La decisión de Facebook de convertirse en emisor de moneda virtual supone un avance cualitativo aunque no haya sido bien recibida por los reguladores. A pesar de los obstáculos iniciales, la apuesta financiera de la tecnológica norteamericana perfila el nacimiento de un nuevo modelo monetario en el que la banca tradicional deberá reinventarse para poder sobrevivir. La cuestión clave para conocer hasta qué punto monedas como el bitcoin, que triplica su cotización respecto al dólar en los primeros ocho meses de 2019, o incluso Libra, anunciada por Facebook y que se encuentra todavía en periodo de gestación, podrán hacer sombra a las monedas tradicionales, e incluso sustituirlas en un futuro, reside en su capacidad para cumplir las tres funciones del dinero. Para aspirar a destronar al dólar, al euro o al yuan, las criptodivisas deben ser instrumentos de cambio generalizados –medios de pago extendidos–, convertirse en reservas de valor, y servir como unidades de cuenta.

Aunque tímidamente comienzan a ejercer esta triple función, analistas e inversores consideran que, por el momento, las monedas virtuales tienen un alto componente especulativo y, ocasionalmente, son empleadas como un activo refugio más para capear los efectos del fin del ciclo económico y eludir el impacto de una eventual crisis ante la falta de oportunidades en renta fija y variable. Por el momento no son una alternativa real al dinero de curso legal pero podrían alcanzar su estatus en la próxima década.

“El bitcoin se ha convertido en una posición especulativa en la cartera, en la cual los inversores se han posicionado en busca de un extra de rentabilidad tanto en el corto como en el largo plazo. A pesar del rally que lleva desde principios de año destaca el bajo volumen negociado, que únicamente ha repuntado cuando Facebook presentó su criptomoneda. Muchos se posicionaron pensando que se produciría un repunte de la cotización del bitcoin asociado al surgimiento de Libra, pero los precios se han desinflado por los problemas de viabilidad y regulación que supone la implantación de la nueva divisa de Facebook. Lo que no se puede negar es que existe una tendencia alcista subyacente en las criptomonedas por la confianza de muchos inversores en que derrocarán en el largo plazo al dinero fiduciario emitido por los bancos centrales”, expone a Forbes Victoria Torre, responsable de Análisis y Producto de Selfbank.

Sustitutas del dinero

Es cierto que la cotización de la criptodivisa que alumbró Satoshi Nakamoto ha sufrido numerosos vaivenes en los últimos tiempos, registrando niveles de volatilidad que no son asumibles por activos que aspiran a ser sustitutivos perfectos del dinero ‘oficial’, pero su evolución frente a otros activos denota que algo ha cambiado en el mercado. Tal como indica a Forbes Miguel Ángel Barrio, director del Programa de Innovación Digital y Fintech del IEB: “tras el pinchazo de finales del año pasado, bitcoin ha recuperado presencia con una alta revalorización durante el primer semestre del año superando incluso la subida del petróleo, y aunque, efectivamente, sigue existiendo una gran incertidumbre alrededor de su evolución en los próximos meses, se espera una tendencia al alza. En este punto no debemos olvidar la volatilidad de la criptomoneda, y quien decida invertir debe tener claro que puede pasar cualquier cosa. Debemos aprender de errores pasados como la caída abrupta sufrida tras el periodo de evolución especulativa del pasado año”.

Existen, por lo tanto, dos fuerzas antagónicas que están actuando sobre la cotización de las criptodivisas y que habrá que vigilar si se pretende aventurar el camino que seguirá esta tecnología basada en el blockchain. Una de ellas ejerce como palanca impulsora de su valor a largo plazo, al tiempo que se fundamenta la constatación de que la política monetaria seguirá debilitando las monedas tradicionales en los próximos años para frenar los efectos adversos de la guerra comercial China–EE UU y la recurrente crisis europea. Por contra, existe un elemento que ejerce de barrera infranqueable para su crecimiento: el miedo a que los poderes públicos limiten su expansión a través de su tupida y extensa red de organismos reguladores, conscientes de la importancia de lo que se están jugando.

