Si hay algo que políticos y directivos de empresas repiten hasta la saciedad cuando hablan de la crisis climática es la expresión transición energética. Suelen referirse a una evolución y a un cambio del modelo de producción energética mundial. Actualmente, más del 80% de la energía consumida procede de fuentes fósiles (carbón, petróleo y gas natural principalmente) que emiten una gran cantidad de contaminantes (como CO₂, monóxido de carbono o metano). La intención es la de reestructurar el modelo a otro que apueste por bajas emisiones como son las renovables tal que eólica o solar. Pero, por mucho que se insista, la realidad es bastante complicada: queda mucho por hacer, y gran parte sel trabajo pasa por la minería. Estos serán los metales esenciales durante este siglo.
Cobre
Según un informe del National Renewable Energy Laboratory, las turbinas eólicas están compuestas principalmente por acero (70-79%), además de otros materiales como aluminio y plásticos. Pesan sobre 150-170 toneladas, y el 2% es cobre. Es decir, tienen unas tres toneladas de este metal. Si tenemos en cuenta que el 33% de factor de carga cada turbina podría alimentar eléctricamente a 460 personas en Estados Unidos, para dar energía a todo el país harían falta 700.000 turbinas. Esto son más de 2M de toneladas de cobre. Con este ejemplo podemos hacernos una idea de las enormes cantidades de este metal que hacen falta para la mencionada transición energética. De hecho, el cobre es el metal más usado para las tareas de transmisión energética y en la construcción de infraestructuras para esta labor.
El mercado es bastante grande. Se extrae principalmente de la zona del Cinturón de Fuego desde el sur de los Andes hasta Alaska. Chile y Perú encabezan la lista produciendo el 39% mundial, en la que también están China, Indonesia, Zambia, el Congo, México o Rusia. La demanda no ha dejado de crecer a nivel mundial por el desarrollo de países como China y otros emergentes que una vez aumentan su rentan empiezan a mejorar sus viviendas, construir mayores edificios, electrificar las zonas rurales y ciudades pequeñas (en esta fase está India). Y mientras tanto producir cobre es cada vez es más difícil.
En Perú, por ejemplo, el gobierno de Pedro Castillo está viviendo un empuje anti-minas, y muchas han parado por seguridad tras asaltos, además de amenazas y prohibición de proyectos como Tia Maria o La Granja. En Indonesia el gobierno se está poniendo cada vez más duro y quiere restringir las exportaciones y que más valor añadido se quede en el país. En Rusia la mina de Baimskoye está tan alejada de todo y necesita tanta potencia que construirán un reactor nuclear para ellos (pequeño obviamente) y costará más de ocho mil millones de dólares. Kamoa-Kakula será una de las mayores del mundo a final de década y controlada por Ivanhoe están desarrollando por fases en mitad del Congo. Quebrada-Blanca Phase 2 en Chile han tenido que desviar un río en un tramo.
Cada vez es más complicado acceder a estos depósitos y por ello la intensidad de capital (la cantidad de inversión inicial entre tonelada de cobre producida) aumenta sin freno. Muchos gestores de fondos llevan años apostando por este metal con buenos resultados: su precio ha subido casi un 50% respecto a antes de la pandemia.
Estaño
La historia de este metal es de las apasionantes. Al ser el metal con punto de fusión más bajo, fue de los primeros en ser utilizados por el hombre para hacer herramientas y al mezclar con cobre se hacía el bronce que dio nombre a una edad prehistórica. En el siglo XX en medio de la Guerra Fría EEUU decidió acumular estaño como reserva estratégica y hacer guerra económica así que la URSS mandó 400 geólogos a Siberia y se les ordenó que no volvieran hasta descubrir grandes depósitos de estaño (por suerte lo lograron porque en Rusia hay de todo).
El estaño es el mineral que se puede ver más afectado por las nuevas tecnologías, según un estudio de MIT. Hoy en día más de la mitad de la producción de estaño se utiliza para soldaduras de procesadores. Es decir, cualquier gadget o elemento tecnológico contiene estaño (el 5G, la domótica en casas, la electrónica de la maquinaria pesada y la de los vehículos). Cada vez van a hacer falta más procesadores y, por tanto, más estaño.
Es también una de materias primas con una de las estructuras de oferta más débiles de todas. Apenas es una fracción del cobre (24Mt anuales frente a las 360kt del cobre) y no hay grandes empresas metidas. No se ha invertido apenas en minería industrial y aproximadamente un tercio es minería artesanal de países como Indonesia, el Congo o Myanmar.
