Lobster’s day es el nombre con el que el diseñador industrial barcelonés Albert García ha bautizado a su marca. Sus padres ya contaban con una empresa de muebles y en la que empezó a trabajar. Los diversos intentos por mejorar la imagen de la empresa no casaron con el target de la marca y todas las propuestas fracasaban. Con la llegada de la crisis de 2007 necesitaba empezar de cero y de repente empezó a desarrollar unas piezas y dar forma a Lobster’s day.
La marca del peculiar fundador y creador nace con el fin de ofrecer un producto atractivo y diferenciado del resto, experimentando con la forma, el material y el concepto.
¿Cómo fueron los comienzos de Lobster’s?
Bastante complicados. Lobster’s nace de la crisis de 2007; una crisis como esa puede ser mortal o ser un punto de partida. Y en mi caso fue lo segundo. Hasta el momento en que mi familia se arruina había sido alguien sobreprotegido, con un exceso de afecto y cosas materiales, que trabajaba en la fábrica de sus padres de un modo muy relajado. Pero cuando toda nuestra realidad se empezó a tambalear, me afloró el mismo instinto protector con mis padres que ellos siempre habían tenido conmigo. Era mi turno, no había más alternativa. No sé muy bien como lo hice. Fui testigo de la caída de la empresa familiar durante tres años y en 2010 desarrollé una marca dentro de la, todavía agonizante.
Mi imaginario estético estaba definido desde siempre, sabía lo que me gustaba, llevaba años saliendo, estando en contacto con tendencias, viajando y divirtiéndome así que, a falta de recursos, utilicé todas mis conexiones sociales para empezar la marca. Tuve muy claro que el target al que tenía que dirigirme tenía que ser mucho más alto que el que tocábamos en la empresa, y dar un producto de nicho para el mercado de lujo: Al fin y al cabo, había una crisis, la clase media era la más perjudicada, y conocía perfectamente la cultura de consumo y el mercado de nivel alto. Fue como poner mis códigos estéticos al servicio del público que me interesaba.
Empezar una empresa sin un euro es difícil, empezarla con deudas importantes casi imposible, pero nunca dudé de mi producto. Tuve claro desde el principio el potencial de Lobster’s pero una empresa no crece sin dinero y pensé que captar un socio podía ser una solución para un crecimiento rápido. Al final lo descarté porque, al fin y al cabo, Lobster’s era mi proyecto y no quería limitaciones ni tener que justificarme.
El covid ha sido otra gran oportunidad, nací profesionalmente y me curtí en una crisis, sin la anterior no existiría Lobster’s, tener una situación de incertidumbre delante otra vez hizo que me planteara las posibilidades que me daba. La crisis fue mi oportunidad para parar, capitalizarme, cambiar y optimizar procesos productivos, resetear la empresa, fichar a un equipo nuevo, desarrollar nuevas colecciones para 2022 y prepararme para un crecimiento importante. Cuando trabajas a mil por hora y bajo presión no creces bien, hay que parar para tomar distancia y una empresa no se puede permitir parar. El covid forzó que parase y que pudiera preparar un estirón.
«Empezar una empresa sin un euro es difícil, empezarla con deudas importantes casi imposible, pero nunca dudé de mi producto«
¿Identifica cuál fue el punto de inflexión que les llevó a vender en las mejores tiendas y exportar casi toda su producción?
Al principio, no podía ir a ferias ni invertir en márketing, era muy frustrante. Tenía algo bueno entre manos, sabía quién tenía que comprarlo pero no tenía medios para darlo a conocer. Los orígenes de Lobster’s están marcados por Lázaro Rosa-Violán, uno de los mejores decoradores que opera a nivel mundial. Le gustó mucho mi producto cuando se lo presenté. Así que conocerle puso las cosas fáciles, inmediatamente me propuso en proyectos de dimensiones importantes. Fue un gran golpe de suerte porque una marca que sale de un huevo no tiene acceso a esos proyectos, solo marcas potentes y con recorrido. Fue una gran oportunidad y también un reto importante para mí porque no tenía infraestructura para fabricar a esa escala. Pero apostó por mi marca y al ser un decorador de referencia en quien todo el mundo se fija…También se fijaron en mí.
Creo que he tenido la suerte de estar en los lugares adecuados en el momento adecuado. Siempre me ha atraído la gente brillante y rodearme bien me ha abierto muchas puertas.
¿Lobster’s Day tiene mejor acogida en el extranjero o aquí?
Tuve claro que me dirigía a un público minoritario (el target que me interesa está en todas partes, pero en cantidades pequeñas). Exportar era prioritario, enfocarme al exterior está en mi carácter, tengo un perfil muy receptivo y abierto con lo que viene de fuera: Amigos extranjeros, parejas, etcétera. Había que llegar a las partes pequeñas de todo el mundo. Exporto la mayor parte de la fabricación por una cuestión de porcentaje. España es pequeña, pero aquí también me compran los perfiles a los que me dirijo.
Reinterpretan otras épocas, basados en los clásicos contemporáneos tanto americanos como nórdicos, ¿podríamos decir que son diseños atemporales?