“Las criptomonedas, en su forma ideal, pueden realmente ayudar a las personas a escapar de las políticas monetarias abusivas que aplican los gobiernos corruptos”, apunta a Forbes Clement Thibault, analista de Investing.com. “Tener una alternativa al modelo económico vigente incentivará a políticos y bancos centrales a ser más honestos para no ver debilitada su posición en el sistema monetario, pero hay que precisar que divisas como el bitcoin son demasiado jóvenes y matizar que es pronto para saber si alcanzarán el estatus de medio de intercambio sustitutivo del dinero”, precisa el economista.

Cambio en el ‘statu quo’

Aunque la tendencia alcista estaba oculta desde hace años esperando a ser desatada, ha sido la ofensiva de Marck Zuckerberg la que ha provocado un antes y un después en el mundo de las monedas virtuales, amenazando con dar un giro de 180 grados al statu quo financiero moderno. Los reguladores temen que la multinacional estadounidense se convierta en una gran entidad financiera global cuya moneda no estaría controlada por los bancos centrales y que aspiraría a llegar a 2.400 millones de clientes.

“Hoy Facebook cuenta con un volumen de usuarios que representa casi un tercio de la población mundial. ¿Se imagina que toda esta población empiece a utilizar una única divisa para sus pagos cotidianos? Y no sólo eso, sino que podría ofrecer servicios bancarios en masa a población no bancarizada en todos los países con conexión a internet y extenderla posteriormente a los miles de millones de personas que se sumarán a la red global en las próximas décadas. Es, en cierto modo, lo que M-Pesa (un producto de telefonía móvil de Safaricom, filial de Vodafone) ha hecho ya de forma espectacular en algunos países africanos, bancarizando a través del móvil, pero a escala global. Esto genera precaución, recelo y en algunos casos miedo”, indica el fundador y CEO de Scale Up Partner, Pablo Penas, en declaraciones a Forbes.

La gran ventaja de Libra frente a criptodivisas como bitcoin es que haría accesible a todo el mundo las monedas virtuales y dejarían así de ser el coto de unos pocos que operan al margen del sistema monetario tradicional, es decir, el de las divisas que sirven para pagar los impuestos. Además, existen notables diferencias entre la nueva apuesta de la compañía norteamericana y la creación de Nakamoto.

“La principal oposición a Libra surge de aquellos que consideran que no es realmente una criptomoneda, porque aunque se apoya en la tecnología blockchain no tiene un carácter independiente y descentralizado, debido a que su valor está controlado por un grupo de empresas sin ánimo de lucro integradas en la llamadaAsociación Libra”, apunta Victoria Torre. Según el proyecto hecho público por Facebook, esta organización invertiría el dinero recibido por los inversores en depósitos e instrumentos de renta fija a corto plazo “para reducir su volatilidad y que los clientes de la red social puedan utilizar esta moneda sin miedo a que vaya a bajar de valor al día siguiente”, añade la responsable de Selfbank.

En realidad, la nueva divisa de Facebook está más cerca de ser una stable coin, es decir, una criptodivisa que está respaldada físicamente por reservas propias de dólares y oro. La mala noticia para la multinacional es que este tipo de monedas están bajo la lupa de las autoridades por su relación con actividades ilegales y de lavado de dinero.

Tampoco ha ayudado a los intereses de Facebook la exposición pública sufrida por los administradores de Tether –una de las stable coins más populares–, tras descubrirse que solo tienen un 74% de total de las reservas invertidas en dólares y, paradójicamente, que sus gestores han destinado el 26% restante a adquirir bitcoins, cuyo valor no está respaldado por ningún activo subyacente.