En la vieja Birmania aparecieron grandes depósitos de repente y en 2015 pasaron de apenas producir a sacar el 15% del estaño mundial. Por desgracia lo que rápido viene rápido y se va y muchas de esas minas se están agotando. En Indonesia el gobierno impuso en 2015 un cuello de botella por el que todo el estaño fundido y almacenado tenía que pasar por las manos de la empresa estatal PT Timah. Esto ha hecho que prolifere la minería ilegal en la que no solo se usa a menores para extraer el mineral de la tierra y el fondo del mar. De hecho, la mitad de la producción indonesia se extrae del fondo marino removiéndolo y separando la casiterita (la roca donde se encuentra el estaño) y devolviendo esa mezcla al mar. El impacto ambiental es devastador para el fondo marino, las poblaciones de coral y de otros animales.
El escenario que queda es el de un material que se beneficia del desarrollo y avance tecnológico, está presente en la economía verde, del que hará falta más de 100kt extra al año frente a la demanda, y cuyo extracción es —como poco— compleja (a pesar de que aparezcan nuevos proyectos como Syrnambet en Kazajistán, de donde se pueden sacar 50kt). El punto positivo es que el estaño tiene un coste muy pequeño para los procesadores, por lo que el precio se puede duplicar y apenas encarecería aquellos productos que lo contienen.
Cobalto
Es uno de los metales más conocidos y comentados a la hora de hablar de las baterías, ya que se utiliza casi exclusivamente para su producción (suele mejorar la estabilidad, evitar problemas técnicos y ser más seguras). La fórmula más exitosa hasta ahora para baterías son las NMC (Nickel-Manganeso-Cobalto y litio). Estas suelen ser las mejores en promedio en muchas variables como coste, densidad energética, seguridad.
Aunque, ante la presión ecológica, los fabricantes intentan moverse a modelos donde se reduzca el consumo de cobalto desde NCM 532 a NCM 811 (es decir, ocho partes de nickel, una de manganeso y una de cobalto) o baterías LFP de fosfato de hierro más baratos y que no utilizan ni nickel ni cobalto. Pero tienen menos densidad energética por lo que el propio Elon Musk dijo que no servían para vehículos de larga distancia.
Su valor es alto. Tiene un precio por tonelada bastante superior a cualquier otro metal industrial. Esto es debido a lo raro que es encontrar un depósito de cobalto viable en el mundo. Y se ha labrado mala fama.
Sobre el 70% de la producción mundial proviene del Congo, de este 70% sobre una cuarta parte se extrae con picos, palas, y, sí, mano de obra infantil en muchos casos. Esto ha traído mucha controversia, pero la realidad que nadie quiere mirar el problema a la cara, ya que es tan caro y difícil de encontrar que ninguna industria acaba de ser contundente a la hora de elaborar mejores procesos de trazabilidad del metal.
El resto del cobalto proviene de minas industriales de Glencore o empresas chinas tales que Tenke o Kisanfu, ya que el cobalto se suele encontrar como un subproducto de minas de cobre. Fuera del Congo la producción es mínima, un poco en Australia, en Canadá o en EE UU. La dependencia del Congo es inevitable.
Litio
El litio es uno de los metales más ligeros y útiles para fabricar baterías. Se considera tan bueno que da en general bastante igual el tipo o modelo de batería que seguro utiliza litio en menor o mayor medida. Las predicciones de crecimiento de la demanda de este metal son simplemente abrumadoras. Al usarse directamente en este proceso el crecimiento anual será tremendo y se da por descontado tasas del 20% anual. Eso más negativo de lo que parece, aunque parezca contradictorio.
Los precios altos del litio y las altas expectativas de demanda han atraído muchísima oferta y atención de países como China. Casi todo el litio del mundo se encuentra en el Triángulo del litio sudamericano (Argentina, Chile, Bolivia), y en Australia. Aunque se están encontrando nuevos distritos de litio tal que el Congo y Centro Europa o mejorando la tecnología para “desbloquear” ciertos depósitos difíciles de tratar como los de Nevada (EE UU). A diferencia del cobalto o estaño (que es un metal raro y difícil de encontrar), el litio lo hay a patadas en esos países. Llega con mirar las salmueras chilenas con grandes extensiones de terreno en el desierto de Atacama y cualquier nuevo proyecto tiene reservas para 50 años. Además, es bastante fácil construir expansiones de estas minas y añadir más oferta.
