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La lucha del fundador de Lululemon tras perder miles de millones

Ha pasado una década desde que Chip Wilson abandonó su marca de moda inspirada en el yoga en medio de la polémica. El multimillonario, que se deshizo de la mayor parte de su participación hace años, sigue buscando un nuevo legado: respaldando otra empresa de ropa deportiva, invirtiendo en el sector inmobiliario y compitiendo para curar una enfermedad rara.
El fundador de Lululemon, Chip Wilson, busca un nuevo legado en múltiples áreas. (Foto: Jamel Toppin para Forbes)

Son poco antes de las diez de una húmeda mañana de domingo en el West Village de Nueva York, cuando una figura imponente aparece en la esquina de la Quinta Avenida. Chip Wilson, fundador del gigante de la moda deportiva Lululemon, vestido con unos pantalones cortos deportivos holgados y un polo de tenis blanco, se dirige corriendo a su entrevista con Forbes. Es un espectáculo impresionante. Debido a un raro trastorno genético que convierte sus músculos en papilla, este multimillonario de 1,90 m tiene dificultades para caminar y se mueve con rigidez. Es propenso a caerse. Pero en ese momento está corriendo y llega a tiempo a la entrevista. «A cada paso que doy, tengo que ser muy consciente de por dónde va mi pie», subraya Wilson, de 67 años, cuyo patrimonio según Forbes asciende a 7.000 millones de dólares, principalmente gracias a la participación del 8% que le queda en Lululemon.

Wilson, que se alejó de la marca de moda inspirada en el yoga que fundó en 2013 tras meterse en un buen lío por culpar de un problema con los leggings transparentes a «algunos cuerpos de mujer», en concreto a las que tienen los muslos más gruesos, ha pasado buena parte de 2023 hablando de su enfermedad, una forma rara de distrofia muscular que acaba lentamente con la fuerza muscular de la parte superior del cuerpo y los hombros. Aunque le diagnosticaron distrofia muscular facioescapulohumeral (FSHD) hace más de treinta años, más de una década antes de que fundara Lululemon en 1998, no fue hasta el año pasado cuando reveló su diagnóstico y lanzó un ataque a gran escala contra la FSHD, que afecta a unas 870.000 personas en todo el mundo. En marzo de 2022, el multimillonario de Vancouver se comprometió a donar el equivalente a 75 millones de dólares a una nueva organización creada por él para erradicar la enfermedad antes de 2027, alegando que probablemente necesitaría una silla de ruedas en los próximos años.

La organización, Solve FSHD, ha repartido hasta ahora casi 31 millones de dólares entre académicos y empresarios con ideas creativas para ralentizar la progresión de la enfermedad o curarla por completo, enviando ondas de esperanza a una comunidad que durante mucho tiempo ha sido ignorada en favor de enfermedades musculares más graves, como la distrofia muscular de Duchenne, para la que la estrella de cine Jerry Lewis creó conciencia con un teletón anual durante más de cuarenta años, y la esclerosis lateral amiotrófica (ELA –también llamada enfermedad de Lou Gherig), una enfermedad neurodegenerativa que ganó la atención internacional con el Ice Bucket Challenge de 2014. «La FSHD es de progresión lenta. Es debilitante, pero no pone en peligro la vida. Y creo que esa es la otra razón por la que no ha habido mucha investigación», dijo la directora ejecutiva de Solve FSHD, la Dra. Eva Chin, que Wilson contrató en junio de 2022. Chin ayudó anteriormente a desarrollar fármacos candidatos para la ELA.

Este es el último ejemplo de los esfuerzos de Wilson por labrarse un nuevo legado lejos de Lululemon. No ha sido fácil. Como mayor accionista individual de la empresa, incluso ahora, a pesar de haber vendido tres cuartas partes de su participación a lo largo de los años, nadie se ha beneficiado más del increíble éxito financiero de la firma que Wilson. Gracias a un boom pandémico que duplicó los ingresos de unos 4.000 millones de dólares a más de 8.000 millones, Lululemon, con más de 60.000 millones de dólares (capitalización bursátil), es hoy la séptima mayor empresa de ropa del mundo. Wilson, a su vez, ha añadido casi 4.000 millones de dólares a su patrimonio neto desde 2020, casi todo gracias a la revalorización de las acciones de Lululemon. No está mal, pero si hubiera conservado todas sus acciones, su fortuna superaría los 20.000 millones de dólares, casi el triple de su patrimonio neto actual.