Más allá de Libra, el desembarco de las grandes tecnológicas en el sector de los servicios financieros es una tendencia de profundo calado. “Empresas como Google, Apple, Facebook, Amazon o Alibaba están ofreciendo un número creciente de servicios bancarios. Y no hay que mirar solamente a Occidente: Ant Financial (Alipay) ya cuenta con más de 1.000 millones de usuarios y podría convertirse en el primer grupo bancario mundial en unos años. Y, al mismo tiempo, gigantes financieros tradicionales como JP Morgan emiten sus propias criptodivisas”, explica el profesor Penas.

Servicios financieros tecnológicos

Por lo tanto, la amenaza que se cierne sobre el futuro de los bancos comerciales con la aparición de las criptodivisas es más importante de lo que puedan reflejar las actuales estadísticas de uso. Su demanda puede crecer de forma exponencial si dejan de ser un activo especulativo y aumenta su uso para realizar pagos cotidianos a través de internet. “Las soluciones disruptivas normalmente tardan tiempo en penetrar el mercado ya que suelen estar impulsadas por startups con recursos limitados para escalar, esto está pasando en el ámbito de las stable coins, con ejemplos como Dai de MakerDAO o Reserve, que son muy interesantes, pero todavía de nicho. Pero Facebook y el consorcio que ha montado para Libra cuenta con una red de más de 2.000 personas, por un lado, y comercios de la talla de Uber, Airbnb y Spotify, por el otro. La adopción de mercado podría ser muy rápida, sustituyendo a las monedas fiat y al papel monopolístico de los bancos centrales en la emisión y oligopolísitico de los bancos comerciales en la distribución, mermando su capacidad de marcar la dirección de la economía”, explica a Forbes Ramón Ferraz, CEO de la plataforma financiera 2gether.

De hecho, en mercados poco bancarizados el uso de estas divisas virtuales están empezando a sustituir al dinero fiduciario emitido por la banca central, destacando el caso de algunos países de Latinoamérica y África, donde el bitcoin ha encontrado un territorio fértil para desarrollarse.

Aunque todavía su uso no es generalizado están aumentando las casas de cambio que operan con esta criptodivisa, al mismo tiempo que surgen los cajeros automáticos y comienza a aceptarse en comercios y otros puntos de venta, poniendo de manifiesto su permeabilidad para alcanzar el mundo de las empresas y los particulares, es decir, de llegar a la economía real. “En países como Venezuela existe una nula confianza en las instituciones centralizadas como el banco central, cuyas acciones hacen prever que la divisa oficial seguirá deteriorándose. Estamos asistiendo a un caso digno de estudio en el cual las criptomonedas permiten a los ciudadanos resistir a las actividades de gobiernos opresores que no sitúan a la libertad en la parte alta de su escala de valores. Pero en los mercados donde las instituciones democráticas funcionan –y en las que la variación de las divisas oficiales son predecibles– no se puede esperar que el uso de las monedas virtuales tenga un notable impacto en el corto plazo”, declara a Forbes Christopher Gannatti, jefe de Análisis de WisdomTree en Europa.

Nuevos paradigmas

Precisamente, la posibilidad de que estemos ante un nuevo paradigma monetario que sacuda los cimientos del sistema financiero tradicional es lo que más preocupa a los detractores de las criptodivisas, que temen que la generalización de su uso como sustitutivo perfecto del dinero (con carácter líquido absoluto) reduzca el poder de políticos y banqueros centrales para actuar en la economía. Algunos van más allá y advierten de que un mundo con medios de pago virtuales es más vulnerable y presenta un mayor riesgo de sufrir crisis sistémicas. “La regulación financiera está diseñada para ser respaldada por estructuras de poder centralizado, mientras que la mayoría de las criptodivisas son fundamentalmente descentralizadas. El conflicto esencial generado por este producto de la disrupción tecnológica es más que evidente”, destaca el analista de WisdomTree.

Como señala magistralmente Saifedean Ammous en su libro El patrón bitcoin (Deusto, 2018), “no es necesaria la intervención del gobierno para imponer la moneda más fuerte, ya que la sociedad lo descubrirá por sí misma mucho antes; cualquier imposición política, si fuese a tener algún efecto, sólo serviría para obstaculizar el proceso de competencia monetaria”.