En los países del Triangulo del litio se encuentran dos tercios del litio mundial, por lo que tienen la posibilidad volverse tan influyentes como lo son ahora los estados del Golfo Pérsico. Aunque todo depende de sus regulaciones. En Bolivia el gobierno de Evo Morales, con su argumento “anti-imperialista”, sigue siendo un país sin demasiada seguridad jurídica. En Argentina algunos políticos han pedido la intervención en el sector para crear una minera nacional. El giro a la izquierda en Chile podría suponer más royalties e impuestos al sector. Ya lo hicieron el siglo pasado nacionalizando de facto la industria de cobre con Allende.
Esta fiebre por el litio ha sido cristalizada por empresas como Ganfeng o Zijin que han realizado compras mil millonarias los últimos dos años para abastecerse de suficientes proyectos para industria nacional china. También han acaparado todo el metal disponible, disparando los precios de los distintos productos de litio como el hidróxido o el carbonato.
Así pues, este será un metal clave este siglo con toda seguridad y unos pocos países latinos tienen posibilidad de volverse más influyentes al controlar las grandes cantidades de litio que tienen. Pero aun así las expectativas de demanda son muy altas y todas las empresas del sector están ampliando capacidad, desde los gigantes establecidos como SQM o Albermale a nuevos titanes mineros nuevos en el segmento como Rio Tinto con su proyecto Jadar en Serbia.
Niquel
El niquel era conocido como el “falso cobre”, ya que son metales que suelen aparecer juntos y durante mucho tiempo no tenía uso. Actualmente, utilizamos el 70% para hacer el recubrimiento al acero y crear así el acero inoxidable. Su demanda lleva creciendo sin parar un siglo por la necesidad de fabricar aceros de más calidad para ciertas industrias, ciertas máquinas.
Desde hace poco se sabe que es un metal excelente para las baterías. No sólo contienen bastante, sino que cada vez se apuesta más por modelos todavía más intensivos en níquel a cambio de cobalto. Los Tesla contienen por ejemplo 30kg de níquel (es el vehículo con más peso de este material). Elon Musk ya ha dicho que es un componente fundamental y buscan contratos alrededor del mundo, incluso se ha rumoreado que podían entrar en un consorcio para explotar la mina de Goro en Nueva Caledonia.
Para que pensar en el posible impacto, hay que entender que los coches eléctricos podrían tener al menos 25kg de níquel cada uno. Hoy en día se venden casi 100M de vehículos al año. Si la mitad fueran eléctricos eso serían 1,2M de toneladas de niquel consumidas anualmente. Actualmente, se venden sobre el 2.5% eléctricos y la demanda anual con el acero inoxidable son 2,5M. Dice mucho del potencial impacto.
Al igual que con el estaño hay un problema a largo plazo debido a su obtención. Existen dos tipos de depósitos, las lateritas más típicas de países tropicales y los sulfuros, de mayor concentración y calidad. El gran productor de niquel es Indonesia con sus lateritas, pero el problema está que para hacer baterías es mucho más simple utilizar sulfuros cuya producción lleva cayendo años. Existe la posibilidad de utilizar lateritas para baterías con plantas HPAL, pero es un proceso caro, muy intensivo en energía y poco “ESG” la verdad. Por ello ha comenzado una caza de sulfuros por el mundo, principalmente Australia con varios depósitos y viejas minas para reabrir como las de Mincor y Poseidon además del gigante BHP y su mina Nickel West. Esta empresa que por cierto ya compró por 500M otra pequeña llamada Noront Resources en Canadá que también cuenta con grandes reservas. También son conocidos los gigantes depósitos de la Polar Division en Rusia operados por Norilsk Nickel, uno de los mayores gigantes mineros de Rusia y el mundo.
BHP ya situó el níquel como una de las tres materias primas a invertir esta década junto al cobre y la potasa (fertilizante). Sibanye-Stillwater, una empresa sudafricana centrada en platino y paladio, se ha metido en el mercado pagando mil millones por varios activos de un Private Equity en Brasil.
Combustibles fósiles
Los combustibles fósiles juegan un papel en el futuro más importante de lo que parece. Gracias al carbón y al petróleo hemos obtenido más energía barata, accesible, fiable y eficiente, permitiéndonos niveles de desarrollo insospechados. Pero también tienen muchas externalidades negativas en las que cada vez se incide más (y se critica más el impacto ambiental de estas operaciones frente a las de las gigantes minas de cobre o litio que hay en Los Andes). La contaminación asociada a la combustión de cada uno de estos materiales cada vez se muestra más contaminante y se trata de eliminar su demanda con impuestos y subvenciones a las alternativas y penalizar la oferta con medidas restrictivas y denegación de permisos además de dificultar la financiación de estos proyectos.
