“Las biografías a veces no hacen justicia”, remarca Sergio Bernal (Madrid, 1990). La suya en concreto sufre algún que otro tijeretazo cuando ha de condensarse en un programa de mano o un artículo sobre su trayectoria. Danza española y ballet a partes iguales, Bernal es uno de los últimos grandes descubrimientos de Ricardo Cué, reputado coreógrafo y “Pigmalión”, como dice Bernal, de grandes de la danza. Entre esos grandes apoyados por Cué se encuentra Tamara Rojo, hoy directora artística del English National Ballet, o el genio precoz Aitor Arrieta, éste último catapultado hacia la compañía de Rojo. “Tamara Rojo es una de mis metas a conseguir”, confiesa Sergio Bernal, tras lo que reconoce su apoyo a la hora de bailar su primera gala internacional.
Sin límites. Así se define la carrera profesional del bailarín madrileño. Quedamos en el estudio del artista Misterpiro. No hay barra de ballet, ni espejo en el que corregir los ‘plié’ y ‘relevé’. Tampoco tiene un pianista que acompañe a su repertorio. Una escalera infinita en medio de botes de spray, lienzos, mesas y caballetes llama nuestra atención. Le pedimos que se suba para sacarle alguna foto. La escalera tiembla un poco. Le advertimos que tenga cuidado, que queremos seguir viéndole bailar. No tiene miedo. Se sube y hace una figura, dos, tres, cuatro, las que sean. Es entonces cuando vemos al torero de Falla bailar, al cisne volar, y entonces estamos de acuerdo en que las biografías no hacen justicia. La suya se reduce a una palabra: belleza, de la que el público disfruta cuando pisa el escenario.
Todavía hay quien le cuesta ver a un hombre con bata de cola sobre el escenario. ¿Sufrió las consecuencias en sus primeros años como bailarín ‘amateur’?
Sí, por supuesto. Al final un niño que baila se dice siempre que es un niño afeminado, etc. Tenemos muchos estereotipos, pero al final creo que el arte supera cualquier barrera. Es cierto que yo también tenía muy claro a lo que me quería dedicar, y cuando tienes claro qué quieres hacer, directamente vas a por lo tuyo.
¿Intentaron quitarle las zapatillas de ballet en algún momento?
Jamás. De hecho, fue mi madre la que nos apuntó a mi hermano y a mí a aprender ballet. Somos gemelos, y entonces para tener un poco más de tiempo libre decidió llevarnos a sevillanas a los dos. Desde entonces yo seguí y seguí, hasta hoy. Mi hermano al mes siguiente pasó al fútbol (se ríe).
Ahora alecciona hasta a los más expertos. No hay quien le desafíe cuando entra con su capote al escenario y ejecuta su aclamada “Farruca”.
Para mí estar en el escenario es una liberación. Cuando llegas al punto de la carrera en el que estoy, no porque sea ni mejor ni peor, sino porque entregas tu vida a ello, esto es como un verdadero placer. Te subes al escenario para disfrutar de un momento para el que has dedicado mucho tiempo. Entonces no piensas en estereotipos. Simplemente vienes a dejar tu impronta, tu trabajo, tu emoción, que creo que es lo más importante de un artista. El arte es emoción, es algo que queda para siempre, aunque luego no lo vuelvas a ver, no vuelvas a realizar una figura, a ver una estatua o las pirámides. Aunque no las vuelvas a ver, esa emoción se te queda para siempre.
Esa “impronta” tiene que ser mucho más intensa en el ballet, dado su carácter tan efímero.
Por supuesto. Es el directo. Tiene que haber una conexión al momento, al instante, que haga que el público esté contigo.
¿Alguna vez no ha estado a la altura para los críticos?
Para los críticos no, para mí sí. Cuando uno trabaja sabe en dónde está, en qué punto se encuentra y qué ha dado esa noche. Es verdad que no todas las noches son fiesta, y no todas las noches tienes la misma de carga emocional. Eso es lógico. Ha habido noches que probablemente no haya estado a la altura de lo que yo haya querido, pero normalmente intento estar, por lo menos, a la altura de lo que necesito estar.
¿Le gusta leer las críticas?
Sí, por supuesto.
¿Es de los que prefiere leerlas unos días después del espectáculo?
No. Desde el momento en el que termino de bailar. Sé que en el momento no van a estar, pero bueno, al día siguiente ya las estoy leyendo.
