El Mediterráneo arde. En Grecia y Turquía miles de personas han perdido sus casas por los incendios descontrolados de los últimos días. Europa se ahoga. Solo en Alemania, las inundaciones han dejado más de un centenar de muertos y más de un millar de desaparecidos. Y en el norte de América, una terrible ola de calor se ha cobrado la vida de casi 500 personas en Canada y más de 100 en Estados Unidos. El problema no es exclusivo del verano, no podemos olvidar la histórica tormenta Filomena, que colapsó el centro de la península en enero.
Es una «alerta roja para la humanidad«, en palabras del secretario general de la ONU, António Guterres, que este lunes presentaba un informe histórico de la ONU sobre cambio climático. Tenemos poco margen de acción. La actividad humana ha influido de tal manera en el calentamiento de la atmósfera, los océanos y la tierra, que es el principal impulsor del retroceso global de los glaciares durante la década de los 90, de la reducción del hielo en el Ártico y del aumento del nivel del mar, que casi ha triplicado los datos registrados hasta 1971.
Las conclusiones de los expertos son demoledoras e invitan a parar y reflexionar sobre cómo queremos y debemos vivir en las próximas décadas: los últimos cinco años han sido los más calurosos que se hayan registrado desde 1850; la temperatura media mundial fue 1,09°C más elevada entre 2011-2020 que entre 1850-1900; y las consecuencias seguirán empeorando. En algunas de ellas ya no hay vuelta atrás, aseguraron.
El estudio —el primero de una serie que se publicará en los próximos meses y el más completo que ha emitido dicho organismo hasta este momento— ha analizado 14.000 artículos científicos sobre el calentamiento global y su impacto en el mundo. Lo firma el Grupo Intergubernamental de Expertos sobre el Cambio Climático (IPCC, en inglés), con 234 especialistas, y avanza que en poco más de 10 años las emisiones de CO2 podrían romper el límite del incremento de la temperatura global, con una subida del nivel del mar que llegaría a los dos metros a finales de siglo.
¿Qué hacer? No hay otra alternativa que sellar un compromiso serio con la reducción drástica en las emisiones de gases de efecto invernadero. Solo eso podría estabilizar la escalada de las temperaturas y evitar una catástrofe climática. Y en esto las empresas tienen mucho que decir, pero sobre todo que hacer.
Objetivos claros desde el Acuerdo de París
La senda a recorrer ya está marcada desde 2015, cuando se firmó el Acuerdo de París, el primero vinculante sobre el clima a nivel mundial, que rubricaron 195 países para impulsar la transición hacia una economía baja en carbono.
Entonces se fijaron objetivos concretos: limitar el alza de las temperaturas a menos de 2°C en este siglo y, a ser posible, por debajo de 1,5°C y alcanzar la neutralidad carbónica en 2050, es decir, que ese año las emisiones de CO2 en todo el mundo sean cero. Pero los autores del informe han vaticinado que, tal como vamos, ambos límites se superarán en todos los escenarios. Y esto derivaría en un incremento y una mayor intensidad de fenómenos meteorológicos extremos, como olas de calor, lluvias torrenciales y sequías.
Las empresas que se han sumado la «acción por el clima» que contempla el Objetivo de Desarrollo Sostenible (ODS) número 13 saben que el compromiso requiere de transformaciones de calado que no suelen ser fáciles de impulsar: implicación de la alta dirección en el cambio interno; mayor inversión en tecnologías limpias; adopción de enfoques y prácticas innovadoras; medición de la huella de carbono; transparencia. Y, sobre todo, compromiso con las actuaciones que tengan un impacto real y de calidad.
Sin embargo, menos del 10% de las empresas cuenta actualmente con objetivos de emisiones alineados con no superar esos 2°C en el calentamiento global, según ha constatado el informe Running hot: accelerate Europe`s path to Paris, que elaboraron CDP Europe y la consultora Oliver Wyman. De hecho, si el escenario actual se mantuviera en España, a finales de este siglo el calentamiento sumaría 2,9°C, por encima de la media mundial, que sería de 2,7°C adicionales de temperatura.
Por otra parte, el Anuario 2020 – Acción Climática Empresarial en España, que elaboran ECODES y la Red Española del Pacto Mundial, analiza la disposición del tejido empresarial español hacia el avance a una economía descarbonizada y su compromiso con la reversión del cambio climático. ¿La conclusión? Sí, hay interés por el tema, pero todavía nos encontramos en estadios muy iniciales. Las grandes corporaciones son las que más hacen, mientras que las pymes apenas participan en acciones nacionales.
Si no se pisa el acelerador y seguimos al actual ritmo, todo parece indicar que no se cumplirán los objetivos de la COP21 y todos saldremos perdiendo.