Pues no lo sé, mis diseños son una consecuencia de mi imaginario y desde siempre he estado obsesionado con el lujo, aunque tengo un concepto algo descatalogado según se mire. No me interesa el lujo actual, me resulta mal entendido y creo se ha democratizado y vulgarizado. Diseño pensando en la gente que me inspira, en modos de vida que me resultan interesantes, y siempre recurro al pasado. Mas que gustarme estéticamente los 50 o los 60, me gusta cómo se vivía, la excentricidad asociada al lujo.
En los 60 nace el pret á porter, eso fue un signo de que el mercado del lujo empezaba a cambiar, la alta costura entra en declive en los 80… Me traslado a esas épocas porque creo que la gente era infinitamente más sofisticada que ahora y mucho más excéntrica. Mis productos están ligados a esas épocas pero es más por algo social, no tanto estético. La estética es sólo una consecuencia.
El “hecho a mano” hace que no haya dos piezas iguales, ¿es un plus para el usuario?
A mi modo de entender, sí. Vuelvo a mencionar de nuevo la -casi- tristemente desaparecida alta costura en un mundo muy industrializado porque realizar algo de modo artesanal me parece maravilloso. No es fácil tener una empresa con artesanos con capacidad industrial, hay que cumplir timings, entregas en hoteles…Pero el componente manual sigue y seguirá siendo el lema de Lobster’s. Y es totalmente cierto: No hay dos piezas exactamente iguales.
¿Cómo garantizan la calidad y autenticidad de los productos?
Todos los productos pasan unos controles de calidad estrictos, trabajamos con muy buena materia prima y aplicamos a los productos todos los procesos necesarios para garantizar su durabilidad. Las piezas metálicas, por ejemplo, llevan cataforesis, un anticorrosivo que se pone a los chasis de los coches. Me interesa el diseño, pero innegociablemente tiene que estar asociado a la comodidad, confort y calidad. De lo contrario, es un mal diseño.
A pesar de estar especializados en proyectos contract, sus diseños encajan en la decoración de interiores de hogares, ¿no es así?
Mas que elegir el contract, el contract nos eligió a nosotros. No diseño pensando en hoteles o restaurantes, diseño pensando en la gente a la que me gustaría ver sentada en el mobiliario. Los visualizo en hogares, dibujo y me imagino el mobiliario en contextos domésticos. Los decoradores son los que colocan el mueble en proyectos y desde el principio proyectaron mucho en hoteles. La resistencia del producto fue determinante, un Lobster’s está a prueba de bomba y eso un hotel o restaurante lo agradece. Lo barato al final, acaba saliendo caro.
¿Qué estancia prefiere “vestir”?
Me gustan mucho los exteriores, son mi punto débil: Jardines, piscinas… Los jardines de las villas italianas, el sur de Francia de los 60, las villas de L.A rollo mid-century son mi inspiración. El fotógrafo Slim Arons siempre definió muy bien mis gustos, por eso me enfoqué en el mueble exterior, por eso y porque cuando empecé, todo lo que había en el mercado me parecía literalmente horrible. Es un sector que se ha desarrollado mucho en los últimos años.
«Me interesa el diseño, pero innegociablemente tiene que estar asociado a la comodidad, confort y calidad. De lo contrario, es un mal diseño«
¿Cuál ha sido el proyecto más importante en el que han participado o que más ilusión le ha hecho?
Imposible mencionar uno sólo, pero intentaré ser breve: Marella Agnelli ha sido siempre un referente, uno de los cisnes de Truman capote, la realeza italiana… No se puede tener más clase ni ser más elegante, esa gente ya no existe (risas). Su nieta Tatiana de Pahlen, el año pasado forró el jardín de su casa de Londres con Lobster’s, fue algo casi mágico que la nieta de alguien que ha influido de tal manera en mi imaginario, acabe sentada en mis muebles. Fue como cerrar un círculo. Lauren Santo Domingo me pidió tres parasoles maremoto. Es una de las mujeres más chic del planeta y me encantó que escogiera mis parasoles para vestir su piscina de Los Hamptons.
Y bueno, la terraza del Liceo, recuerdo la ilusión que le hizo a mi padre y lo orgulloso que estaba de mí por haber amueblado la ópera de Barcelona. Ver a mi padre mirándome así fue impagable. Aunque a mí me hizo mucha más ilusión tener muebles en el Carlton de Cannes, estuve una semana sin poderme quitar de la cabeza a Prokofiev, esa melodía brutal plagada de gritos en el icónico anuncio de Egoiste de Chanel donde reprodujeron a escala la fachada del hotel.
Y precisamente la semana pasada estuve en Villa Carmelita, la casa de Diego y Laura. Diego Calvo está detrás del grupo hotelero más evocador de Ibiza: Concept Hotel Group, sus hoteles son fabulosos y me conmovió ver lo feliz que estaba de tener mis muebles en su nuevo hogar. Hay proyectos que impresionan y proyectos que emocionan.
¿Qué próximas colecciones nos depara Lobster’s Day?
Pues salto al interior. Me resulta gracioso porque la mayoría de marcas potentes lo han hecho a la inversa y han desarrollado líneas de exterior. En septiembre sale nuestra primera silla de interior y estoy trabajando en mi primera colección de hierro para exterior, es super cursi, estoy muy cursi últimamente, pero sin perder mi punto punk. Y parasoles por supuesto… La alta costura casi fue borrada del mapa en el siglo pasado, pero a mí lo que me apetece es vestir espacios con Balenciagas y Lacroixes que protejan del sol.