Cuenta la historia que en 1816, el doctor francés René Laennec tuvo dificultades para examinar a una paciente que padecía sobrepeso. Hasta finales del siglo XVIII los médicos usaban sus cinco sentidos para diagnosticar a los enfermos. Palpaban y veían su cuerpo en búsqueda de bultos que determinaran el origen de su dolor, escuchaban su respiración, olían sus secreciones, sentían su pulso… El problema es que, debido a la fisionomía de la joven, Laennec no podía completar su examen sin comprometer aún más la intimidad de la muchacha y sobrepasar los límites de su propio pudor. De repente, inspirado por un juego de niños que acababa de observar de camino al hospital, decidió probar suerte. Enrolló una hoja de papel en forma de cilindro, apoyó uno de los extremos sobre el corazón de la enferma y el otro a su propio oído. Y de esta manera tan rudimentaria, transformó la práctica de la medicina moderna. “Pude oír el corazón de una manera más clara y más distinta de lo que jamás había escuchado”, aseguró años después el doctor. Nacía así el estetoscopio, el primer instrumento de la tecnología diagnóstica, que cambiaría para siempre el modus operandi de la actividad médica. Hoy los expertos, esperan que el sector sepa aprovechar, en pleno siglo XXI, las bondades de las tecnologías digitales para volver a revolucionar el modelo actual.
La sacudida digital de la pandemia
Cuando en marzo del pasado año, el director general de la Organización Mundial de la Salud (OMS) apuntó a Europa como “epicentro de la pandemia” de la COVID-19, los cimientos de la sanidad digital estaban en gran medida establecidos en el Viejo Continente, pero se trataba de una estructura débil y primigenia poco preparada para hacer frente a la pandemia más grave del siglo. Los confinamientos y el distanciamiento social iniciales revelaron no sólo la fragilidad física de los ciudadanos sino también la de los sistemas sociales y económicos de todo el planeta. Según una encuesta mundial de la OMS, durante los primeros meses de pandemia –entre marzo y junio de 2020– el 90% de los países sufrieron interrupciones en sus servicios de salud esenciales. Por poner sólo algunos ejemplos, los servicios de urgencias que pueden salvar vidas se interrumpieron en casi una cuarta parte, el tratamiento de los trastornos de la salud mental un 61%, y el diagnóstico y tratamiento del cáncer en un 55%.
Sin embargo, con el aumento de los casos y la limitación de la atención personal, los países han avanzado a gran velocidad para frenar el déficit de prestaciones a través de de medios digitales. Según la OCDE, países que no contaban con una legislación, estrategia o política nacional sobre el uso de la telemedicina han despejado barreras en sus normativas. Otros, donde sí estaba permitida han facilitado a los proveedores y a los pacientes el uso de las consultas a distancia, relajando las restricciones o creando nuevas plataformas. Incluso España ha dado pasos importantes en este sentido con buenos resultados.
Los profesionales y el público han abierto su mente, se ha producido un auténtico cambio cultural en la forma de entender la relación médico-paciente. Un hecho que no ha pasado desapercibido entre los actores no tradicionales de la salud como los grandes gigantes tecnológicos. Alibaba, Alphabet, Amazon, Apple y Tencent presentaron colectivamente más de 3.500 patentes sanitarias en los últimos cinco años de acuerdo a los datos recogidos por Dealogic, plataforma de información sobre mercados. Demuestran, una vez más, su habilidad para utilizar sus puntos fuertes: dispositivos electrónicos y acceso inigualable a los consumidores para empezar a crear ecosistemas de salud basados en datos. En España, incluso Telefónica ha decidido salir de su negocio core y apostar por este nicho de mercado junto con Teladoc Health, líder mundial en telemedicina. “Los resultados están siendo muy prometedores. En los dos primeros meses tras su lanzamiento más de 20.000 personas se dieron de alta”, asegura Carlos Nueno, presidente de la parte Internacional de la multinacional.
Según los cálculos de McKinsey Global Institute, el think tank interno de la consultora del mismo nombre, los ingresos mundiales de la sanidad digital (telemedicina, farmacias en línea, dispositivos portátiles, etcétera) aumentarán de 350.000 millones de dólares el año pasado a 600.000 millones en 2024. No obstante, y pese a las magnitudes previstas, el sector aún debe afrontar cambios profundos para cumplir expectativas. ¿Tendrá continuidad la improvisada transformación en los cuidados sanitarios?
Más vale prevenir que curar
Estos meses se ha hablado mucho de la COVID-19 como una conmoción que ocurre “una vez en un siglo”, pero podría no ser así. Es probable que otros problemas inminentes –el cambio climático y la degradación del medioambiente– aumenten las probabilidades de que se repita otra crisis de salud pública. Sin duda, más tensión para un sector que debe lidiar ya con unos retos estructurales y coyunturales de gran calado. En las últimas décadas, la esperanza de vida se ha incrementado en promedio 30 años. Vida extra que no siempre se desarrolla de forma saludable. Pese a los avances médicos, sabemos que un tercio de los ancianos padece una enfermedad crónica que perdurará durante años. Una responsabilidad a la que debe responder un sistema sanitario con cada vez menos efectivos y recursos.