Como líder que se marchó en desgracia justo antes de sus años dorados, nadie está más atormentado por la marcha de Lululemon que él. Desde su salida, Wilson ha emprendido una cruzada de años contra la empresa, criticando sin filtro a sus dirigentes –en un libro autopublicado, entradas de blog e innumerables entrevistas, incluida ésta– por, en su opinión, haber perdido de vista su producto y su mercado principales. La empresa respondió despojándole de su capacidad de nombrar a un representante del consejo, en 2019, argumentando que había violado un acuerdo que había firmado en 2014. Hoy, mientras el gigante del yoga sigue prosperando, las críticas de Wilson parecen caer cada vez más en saco roto. «Puede hablar lo que quiera, pero los números dicen que la empresa no le necesita», afirma David Swartz, analista de Morningstar que cubre Lululemon.

Su empresa ha seguido adelante, pero Wilson ha luchado por hacer lo mismo. Forbes habló con el empresario de la ropa sobre su camino desde que se fue. Ha sido un viaje lleno de fracasos, nuevos comienzos y un tipo diferente de éxito. Aunque una nueva marca de ropa fracasó, ha tenido más suerte apostando junto a inversores chinos por una marca europea de ropa deportiva y diversificándose en el sector inmobiliario de Vancouver, además de su reciente campaña para frenar el avance de la FSHD.

A los dos años de dimitir como presidente del consejo de administración de Lululemon en 2013 en medio de la indignación pública, Wilson se deshacía en elogios hacia su nueva empresa familiar, Kit & Ace, una marca de «ropa técnica» (un término que Wilson adora y que hace referencia a prendas especialmente diseñadas, a menudo con tecnologías avanzadas, para fines específicos) que vende ropa de lana de cachemir lavable a máquina. Financiada por Wilson, pero liderada por su mujer, Shannon, y su hijo, J.J., la familia aspiraba a facturar mil millones de dólares en 2020, según el New York Times. Pero no fue así. Abrió 61 tiendas en cinco países a finales de 2016, pero un año después cerró la mitad de ellas. Y un año más tarde, los Wilson vendieron la empresa en apuros al antiguo ejecutivo de Lululemon George Tsogas. Hoy, Kit & Ace, que fue comprada recientemente por el grupo minorista canadiense Unity Brands, tiene solo seis locales.

En lugar de crear otra marca, el emprendedor que vendió su primera empresa, Westbeach Snowboarding, en 1979, probó una táctica diferente con bastante éxito. En 2019, se asoció con el gigante deportivo chino Anta Sports Products, propietario de Fila y el tercer mayor fabricante de artículos deportivos del mundo (después de Nike y Adidas), para adquirir Amer Sports, con sede en Helsinki, Finlandia, la empresa matriz de Arc’teryx y el fabricante de raquetas de tenis Wilson, en un acuerdo de 5.200 millones de dólares. Wilson desembolsó casi mil millones de dólares por una participación de aproximadamente el 21% en Amer, y unos meses más tarde desembolsó otros cien millones de dólares por una participación del 0,6% en Anta.

Aunque Wilson carece de un cargo oficial en Anta o Amer (no forma parte del consejo de administración de ninguna de ellas), el multimillonario describe Amer como su centro de atención: «Es donde mi cerebro está probablemente el 90% del tiempo». Dice que ha pasado los últimos años asesorando entre bastidores a las nueve marcas de actividades al aire libre de Amer, que también incluyen la marca de esquí Atomic y la de calzado Salomon. Su objetivo ha sido transformarlas de «muy masculinas, muy de ingeniería, muy mayoristas» a más atractivas para el usuario cotidiano y, en particular, para las mujeres. En otras palabras, seguir el ejemplo de Lululemon. En concreto, se ha centrado en crear una presencia minorista para estas marcas típicamente centradas en el invierno, lo que implica ampliar la colección de primavera y verano «para que una tienda pueda ser realmente una tienda 360 durante todo el año».