Empezando por el carbón. Lo primero que debemos tener claro es que hay un segmento del mercado que no se eliminará aunque cerrásemos todas las centrales térmicas del mundo. Aproximadamente el 20% del carbón mundial, el de mayor calidad según varias métricas, se utiliza como carbón metalúrgico en altos hornos para junto mena de hierro para fundir acero. Por lo que realmente será parte de esa transición energética al seguir necesitando muchísimo acero nuevo.
Algunos países asiáticos, como Vietnam que quieren cuadruplicar el consumo. Además, debido a que nadie quiere abrir una nueva mina de carbón por la falta de financiación y por las bajas expectativas de demanda lo que provoca poca oferta mientras la demanda sigue ahí lo que crea precios altos. Recientemente, los precios han volado y se están firmando contratos a precios altos en EE UU para el año que viene en la zona del Power River Basin (Wyoming) donde se encuentran las mayores reservas de carbón del continente.
El caso del petróleo es similar. Mucha gente se ha obsesionado con el impacto del coche eléctrico, pero esto representa menos de un cuarto de la demanda siendo igual de importante los camiones, maquinaria pesada, aviación, barcos mercantes y segmentos más olvidados como la petroquímica que está en todo lo que nos rodea, desde plásticos, disolventes, tejidos, etcétera. El caso del carbón nos adelanta como será el futuro de cada barril: demanda que crece y aguanta más de lo esperado con oferta donde nadie invierte por ser “malvada” lo que genera precios altos.
La demanda ha seguido creciendo casi ininterrumpidamente y siempre se ha tendido a subestimar el crecimiento de demanda según las proyecciones de la IEA. La oferta ha sido tan machacada y se ha reducido brutalmente el dinero destinado a exploración que en los últimos años hemos consumido las reservas convencionales descubiertas en los últimos cinco años. Es difícil encontrar países que puedan aumentar significativamente como pueden ser Irak, Kazajistan o Brasil a la vez que se ve que en EEUU hemos llegado a los límites del fracking con unos 13M de barriles diarios de producción.
El gas natural es distinto, porque se ha vendido como más verde y como la energía de transición necesaria para dar respaldo a la intermitencia. Con una demanda creciente y que todo el mundo espera cada vez se tiene más claro el creciente rol que tendrá en los mix energéticos mundiales. La gran dificultad que tiene es que sigue siendo un gas. Para transportar a largas distancias es necesario reducir su temperatura por debajo de -150ºC para volverlo líquido y transportarlo en barcos metaneros y luego regasificar.
Nada es barato, y por ello estamos viendo cuellos de botella a la exportación y situaciones exageradas como que el precio del gas europeo es ocho veces el precio del americano. A pesar de toda la capacidad de LNG siguen siendo mercados muy regionales dominados por la demanda de cada zona, la capacidad de importación, acceso al gigante ruso y la firma de contratos bilaterales en muchos casos, como en Asia, ligado directamente a la evolución del precio del crudo. Los mayores importadores del mundo de LNG son Japón, Korea y China consumiendo más de dos tercios.
Entre los exportadores vemos a Rusia con Gazprom que domina el mercado y nuevos exportadores que aprovechan el boom del LNG como Qatar (que cuenta con el mayor depósito de gas del mundo en el golfo pérsico) y Australia. Destacar que, gracias a la revolución del fracking, Estados Unidos consiguió desbloquear ingentes cantidades de gas natural produciendo al nivel de Rusia lo que provocó una década de precios bajos y sigue provocando esta disparidad de precios a los dos lados del Atlántico, aunque posiblemente el próximo lustro Estados Unidos ya será el mayor exportador de LNG junto Qatar.
En definitiva, el cambio hacia las nuevas energías y la revolución tecnológica tendrá grandes consecuencias para el mundo del subsuelo de donde se extrae casi todo lo que vemos a nuestro alrededor.
*Adrián Godás (O Carballiño, Ourense, 1998) comenzó a invertir en Bolsa a los 15 años; a los 20 fundó su propia firma de análisis financiero, Godás Search; y lleva, junto a Paco Lodeiro, el podcast Value Investing FM.