“Menos mal que no me habéis preguntado sobre el riesgo de una invasión china de Taiwán”. Así finalizaba su intervención en una jornada reciente sobre microelectrónica María Marced, la presidenta en Europa de Taiwan Semiconductor Manufacturing Co. (TSMC), el gigante mundial de los microchips.
Un solo dato proporcionado por su compañía debería despejar cualquier duda al respecto, por mucho que el paper más descargado del US Army War College hace un par de años justificara la destrucción de las instalaciones del TSMC como posible estrategia preventiva por parte de Estados Unidos en caso de que China entrara en el país: la industria de semiconductores alcanzará el billón de dólares de ingresos en 2030, casi el doble que en la actualidad.
En el marco de otra jornada también reciente, la primera de la Spanish Open Hardware Alliance, celebrada en la sede del Barcelona Supercomputing Center (BSC), se acaba de presentar el nuevo chip Sargantana. Se trata de la tercera generación de procesadores de código abierto diseñados íntegramente en el BSC con tecnología RISC-V, algo así como el equivalente para el hardware de lo que supuso el Linux para el software.
Mateo Valero, director del BSC, cree que España está a tiempo de convertirse en un referente mundial en RISC-V. En el seno del Perte CHIP se ha barajado incluso la posibilidad de lanzar una estrategia nacional para impulsarlo. Podría ser una de las manifestaciones del renacer de la microelectrónica en nuestro país.
Nada de todo ello sería concebible fuera del contexto de la revolución tecnológica en curso. Qué indicios nos da la microelectrónica acerca de cómo van a transformarse el resto de sectores en el futuro.
Javier Jiménez, de la multinacional MaxLinear, me cuenta que su planta española está inmersa en un proyecto para transmitir 1,6 terabytes por segundo mediante comunicaciones ópticas (se está llegando ahora a 800 gigas). Sus clientes, Meta, NVIDIA y Amazon, están pensando ya en cómo serán los data center dentro de tres o cuatro años.
El tráfico interno en los centros de datos ha superado ya al externo. Explica José Capmany, de iPronics, que se están configurando como una “macrosuperred”, no por su extensión geográfica, sino por el volumen tráfico, y paulatinamente irán introduciendo conceptos de redes ópticas para hacerlo posible. A raíz de todo esto, como sociedad veremos una capacidad de procesado de inteligencia artificial desorbitada en muy poco tiempo.
La fotónica (transmisión de datos no con electrones, sino con luz) actuará en distancias de pocos metros, e incluso de centímetros, me dice Íñigo Artundo, de VLC Photonics, porque la electrónica no da más de sí. Jerarquizar conexiones y mover datos a coste muy bajo, y si es posible con un consumo de energía casi nulo… la nube del futuro necesita chips fotónicos.
Las comunicaciones van a ser, por tanto, el ámbito de la economía más impactado. Las estaciones base de 5G se quedan cortas ante el crecimiento del volumen de datos, hacen falta nuevas tecnologías que acomoden la conexión de los sistemas wireless y los de fibra física, se trabaja desde nuestro país en la nueva generación de Open RAN y en los chips del wifi 7. Si internet corre rápido, que se note al llegar a casa, y en las fábricas, y en los almacenes.
El sector quiere democratizar, en efecto, el acceso a la fotónica de todas las empresas que no tienen el conocimiento, ni la capacidad de inversión in house. Le gusta el rol de habilitador. En el ámbito industrial, el impacto es especialmente atronador en el sector del automóvil.
VLC Photonics desarrolla un radar láser (Lidar) para el coche autónomo. El cableado de fibra será de vidrio multimodo, porque ya no se trata sólo de atender las comunicaciones internas dentro del sistema multimedia del coche, sino también de conectar la enorme cantidad de sensores que caen en cascada sobre el vehículo, comenta Rafael S. Gotarredonda, de ams OSRAM.
Javier Calpe, de Analog Devices, prefiere hablar de ecología. Chips de control de motores que ahorran un 80% del consumo y son capaces de predecir cuándo va a fallar, lo que permite utilizarlos en condiciones óptimas. O chips de cancelación acústica de ruido, que harán posible reducir un 20% del peso del coche, que se dedica fundamentalmente a elementos de aislamiento de la acústica, y podrían alargar así la duración de la batería.
La nueva microelectrónica (¿o conviene decir ya fotónica emergente?) quiere transformar la sanidad. Analog Devices trabaja en detectores de rayos X más sensibles, con el menor ruido y de bajo consumo, de forma que la calidad del diagnóstico sea mejorada, y de ese modo se pueda aminorar la dosis de radiación. Llegan tecnologías nuevas de cuenta de fotones que permiten a su vez hacer un análisis espectral, algo parecido a un TAC en color.
Wearables, monitorización del sueño, del pulso cardiaco, la demanda es enorme en el sector la prevención de enfermedades. También aplicaciones de metrología industrial y calidad, computación cuántica y fotónica, criptografía, sensores de gases… la ciencia de datos en general se transformará también radicalmente y nos descubrirá que la inteligencia artificial actual es sólo el aperitivo.
“Usa paradigmas de hace muchos años”, dice José Capmany. Tendemos a utilizar mucha computación digital, “y vamos a ver la aparición de la computación analógica seguro”, con el desarrollo de tecnologías que puedan habilitarla, algo que hasta ahora no había sido posible.
En su ponencia, María Marced insta a los países de la UE a “unirse como un solo bloque” porque eso es clave para desarrollar la fabricación a escala. Da igual, en su opinión, dónde se construyan las fábricas y las foundries. La clave es desarrollar un ecosistema dispuesto a adoptar proyectos de «mayor riesgo y mayor recompensa».
Por el lado de las empresas, esa capacidad, en España, aunque oculta muchas veces para el conjunto de la sociedad, existe. Ese es un excelente punto de partida. El resto del ecosistema tiene que ser consciente de la dimensión de esa oportunidad, porque trenes como este no pasan todos los días.