Si hoy en día los sistemas de salud consumen en promedio una décima parte de los respectivos ingresos nacionales, la tendencia tenderá a agrandarse en el futuro. En conjunto, se espera que los presupuestos de atención médica en países de todo el mundo aumenten en un 10% para 2030, según una encuesta a más de 120 ejecutivos de las principales empresas biofarmacéuticas del mundo, realizada por Strategy&, la empresa de consultoría estratégica de PwC. Pero las expectativas de algunos investigadores elevan la cifra hasta el 42%. En este contexto, la digitalización abre una nueva era capaz de mejorar la calidad asistencial, y ofrecer una gestión más sostenible y eficaz ofreciendo al paciente una atención más cercana y duradera. “En todos los aspectos la medicina va a ser mucho más personalizada y fundamentada en cuestiones individuales y particulares. Veremos, un cuidado más activo por parte del paciente en su día a día a través de su propio dispositivo móvil”, puntualiza Leticia Rodríguez, socia responsable del sector sanitario de la consultora PWC.
Así lo han entendido en Dinamarca donde desde el año pasado monitorizan desde casa los parámetros bioquímicos de las mujeres embarazadas para detectar de forma temprana posibles complicaciones (diabetes, colesterol, tiroides…). De esta manera, se ha reducido el número de visitas ambulatorias, el personal sanitario ha dedicado un 75% menos de su tiempo a tareas no urgentes y el número de días de hospitalización de las mujeres con complicaciones en el embarazo se redujo casi a la mitad. Es decir, la medicina ha dejado de ser meramente curativa para convertirse en preventiva gracias a los servicios digitales. Y es que, la telemedicina, la monitorización, las aplicaciones digitales, la Inteligencia Artificial o el análisis de datos “ayudan al profesional en el diagnóstico, a identificar tratamientos personalizados e identifican patrones en la aparición y evolución de enfermedades, mejorando de esta manera la toma decisiones”, aclara Margarita Alfonsel, secretaria general de Fenin, Federación Española de Empresas de Tecnología Sanitaria. Justo lo que no sucede en España donde “el sistema actual está pensado exclusivamente para atender a los enfermos agudos, y no a aquellos con enfermedades crónicas. Por ello, necesitamos una organización diferente basada en la digitalización que permita el seguimiento continuado del paciente, quizá para toda la vida”, recomienda Rafael Bengoa, codirector del Instituto de Salud y Estrategia de Bilbao (SI-Health) y profesor universitario en prestigiosas universidades como Harvard.
La etiqueta “digital” por sí sola no garantiza el cambio
El éxito de la transformación digital en el sector sanitario no es una simple cuestión de cambio técnico sino que se requiere un complejo cambio adaptativo en las actitudes y aptitudes humanas, así como en la organización del trabajo y los marcos jurídicos y financieros. Recuerda Burton G. Malkiel en “Un paseo aleatorio por Wall Street” como en la burbuja de las punto com, la locura por las empresas relacionadas con Internet parecía no tener límite. Muchas, incluso las que nada tenían que ver con lo digital, añadían a su nombre original “punto net”, “punto com” o “internet” para sonar más atractivas y captar el capital de los inversores. Otras muchas compañías, creadas al calor de las subidas bursátiles, resultaron ser un verdadero fiasco. Lejos de aventurar una nueva burbuja en torno a los cuidados, los expertos sí que advierten: “no toda nueva herramienta digital vale la pena, algunas no aportan valor, o muy poco, y otras incrementan mucho el gasto. Por eso es tan importante analizar con herramientas estandarizadas de evaluación, clínica y económica”, señala Beatriz Gonzalez López Valcárcel, catedrática e investigadora en Economía de la Salud española. Es decir, solo porque sea digital no tiene por qué ser un éxito en la aplicación. Hay que tener en cuenta que las tecnologías digitales solo proporcionan las herramientas y no pueden transformar el sector sanitario por sí solas, es necesario que los trabajadores sanitarios y los pacientes les den un uso productivo. Así que, “no es conveniente digitalizar el modelo asistencial actual, sino, por el contrario, usar el potencial digital para transformar y reformar el sector”, explica Rafael Bengoa, ex director de Sistemas de Salud de la OMS.
Estos días, el sector presiona para que el ministerio de Sanidad cumpla con sus compromisos y elabore la Estrategia Nacional de Transformación Digital del Sistema Nacional de Salud. Y el trabajo, pese a los avances –mejoras en la implantación de la historia clínica y la receta electrónica interoperable– será intenso. A los problemas de interoperabilidad, los diferentes sistemas de salud de la CC AA apenas se hablan entre sí, se suma su retraso tecnológico. Según los datos recogidos en el Índice de Madurez Digital elaborado por Fenin, el nivel de desarrollo digital del Sistema Nacional de Salud es considerablemente bajo. Sin embargo, hay dos áreas cuya madurez es especialmente preocupante: los sistemas analíticos de datos (17,8%) y los servicios digitales para pacientes (22,8%). Pese a las deficiencias digitales, desde Fenin insisten: “una estrategia nacional no debería limitarse a digitalizar procesos concretos, sino que tendría que impulsar un nuevo paradigma de salud inteligente conectada entre CC AA”, exige su secretaria general.
Cambios que no llegarán sin recursos económicos a la altura de los retos que debe acometer el país. En este sentido, los Fondos de Recuperación suponen un impulso decisivo. Además, los expertos coinciden en que en esta nueva etapa habrá que plantearse un marco de colaboración público-privada que facilite la transición. “Será necesario tirar mucho de los conocimientos de otros players relacionados con las tecnologías y las comunicaciones y, desde luego, con el mundo retail y de consumo porque estos sectores y compañías llevan años de ventaja en el ámbito de la gestión de datos”, concluye Leticia Rodríguez de PWC.