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Ocho años dando caña

Jaime Riesgo recuerda perfectamente la primera vez que probó la cerveza. Tenía 13 o 14 años y no le gustó nada. “Recuerdo que la probé de mi madre, que a ella le encantaba. A mí me supo a rayos. Cuando la probé de nuevo, empezó a gustarme más. Hoy estoy convencido de que es la mejor bebida posible”. Y es que los gustos cambian.

HABÍA QUE PROBAR

Jaime Riesgo nació y creció en Madrid. Cuando era un niño, como tantos otros, quería ser inventor (“siempre me ha encantado usar cosas rotas para resolver problemas”), pero acabó estudiando Administración y Dirección de Empresas en la Universidad Carlos III. Allí conoció a Ana Coello y a Javi Cerezo. Desde entonces serían inseparables. “Con 20 años montamos juntos una empresa de kitesurf en Madrid. Como era de esperar, la cosa no fue tan bien… Tal vez nos faltaba el mar”. Y es que como afirmaban The Refrescos en su principal (¿y único?) éxito: “Vaya, vaya, aquí no hay playa”.

A los 22 años, cuando acabó la carrera, se mudó a Brighton (Inglaterra), donde trabajó de camarero en una pizzería mientras realizaba un máster en marketing. Ana se fue con él. Ella freía donuts. La aventura inglesa duró poco. Un año más tarde se marcharon a San Francisco, donde trabajó en una agencia de publicidad junto a, evidentemente, Ana y a César Pascual, otra pieza básica en esta historia. Ahí empezó todo. “El amor por la cerveza apareció antes, pero el descubrimiento de la cultura cervecera artesana americana y el movimiento DIY (háztelo tú mismo) hizo que creyéramos que todo era posible. En Estados Unidos el mundo de la cerveza artesanal es brutal. Cuando en España no había empezado el movimiento craft, allí ya llevaban veinte años. Es sin duda un referente mundial”. Fue entonces cuando, inspirados por la escena craft yanqui, comenzaron a hacer sus primeras recetas y se dieron cuenta de que querían cambiar de oficio. “Nos planteamos montar una pequeña cervecera, dejar nuestro trabajo en San Francisco y volver a España”.

Con la cervecera de San Francisco Anchor Steam y el movimiento más tradicional alemán como modelos de referencia e inspiración, empezaron a modelar una idea a la que le pusieron un nombre, La Virgen, y trazaron un plan de negocio del que participarían él, Ana como directora general, Javi como director comercial y César como director de marketing. Era abril de 2011 y “todo estaba claro”, sostiene con el mismo convencimiento y entusiasmo de cuando arrancaron la aventura. “No había duda, había que probar”.

UNAS CUANTAS RONDAS

Jaime Riesgo también recuerda perfectamente el momento en el que probó por primera vez la cerveza La Virgen, su cerveza. “Fue algo tan mágico que no lo podré olvidar jamás. Hicimos el primer lote de nuestra Madrid Lager. La sacamos en botellas de plástico con lo que llamábamos el ‘Russian Filling System’. Directas del tanque de fermentación para mantener el gas. Nos bebimos unas cuantas para… probar” [ríe].

En un mundo en pleno auge como el de las cervezas artesanas, Jaime Riesgo defiende que La Virgen se diferencia del resto por su pureza. “Es auténtica, cercana y accesible a todos, tanto en recetas como en filosofía. No filtramos y no pasteurizamos”. Sostiene que la cultura cervecera ha llegado a España, pero ha tardado más que en otros países. Contrariamente, afirma que el de las artesanas no es un boom, “porque los booms explotan”. Para él es una cultura que ha venido para quedarse. “El fenómeno se debe a que los consumidores quieren poder elegir, quieren variedad, no un solo tipo de cerveza en los bares”. El problema en estos casos de sobrepoblación instantánea es distinguir entre lo auténtico y real y lo elaborado única y exclusivamente con un fin mercantil, aunque te lo vendan como un producto hecho con el amor, cariño y sapiencia del artesano. “A veces el marketing confunde, eso es verdad. Creo que lo bonito es que para saber lo que es real y lo que no, solo hay que conocer un poco más lo que hay detrás del producto y las empresas. Las cervezas las hacemos las personas. Os recomiendo reservar un tour en las cerveceras que queráis conocer. Empezando por la nuestra” [ríe].

SE LES APARECIÓ…

Ocho años después de su fundación, la Madrid Lager sigue siendo el producto emblema de La Virgen. Una cerveza, asegura, “hecha al gusto de la capital”. Un gusto tan básico como disfrutar de una buena caña hecha sin trucos y sin prisas. Aun así, desde La Virgen cada año elaboran más de 24 tipos de cervezas diferentes, aunque solo cinco de ellas están disponibles a lo largo de todo el curso. “El chasco te lo llevas cuando alguna receta no sale como esperabas. Recuerdo una cerveza hecha con piñas piñoneras que pensábamos que iba a saber a bosque, pero que acabó teniendo un sabor realmente malo, más bien de pegamento”. En el otro extremo, un triunfo total son sus cervezas fermentadas en madera. “Toda la gama de Vivero es brutal. Llevan frutas naturales y levaduras de las propias frutas, con lo cual es la naturaleza la que las produce. Son maravillosas, aunque poca gente las conoce aún”.

Sumando todos los tipos que elaboran, actualmente en la fábrica de La Virgen se producen 12.000 litros de cerveza diariamente. “Todo el proceso es natural. No añadimos encimas ni estabilizantes, solo paciencia y reposo. Por poner un ejemplo, nuestra lager pasa más de 45 días a cero grados”.

Unas cervezas que a día de hoy ya se pueden encontrar en toda España, especialmente en la zona de Madrid, donde más de mil bares trabajan sus productos tanto en barril como en botella (en su web encontraréis un mapa perfectamente detallado con todos los puntos de venta de sus cervezas). También han empezado a exportar sus creaciones. “Estamos en países como Francia, Inglaterra, Rusia, Brasil, Colombia, Chile… Pero por ahora la exportación no es el principal foco de nuestra aventura”.

Un proyecto aún joven, pero de éxito. Una consecución de los objetivos que se marcaron al regresar de San Francisco que se fomenta en los valores sobre los que han erigido el proyecto: producir cerveza dentro de los estándares de calidad más altos. Promocionar el disfrute y el consumo responsable. Divulgar la cultura cervecera y ser parte activa de ella. Respetar el entorno y la naturaleza en cada aspecto del negocio. Vincular a sus trabajadores con el éxito de la empresa. Ser honestos. Buscar la innovación y la eficiencia en sus procesos. Y sentirse afortunados de poder hacer algo que les gusta y como consecuencia de ello transmitir su ilusión por lo que hacen en todo momento. “Dicen que crecer duele tanto a los niños como a las empresas”, apunta Riesgo. “Pero creo que esa es la clave: tener unos valores y unas bases que hay que respetar en todo momento. Cuando crezcas tanto como para no respetarlos, hay que parar”.

Para este joven cervecero madrileño, el futuro a corto y medio plazo de La Virgen pasa por seguir creciendo y ampliando la producción para llegar a todos los bares que quieran instalar sus grifos en sus barras. “Eso y mejorar cada día como compañeros de equipo en La Virgen y disfrutar mucho de lo que hacemos. Que no es poco”. Y, por cierto, ¿por qué La Virgen? “Surgió andando por la calle. Hicimos una lista con mil nombres, pero en cuanto se nos ocurrió este dejamos de pensar. De algún modo se nos apareció… Funcionaba perfectamente con el concepto de la cerveza y con la época que vivimos”.

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