Empresas y cambio climático: qué dicen y qué hacen
Hay algunas señales de un cambio que se está empezando a fraguar. En la iniciativa Science Based Targets, que apoya el establecimiento de objetivos corporativos significativos de reducción de gases, solo una empresa española había logrado la aprobación de sus metas en 2017. Actualmente hay 12 con los objetivos aprobados y 17 están en vías de lograrlo.
Algunas empresas muestran importantes progresos en la gestión de sus políticas ambientales y en la lucha contra el cambio climático, a pesar de los desafíos de la crisis del covid-19. En el ranking de empresas de CDP (la organización sin ánimo de lucro Carbon Disclosure Project); destaca una decena de compañías españolas entre las 131 europeas que lideran la acción medioambiental. Se trata de AENA, Cellnex, Dia, Enagás, Endesa, Ferrovial, Grupo Logista, Miquel y Costas, Naturgy, Red Eléctrica, Siemens Gamesa y Telefónica. Todas ellas han sido incluidas en la Lista A en materia de cambio climático por las acciones que han impulsado.
¿Y a nivel mundial? Encontramos casos de compañías que figuran en la Lista triple A del ranking CDP, como Danone, Firmeinich, L’Oréal, Mondi, UPM-Kymmene Corporation y Symrise, que han destacado por obtener las calificaciones más altas en las tres categorías del listado: cambio climático, bosques y seguridad acuífera.
La evolución también se debe valorar teniendo en cuenta el punto de partida de cada empresa. Hay sectores en los que el cumplimiento de objetivos es mucho más retador, como son el sector energético o el del transporte aéreo. En otros la descarbonización puede ser más rápida, como el de las telecomunicaciones.
Por ejemplo, la experiencia de Endesa es ilustrativa: pasó de ser en 2015 el mayor emisor de gases de efecto invernadero de España, con un 10% de las emisiones totales, a reducirlas en un 70% el año pasado. Todo gracias a una combinación de acciones en distintas áreas y al impulso desde la alta dirección. Su transformación comenzó cuando se firmó el Acuerdo de París.
Pero, ¿están las empresas y sectores más contaminantes haciendo el esfuerzo necesario para cumplir los objetivos de descarbonización? ¿Cuáles son los sectores más contaminantes?
Según el informe Descarbonización 2021, del Observatorio de Sostenibilidad, los principales sectores contaminantes en España son los relacionados con la quema de combustibles (carbón, fuel y gas), que generan casi la mitad del total de las emisiones del mercado, un 48%; le sigue el de la producción de clinker y cemento, con el 12%; el sector petróleo, también con el 12%; la producción de arrabio o acero, con el 6%; el sector aeronaútico, con el 5% de las emisiones; la fabricación de cerámica, con el 3%; y la producción química a granel, con el 3%. Hay un 12% que es un cajón de sastre de diversos sectores.
Con todo, España ha disminuido sus emisiones entre 2018 y 2019 un 21%, frente al 17% de Europa. Y la evolución desde 2008 muestra una reducción de gases de efecto invernadero del 48% en nuestro país, frente al 35% registrado en Europa en el mismo periodo. Hay resultados, pero no son suficientes.
¿Y el sector público?
Si echamos la vista al sector público, que también tiene que aportar a esta transformación, no hay demasiado que celebrar. Tal como constata el informe El rol de las empresas públicas en la transición climática, de la consultora Vivid Economics, los gobiernos controlan o administran el 60% de las empresas con mayores emisiones a nivel mundial.
En el caso de España, teniendo en cuenta los datos de las 24 empresas que pertenecen a la Sociedad Estatal de Participaciones Industriales (SEPI) más AENA, la conclusión es que la mayoría de ellas no están alineadas con los objetivos del Acuerdo de París.
Solo 14 de las 25 empresas en estudio reportan sus emisiones; generan entre el 4% y el 8% de las emisiones de gases en España y únicamente siete de ellas cuenta con objetivos de reducción, tal como exige la recientemente aprobada Ley de cambio climático. Será necesario reducir un 46% de las emisiones de aquí a 2030, muy por encima del compromiso del 26% para España.
Con vistas a la celebración de la cumbre climática global COP26 de noviembre, parece clara la urgencia de acelerar la inversión en tecnologías limpias, la apuesta por la captura y almacenamiento de carbono o por su absorción mediante, por ejemplo, la plantación de árboles. Lo relevante es que las empresas den el paso de comprometerse con el cumplimiento de objetivos y que esta tarea se integre en la estrategia de negocio.
Los autores del informe de la ONU aseguraban que solo si se alcanza el cero neto de gases de efecto invernadero será posible revertir el incremento de temperaturas y, quizás, el enfriamiento. Solo de este modo se alejaría el temido punto de inflexión, un cambio abrupto como reacción natural al calentamiento global que marcaría un antes y un después. Como decía Guterres, es una alerta roja. Por suerte, no es una sentencia firme… aún no.