Menos mal que Hergé se negó a que continuaran sus historietas tras su muerte, en 1983, porque si no su primer libro póstumo se hubiera titulado ‘Tintín y la máquina de hacer cash’. No bromeo, no. A continuación, un viaje al universo financiero de Tintín, a partir de la exposición que hasta el 15 de enero del año que viene puedes visitar en París. Así que decídete: Eurodisney o el Grand Palais, Walt Disney o Hergé, Pluto o Milú. Servidor la visitó esta semana, y saltándose todo protocolo cultural, comenzó por la tienda de recuerdos, porque a la ‘Amex’ hay que darle de comer con regularidad.
Hergé adoptó un hijo pero lo devolvió. Según cuenta la biografía que Pierre Assouline publicó en 1996, Hergé adoptó un niño en 1940 pero lo devolvió porque “causaba bastante alboroto”. Lejos de ser yo quien juzgue la motivación de aquella adopción fallida, lo cierto es que la falta de descendencia del autor de Tintín ha marcado rotundamente la explotación de su obra tras su muerte.
Su viuda podría editar un libro póstumo de Tintin para no perder los derechos de autor. Fanny Rodwell, propietaria de la empresa Moulinsart (nombre del famoso castillo ficticio basado en el Château de Cheverny), que ostenta los derechos desde 1942, ha anunciado que en 2054 podría publicar la primera obra póstuma de Tintín. ¿Será cierto o se trata tan solo de un globo sonda? ¿Por qué? Muy sencillo, porque es entonces cuando, según las leyes de propiedad intelectual que rigen en la UE, los libros de Tintín pasarán a dominio público. Y si quieres, podrás reeditarlos. Ya, ya se que piensas que Hergé se está removiendo en su tumba, pero no te olvides de que los principales historietistas franco-belgas han visto continuadas sus obras después de muertos: Lucky Luke, Los Pitufos, Spirou, y claro, Astérix y Obélix sin los guiones de René Goscinny.
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Nada se puede hacer sobre los libros ya publicados, pero su viuda, Fanny, y su marido, Nick Rodwell (casados desde 1993), mantendrían los derechos sobre los personajes, bloqueando así cualquier intento de explotación futura. El problema es que Fanny entonces tendrá 120 años y Nick 102. ¿Sobrevivirán a esta aventura o, como diría Haddock, estarán en las nubes tocando el oficleido?
El mercado americano no reconoce a Tintín. A Spielberg y a Peter Jackson le quedan dos pelis por hacer, pero la primera no gustó en Estados Unidos. Ha llovido mucho ya, pero en 2010 el Financial Times escribió que Moulinsart presentó unas pérdidas de 1,6 millones tras invertir 16 en construir el Museo Tintín en Louvain-la-Neuve. Se calcula que Rodwell recibe dos millones de euros anuales de regalías de los cómics por parte de Casterman, y poco se sabe de los derechos pagados por Spielberg por las tres películas, pero sí que Moulinsart permitió la reproducción de los personajes a cambio de un 5% de derechos de merchandising, mientras que la productora podría tener el 35%. Hasta McDonald’s vendió figuritas para promocionar hamburguesas, pero no se atrevió con la bebida favorita de Haddock, el whisky.
Que Hergé me perdone, pero fui primero a la tienda de recuerdos y luego a su exposición. La tienda de souvenirs de la muestra parisina es el paraíso de los acumuladores de fetiches. Ese soy yo. Que me perdone también Jérôme Neutres, el comisario de la muestra, pero decidí empezar la visita por ahí.
Algunos consejos prácticos: hay dos cajas a la hora de pagar, cash y tarjetas. La de cash está siempre vacía. Me compré el catálogo, una careta para Halloween y una reproducción en resina de Tintín vestido de cosmonauta. Las camisetas están arrinconadas y no se pueden comprar los cómics en ninguno de los idiomas. Pienso que las colecciones completas se venderían bien, pero debe haber problemas con Casterman, editor de los libros.
Hubiera comprado muchas cosas más. ¿Por qué no venden un diccionario del insulto de Haddock? Me hubiera llevado el whisky favorito del capitán que ahora me estaría ayudando a acabar este artículo. Eché de menos un Milú en distintos tamaños. ¿Cómo han podido renunciar a vender tinte de pelo amarillo? ¿Y por qué no le han licenciado a Hackett las maravillosas chaquetas de tweed que Hergé luce en el documental de televisión que se puede ver allí?
Salgo de la exposición acojonado. No por la pasta que me he gastado en la tienda sino porque sé que me va a tocar pagar exceso de equipaje. Intentaré ablandar a la chica de facturación en Orly pronunciando “Tantan” en vez del castizo Tintín.
En Ebay venden una versión de las aventuras sexuales de Tintín. No te asustes que se trata de un producto pirata dibujado por Jan Bucquoy, que no he tenido el gusto o el mal gusto de ojear. En la portada un Tintín horroroso y una Castafiore en topless le dan idea al comprador del producto al que me refiero. El precio facial reza 450 ¡pesetas!
El producto más caro a la venta en la red, por 14.000 dólares, es un catálogo firmado por Roy Lichtenstein de una exposición celebrada en el Museo de Montreal. En la portada aparece Tintín sentado leyendo el periódico delante de una recreación de La Danza, de Matisse. Pero hay más baratijas: la colección completa de coches en miniatura por 1.999 euros, Las joyas de la Castafiore, firmadas por Hergé en su primera edición inglesa, por 1.499 dólares, o los 300 euros del Swatch para coleccionistas con motivo del 75 aniversario del periodista de los pantalones bombachos.
En las subastas, Las joyas de la Castafiore es el personaje de cómic más valorado. La última, celebrada en 2013, se saldó con 1,8 millones de euros en ventas. El récord, una lámina de La Estrella Misteriosa en tinta china que alcanzó los 200.000 euros. Si no quieres gastar tanto también puedes invertir 73 dólares en el delicioso catálogo de su macroexposición en el Pompidou que tuvo lugar en el 2006. Te garantizo que cada año sube de precio. Eso sí, está solo en francés.
¿Qué cuanta pasta ha hecho el matrimonio Rodwell? Los hay que hablan de que su fortuna podría estar cerca de los cien millones de euros, una cifra que según Haddock podría causar nictalopía.
Los seguidores de Tintín pronto tendremos la tarjeta dorada. Ya no quedan tintinófilos. Tintín es un cómic para adultos, los jóvenes han crecido con el manga y Tintín exige una lectura más contextualizada, pero nadie se atreve a decir que no es fan del chico del tupé rubio. A mi lado, Belén Antolín, directora de moda de Vogue España, me entretiene la espera durante los minutos previos al regreso a París de Armani, declarándose fan absoluta. “¿Te has comprado el cohete grande?”, me pregunta. “No, es que para que luzca en casa necesita mucho espacio libre alrededor”, contesto, excusándome mientras pienso en los 299 euros que estuve apunto de pulirme. Eso sí, me hice con el mediano (129 euros), porque hay uno que es un llaverín, pero a ver quien es el valiente, por muy fan del periodista que sea, de colgar las llaves de casa de un cohete, con la de drones que hay por ahí sin regular.