Joaquín Delgado, de cincuenta y tantos, es un empresario bilbaíno que reside en Austin, Texas (Estados Unidos), y al que le gustan los relojes. Podría comprar cualquier pieza de alta gama de las muchas marcas de prestigio que pueblan el territorio suizo, pero últimamente suele decantarse por una sola: Panerai. La razón es tan válida como cualquier otra: “Porque me caen bien”, dice. “Siempre me tratan fenomenal y tienen un trato cercano; no son estirados como en otras firmas”. Lo cuenta mientras recorre a pie el camino que sube hasta el Nido del Tigre, un bello monasterio budista que trepa por la ladera de una montaña de Bután, a unos 3.000 metros de altura. Joaquín llegó hasta ese remoto enclave el pasado marzo de la mano, precisamente, de los responsables del fabricante de relojes deportivos de lujo Panerai.

Pero, ¿qué hace una marca del grupo suizo Richemont invitándole a un país escondido tras las cumbres nevadas del Himalaya? Joaquín está siguiendo los pasos del explorador sudafricano Mike Horn, embajador de Panerai, que se ha llevado allí a 30 clientes de la enseña para vivir la última gran aventura que ésta ha organizado, y que forma parte de su programa Panerai Experiences.
El viaje a Bután ha sido uno de los 15 que Panerai ha puesto en marcha en los últimos seis años, todos relacionados con el ADN de la marca: aventura, ámbito militar e italianidad. Participan en ellos quienes compran un reloj asociado a esa experiencia. En el caso de Joaquín Delgado, el Submersible GMT Titanio Mike Horn Experience Edition PAM01670, un recio instrumento de buceo automático de 47 mm de diámetro fabricado en titanio de grado 5 que se sumerge sin problemas hasta unos 500 metros, y que le costó 95.000 euros. Como él, otros 30 propietarios del PAM01670 pusieron a prueba en el país colindante con la India su segundo huso horario y su bisel giratorio unidireccional de Carbotech, más liviano que la cerámica. “Encarna nuestro espíritu de aventura y el compromiso de ofrecer experiencias extraordinarias alrededor del mundo, creando recuerdos duraderos y fomentando un sentido de comunidad”, dijo Jean-Marc Pontroué, consejero delegado de Panerai hasta el pasado 1 de abril, cuando fue sustituido por Emmanuel Perrin, quien fue director de la división relojera de Richemont.

El grupo de excursionistas durmió durante tres días en las confortables habitaciones de Amankora, perteneciente a una de las hoteleras más laureadas del mundo, Aman. Había que descansar bien para recuperar fuerzas. En sus desplazamientos para visitar pueblos y bellos monasterios se acompañaron de un guía por persona. Y un médico velaba por que el mal de altura no resultara paralizante. Lo cortés no quita lo aventurero, y los concurrentes vieron sus esfuerzos deportivos recompensados con masajes, suculentas cenas y champán a la luz del fuego mientras las anécdotas cosechadas por Mike Horn a lo largo y ancho del mundo amenizan la velada. También les arengaba a que se integraran con la naturaleza, a que se contagiaran de la humildad y la sabiduría de un monje budista o de un artesano que teje bufandas con lana de yak, a que conectaran con la espiritualidad que mana de los bosques butaneses y se empaparan de la calma que se respira allí. “Cada uno tiene que preguntarse qué puede tomar de su cultura y aplicarlo a su vida, qué puede transmitir a sus hijos y hacerle mejor persona. Y después compartirlo con el resto, porque nos enriquece a todos. Por eso estoy aquí”, les dijo Horn.
No hay mejor manera de establecer vínculos entre una firma de lujo y sus clientes que mimarlos y entregarles productos que les emocionen.
