Colgar la bata siempre es difícil para un científico. Es más, se dice que nunca terminan de hacerlo del todo. Es lo que tienen las profesiones vocacionales. Pero aun es más complicado si un día ese científico se despierta y descubre que el mundo está patas arriba debido a una pandemia mundial. Es lo que les pasó en marzo de 2020 a Mariano Esteban (76 años), Luis Enjuanes (75) y Vicente Larraga (72), tres de los más reputados virólogos de este país, que como tres aves fénix decidieron volver al ruedo (o más bien al laboratorio), para ponerse a los mandos de la búsqueda de una vacuna contra el covid 19 que nos sacara del atolladero en el que nos encontrábamos.
Por delante, les quedaban meses de jornadas agotadoras, de pruebas y errores infinitos, de efímeros momentos de esperanza y, solo a veces, tímidas luces al final del túnel. Tenían el encargo del Ministerio de Ciencia e Innovación, a través del CSIC, de conseguir resultados cuanto antes, y de hacerlo además con el viento de cara que supone la histórica falta de músculo financiero del sistema investigador español y reclutando de forma exprés todo el talento científico que pudieran. Algo complicado teniendo en cuenta que, ante su inminente jubilación, sus respectivos laboratorios estaban en cuadro. Pese a todo, lo consiguieron. Llevan más de dos años trabajando en vacunas que, aunque no han conseguido dar batalla en la peor época del virus, es muy posible que nos protejan de forma más efectiva cuando se administren en el futuro.
Y quizá lo más loable de todo lo que han hecho por nosotros estos meses es que todo ha sido amor a la ciencia. Ninguno de los tres ha cobrado ni un euro por este enorme esfuerzo y sus ingresos se han limitado a las prestaciones habituales de la Seguridad Social que les corresponden como pensionistas. Un trabajo ad honorem, que es posible que, más allá del éxito de cada suero, haya supuesto la semilla e inspiración para que una nueva generación de científicos pueda desarrollar proyectos futuros relacionados con las vacunas en nuestro país.
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