Hasta ahora parece que sus movimientos están dando resultado. Las ventas netas de Amer aumentaron más de un 30%, de 2.900 millones de dólares en 2021 a 3.700 millones en 2022. Y es probable que haya más por venir. En septiembre, Amer Sports presentó de forma confidencial la documentación para una oferta pública inicial en Estados Unidos, con el objetivo de alcanzar una valoración de 10.000 millones de dólares, según Bloomberg, una cifra que, de mantenerse, duplicaría con creces el valor de la inversión de Wilson hasta los 2.700 millones de dólares en cuatro años. Ivan Su, analista de Morningstar con sede en China que sigue la OPV de Amer, calificó de «razonable» el objetivo de valoración de Amer para su OPV, basándose en los datos financieros de Amer y en los múltiplos aplicados a otros competidores que cotizan en bolsa. Sin embargo, señaló que también es necesario que Amer salga a bolsa, ya que parte de su contrato de adquisición estipulaba que el inversor minoritario, FountainVest, un fondo de capital riesgo con sede en Hong Kong, tiene derecho a efectuar una Trade Sale si la empresa no sale a bolsa y obtiene al menos un 200% de su precio de venta en los cinco años siguientes a la adquisición. El contrato estipula que, en este caso, Anta tendrá derecho de primera oferta para adquirir todo el capital social emitido de FountainVest.

«No hacemos comentarios sobre rumores de mercado», declaró Johanna Pasonen, portavoz de Amer, cuando se le preguntó por la posible salida a bolsa en Estados Unidos. La empresa declinó la solicitud de entrevista de Forbes. Por su parte, un representante de Anta no respondió a las solicitudes de comentarios.

«Lo que Amer está tratando de vender aquí son las oportunidades de crecimiento», dijo Su, destacando que, en particular en Asia, muchas de las marcas de Amer están actualmente «muy poco penetradas», aunque su presencia minorista ha ido creciendo.

Otro sector en el que Wilson ha tenido buena suerte es el inmobiliario canadiense. Posee la casa más cara de la Columbia Británica, un complejo frente al mar de 55 millones de dólares con siete dormitorios, nueve baños y una pista de tenis en Point Grey Road, en Vancouver. Pero eso es sólo la punta de su imperio inmobiliario.

Citando en parte su pasión de niño por el Monopoly («jugué como diez años»), Wilson creó Low Tide Properties con su amigo y ejecutivo inmobiliario David Fergueson en 2010, y empezó a comprar inmuebles comerciales por todo Vancouver. Wilson, que afirma que no participa en la gestión diaria de Low Tide, se fijó en un momento dado el objetivo de invertir el 65% de su patrimonio en el sector inmobiliario para 2030, pero desde entonces lo ha calificado de improbable. («Probablemente tendremos suerte si llegamos al 20% y eso comprando casi tan rápido como podamos», dijo en el podcast Canadian Real Estate Investor a principios de este año). Low Tide ha gastado hasta ahora más de 2.000 millones de dólares en la compra y renovación de 64 propiedades, según el presidente de la compañía, Andrew Chang, que no respondió a más preguntas sobre cuánto de ese dinero pertenecía a Wilson y los detalles de las docenas de propiedades que, según dijo, Low Tide posee pero que no aparecen en el sitio web de la compañía. Forbes valora de forma conservadora la participación de Wilson en las 36 propiedades que aparecen en el sitio web de Low Tide, algunas de las cuales son copropiedad de otras empresas inmobiliarias, además de su mansión, en unos 500 millones de dólares. Los representantes de Wilson y Low Tide no respondieron a las preguntas sobre la estimación de Forbes.

Incluso en el agitado mercado inmobiliario actual, las inversiones de Wilson parecen ir bien. Los inmuebles de oficinas y locales comerciales de Vancouver, que constituyen la mayor parte de la cartera de Low Tide en la zona, han duplicado con creces su valor en la última década, según los datos históricos de ventas recopilados por Avison Young. Los edificios de oficinas se venden por un promedio de 800 dólares/pie cuadrado en 2023 en comparación con los 350 dólares/pie cuadrado de 2013; mientras que la venta al por menor subió a 1.075 dólares/pie cuadrado, desde los 503 dólares/pie cuadrado, según muestran los datos. Las propiedades de oficinas todavía están por debajo del pico de 891 dólares de 2020, pero se han recuperado mejor que muchos otros mercados post-Covid-19 debido a la falta de oferta en Vancouver, dijo el director local de Avison Young, Robin Buntain.

