Entramos de nuevo en campaña electoral. Me he planteado como objetivo, en la medida de mis posibilidades, observar a los distintos candidatos intentando mantener la máxima objetividad (es decir, cierta objetividad) en el análisis de las distintas propuestas, y si soy capaz, extraer alguna conclusión.
Lo primero que llama poderosamente la atención es que todos vivamos en el mismo país. Existen claramente dos interpretaciones de la misma realidad. En la primera, España es el país que más crece de la Unión Europea, con constantes modificaciones al alza de las previsiones de crecimiento. Con fuerte creación de empleo, incluso en cifras record de crecimiento en algunas ocasiones. La inflación es de las más bajas entre los 27 países de la Unión. La justicia social es cada vez mayor y la desigualdad se está reduciendo. También hay nuevas leyes de vivienda, que regula uno de los derechos reconocidos en la Constitución, y de igualdad, conocida como sí es sí, que tras una corrección nos pone de nuevo en vanguardia en cuanto a protección de la mujer.
Sin embargo, existe una segunda interpretación muy diferente. En ésta, España aún no ha recuperado el PIB que tenía antes de la pandemia del COVID, siendo el país más retrasado de Europa en este ámbito. El número de horas trabajadas -la medida más correcta de los niveles de ocupación del país, dicen- están alejadas de máximos. La inflación subyacente está disparada, siendo imposible contener la subida del precio de los alimentos. Y todo ello a pesar de las cifras record de ayudas llegadas de la Unión Europea. Se legisla sin ton ni son, con “decretazos” que realmente no logran alcanzar el objetivo que persiguen, con leyes como la de vivienda que logrará reducir el mercado de alquiler y no bajar los precios, sino más bien al contrario; o “chapuzas” como la ley del sí es sí que solo ha servido para poner a delincuentes en la calle y ceder posiciones en el índice de calidad democrática.
Como les digo, tenemos la ventaja de estar en campaña electoral, lo que nos permite analizar lo que los distintos partidos proponen para mejorar la vida de los españoles, según la realidad que cada partido interprete. Y curiosamente, podríamos decir que todos los partidos tienden a proponer lo mismo o parecido. En las elecciones municipales hay cierto consenso hacia proponer ciudades más justas, más humanas, más feministas… algunos van a intentar mejorar el tráfico, la limpieza… y los menos también la economía. En las regionales la mayoría de las propuestas pasan por ofrecer ayudas, generalmente poco imaginativas, para jóvenes, pensionistas y aquellos sectores económicos que lo estén pasando peor por la sequía o porque ya no dan más de sí. Promesas.
En algunas ocasiones he señalado que, desde mi punto de vista, a los partidos les falta proponer un proyecto de España que ilusione al electorado. Se busca más el voto atacando al contrario que ofreciendo una idea de futuro. No se tiene en cuenta el riesgo a largo plazo de la confrontación continuada, el descrédito al que no piensa como tú y la agresividad en la forma, más allá de lo vacío del fondo.
No creo que conceptualmente resulte demasiado complejo elaborar una visión de España a medio plazo (digamos una legislatura) y a largo plazo (cómo nos gustaría que fuera España en 10 años). De hecho, a mi me resulta más difícil imaginar qué quieren decir con una ciudad más humana y feminista que si me dicen cuáles son los sectores económicos que se quieren potenciar y qué tipo de servicios públicos va a ofrecer el Estado.
Pero si aún así pareciese complejo crear un proyecto de España a medio plazo (oye, que si ilusiona y se ejecuta correctamente podría asegurar la pervivencia de un partido en el Gobierno durante varias legislaturas, ahí lo dejo), existe una forma de concretar la visión que podría servir de punto de partida. Concretando, en las empresas normalmente se establecen unas métricas fundamentales (los consultores les llaman KPIs) que son aquellas que queremos alcanzar para llevar a la empresa a la visión que nos proponemos. Yo sugeriría hacer lo mismo como país: primero establecer cuáles son las métricas, y luego ponerse el reto de qué valor queremos alcanzar para cada una de ellas a lo largo de la legislatura (y en el largo plazo). Un detalle no menor es, a la vez que se fijan las métricas, establecer cuál es el criterio para medirlas (qué fuente se usa, qué se computa y qué no, etc., para evitar posteriores interpretaciones y discusiones partidistas).
Miren, podríamos proponernos ser una de las 10 economías con mayor PIB del planeta en 2028 (somos la 14), o al menos ganar un puesto (si queremos ser menos ambiciosos y más realistas, ¡qué se yo!). Podríamos decidir potenciar sectores como la generación solar, la movilidad inteligente, la eólica marina, o los servicios a ciudadanos jubilados (cualquiera que tenga potencial, que España muestre capacidades diferenciales para poder desarrollarlo, y que parezca interesante para el país). Podríamos establecer una cifra de paro objetivo, o un volumen máximo de empleo público en función del empleo privado (yo qué sé, algo como que el país en su conjunto tendrá limitado el número de funcionarios al XX% de la masa total de empleados por cuenta ajena y autónomos). Podríamos incluso establecer unas métricas objetivo de satisfacción de los ciudadanos con su país, al estilo del NPS que tanto utilizan las empresas para evaluar lo adecuado de sus servicios a los clientes.
Sinceramente, creo que sería adecuado intentar objetivizar un poco nuestra visión del país. Un diagnóstico adecuado es el elemento principal para poder aplicar el tratamiento más eficaz. De la campaña extraigo que no hay diagnóstico, y que el tratamiento es aspirina para todo. Seguro que lo podríamos hacer mejor.