El presidente del Consejo de Supervisión del Banco Central Europeo (BCE), Andrea Enria, ha reconocido este lunes en un evento en Londres que la entidad de la que forma parte ha sido «desesperadamente lenta» en ciertas ocasiones, como a la hora de mejorar la gobernanza de los bancos, sus controles internos, o la sostenibilidad de sus modelos de negocio.
«No siempre es fácil para los supervisores entrar en estas cuestiones, ya que podrían ser acusados de inmiscuirse en áreas, como la dinámica del consejo o las decisiones relacionadas con su ‘mix’ empresarial, que deben seguir siendo responsabilidad de los consejos de administración y los órganos de dirección de los bancos», ha explicado Enria.
Sin embargo, el miembro del BCE ha recordado que no abordar las «debilidades» identificadas puede conducir a «amenazas existenciales» para las entidades financieras, tal y como, ha asegurado, demuestran los casos de los bancos regionales en Estados Unidos y de Credit Suisse.
«Nuestro historial en el BCE es mixto: hemos tenido cierto éxito a la hora de impulsar medidas correctoras eficaces y cambios en la gobernanza interna, pero en algunos casos los avances han sido desesperadamente lentos», ha resumido Enria.
INTEGRACIÓN BANCARIA
Asimismo, el presidente del Consejo de Supervisión ha destacado que la falta de integración transnacional dentro del sector bancario supone una «grieta peligrosa» a nivel institucional que no puede ser cubierta únicamente con un mecanismo supervisor efectivo.
Enria ha indicado que el fomento de los procesos de integración «no han tenido éxito hasta ahora» a pesar de que el BCE ha creado opciones para ello, pues los bancos han preferido repartir dividendos e incrementar el precio de sus acciones antes que embarcarse en procesos de fusión y adquisición.
El italiano ha destacado, por otra parte, que las uniones sí realizadas obedecían a criterios de costo-eficiencia por el solapamiento de operaciones en mercados locales, y no al deseo de diversificar ingresos en otros países.
Enria ha tomado nota de que la «falta de apoyo» a estas iniciativas por parte de los Estados miembro es un «efecto secundario indeseado» de que la unión bancaria sea incompleta y no tenga visos de avance, lo cual supone un riesgo, ya que, si el sistema financiero cae como en la crisis de 2008-2009, «repararlo podría ser muy difícil y costoso».