«Hemos visto que la vuelta al trabajo tras la pandemia ha afectado a los mercados de oficinas de Norteamérica de forma bastante significativa. Sin embargo, creo que en Vancouver, el mercado de oficinas ha sido relativamente resistente, y creo que podría tener que ver con nuestra economía diversa», dijo.

A ello contribuye el hecho de que Low Tide se centre en el floreciente sector de las ciencias de la vida de Vancouver. Según Chang, Low Tide cuenta actualmente con 500.000 pies cuadrados de espacio para las ciencias de la vida y catorce inquilinos repartidos en cuatro edificios. La empresa tiene previsto construir más de dos millones de pies cuadrados en la zona durante la próxima década, con la visión de una «comunidad 24/7 orientada al tránsito y es sostenible» con «las mejores comodidades de su clase», similar a King’s Cross de Londres, en el prometedor barrio de False Creek Flats de Vancouver, según Chang. «Creo que este ecosistema seguirá floreciendo, creciendo y prosperando», afirmó Buntain sobre el sector de las ciencias de la vida en Vancouver.

Aunque Vancouver sigue siendo su mercado principal, Low Tide se diversificó en el sector inmobiliario de Seattle en 2018, centrándose principalmente en propiedades residenciales en la ciudad y sus suburbios. Hoy en día, la firma tiene cuatro edificios de apartamentos, incluida la Met Tower de 366 unidades, de la que es copropietaria con Continental Properties y aseguró 110 millones de dólares para refinanciar a finales del año pasado.

Las inversiones inmobiliarias son «divertidas», dijo Wilson, pero admite que no es su pasión. «Hay mil millones de matices para dirigir un gran negocio y los conozco todos sobre la ropa técnica, y no los conozco sobre los bienes inmuebles», dijo Wilson.

Sigue siendo la ropa deportiva lo que anima de verdad a Wilson. Hacia el final de la entrevista, la conversación vuelve a girar en torno a Lululemon. Los dos representantes con los que viajó le indican que es hora de terminar: Wilson tiene otra cita. Pero el multimillonario sigue hablando.

En lo que respecta a la actualidad de Lululemon, Wilson sigue teniendo un aluvión de quejas. Están sus preferencias personales (y, ya lo han adivinado, polémicas), como su disgusto por «todo el asunto de la diversidad y la inclusión» de Lululemon y el aspecto de las personas que aparecen en sus anuncios, que, según él, tienen un aspecto «poco saludable», «enfermizo» y «no inspirador», como explicó a Forbes. «Están intentando ser como Gap, todo para todos», afirma Wilson. «Y creo que la definición de una marca es que no eres todo para todos… Tienes que tener claro que no quieres que entren ciertos clientes».

Aunque su despotrique contra un marketing más inclusivo demuestra por qué Wilson no es la persona adecuada para dirigir un minorista del siglo XXI, no siempre se equivoca. Wilson fue un gran crítico de su adquisición en junio de 2020 de la startup de equipos de fitness para el hogar Mirror por 500 millones de dólares. Luego, a principios de octubre, justo después de reunirse con Forbes, Lululemon anunció que estaba cerrando Mirror en medio de una nueva asociación de «contenido digital exclusivo» con la compañía de equipos de ejercicio en el hogar Peloton. Despidió a 120 empleados y está cerrando la totalidad de la inversión de 500 millones.

Wilson también se muestra escéptico ante su expansión hacia prendas más centradas en la moda, como camisas de vestir para hombre, que calificó de «espantosa» y contraria a la misión original de la empresa de fabricar ropa deportiva de alta calidad. «[Estas prendas] sólo se venden a un precio elevado debido a los productos técnicos de Lululemon», afirmó. «Acaba siendo lo que yo llamo malos beneficios». A pesar de todo, las acciones de Lululemon han subido casi un 60% en el último año.

Pero aunque son buenas noticias para su mayor accionista, está claro que es ambivalente sobre su éxito sin él. No importa lo que haga después de Lululemon, está claro que todavía no puede dejarlo ir. Bueno, malo o feo, siempre será su legado.

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