueden servir para algo, para que conozcamos esas historias de dolor y el mundo empatice con ellas.
La visión del mundo actualmente es algo incierta y roza el catastrofismo. ¿Qué opinas del futuro de la humanidad teniendo en cuenta los horrores a los que te enfrentas en primera persona?
Cuando yo misma caigo en el catastrofismo pienso en la respuesta que a esa misma pregunta me dio el Padre Opeka, candidato al Nóbel de la Paz. Durante años, transformó una de las zonas más pobres del mundo, un gigantesco vertedero en Madagascar donde vivían miles de personas, en un lugar habitable, un oasis de esperanza donde la gente pudo recuperar la dignidad. Opeka me dijo que siempre está en nuestra mano hacer algo bueno por los demás. No podemos cambiar el mundo, pero sí crear a nuestro alrededor pequeños oasis de esperanza.
¿Qué consejo le darías a la Almudena Ariza de 20 años? ¿Y a las mujeres que quieren poner cara a las historias que ocurren en el mundo? ¿Cómo lograr hacerse un hueco en una profesión tan competitiva?
“Confía más en ti misma, aprende de los errores, pero no te martirices con ellos”…También me diría: “No corras. Tendrás tiempo de hacer todo lo que quieres hacer”.
A veces siento que he vivido tantas cosas que aún necesitaría otra vida para poder asimilarlas del todo.