Y cuando no son buenas…
Lo asumo y lo asumiré. Lo he asumido cuando he leído alguna mala.
Pero, ¿le han sentado mal?
No me han sentado mal en general porque no he tenido una crítica muy despectiva, pero sí que es cierto que cuando ocurre me siento mal conmigo mismo.
¿Hay críticas destructivas?
Sí. Por supuesto. Lo que pasa es que en nuestro país no hay crítica realmente.
Le han apodado como el “cisne” del Ballet Nacional de España. ¿Hasta dónde pretende volar?
No me pongo límite. No ponerte límite no es ni mejor ni peor. Creo que hay que ir descubriéndose, y para ello hay que seguir caminando. ¿Por qué ponerte un límite?
En su campo es totalmente bilingüe. Le da igual que suene Chaikovski que Falla. Lo baila todo.
Creo que la danza es el lenguaje del cuerpo, entonces como en la vida, cuantas más lenguas hables, más capacidades tienes para enfrentarte a ella.
¿Se puede llevar una doble vida en la danza?
Por supuesto. Yo no le llamaría doble vida, porque al final para bailar español en la “Farruca” tienes que hacer varios ‘tour en l’air’ como en el ballet.
Es precisamente eso lo que define a los estudios de danza española, la versatilidad de un zapateado ejecutado con una base de clásico. ¿Tiembla el Royal Ballet cuando un bailarín empieza a tocar las castañuelas?
No es que tiemblen, porque el Royal Ballet tiene un estilo muy concreto. Yo soy de una escuela completamente diferente, pero creo que sería una muy buena opción porque, efectivamente, los bailarines españoles destacamos porque usamos mucho la emoción desde muy pequeños. En el ballet se te juzga mucho por tu técnica, y si tienes mala técnica, por muy artista que seas, no vas a bailar. Ahora bien, en el español se te juzga más por tu arte, por tu gracia. Entonces eso hace que desde muy pequeño estés muy receptivo. Si lo mezclas con el ballet consigues darle una verdadera emoción. Al final todo lo que pasa en el escenario cuando se abre el telón es la suma del arte.
¿Por qué siente más debilidad, por el desparpajo de “El sombrero de tres picos”, o por la elegancia de “El cisne” coreografiado por Ricardo Cué?
Si tengo que elegir entre esas dos coreografías, me decanto por “El cisne”. La “Farruca” es algo muy concreto, es muy matemático, muy preciso. Cuando sales a hacer la “Farruca” sales a matar al toro que tienes que torear. La “Farruca” no te da tanta libertad como “El cisne”. “El cisne” es algo muy emocional, muy espiritual. Creo que es un momento de dulzura interior que yo necesito. Empiezas de espalda y en el primer giro tienes que conquistar al público. No sabe qué eres, no sabe qué vas a hacer. Tienes que abrir tus alas y decir: aquí estoy para que durante cinco minutos vueles conmigo.
Imagino que también hay una cierta improvisación, fruto de la emoción y el sentimiento. ¿Le gusta eso al director de ballet?
Mientras que no le toques el repertorio de pasos, no le importa. Normalmente. Si es repertorio como “El lago de los cisnes”, “El sombrero de tres picos” y demás, no suelen concederte el que tú cambies un paso. También se entiende. Porque si yo lo cambio, de lo que se montó ya no queda nada. Ya no es repertorio, es algo nuevo. Por eso tiene que haber una coherencia, pero sí es cierto que te suelen dar libertad para tu interpretación, porque al final es lo que te diferencia.
La emoción es lo que recuerda el público “mundano”, podríamos decir. En nuestro imaginario colectivo sobre la danza se ha quedado el estilo de la gran Alicia Alonso.
Que no es la mejor…
No la mejor, pero sí alabada por su la belleza de su emoción sobre el escenario.
Claro. Por supuesto.
2016 fue un gran año para su carrera. Bailó en el homenaje a Maya Plisétskaya, recibió el premio Ballet 2000 y fue ascendido a primer bailarín del Ballet Nacional de España. ¿Será más intensa la próxima temporada?
Por supuesto. Esta carrera es una carrera de fondo. Sólo aguanta el que más resiste. Por eso cada año es una meta más, hay que subir, y eso es algo más que me propongo. Por supuesto. Lo que intentamos en esta temporada es también no sólo trabajar en el Ballet Nacional, también hacer algo fuera de éste.
El próximo año se celebrarán los 40 años del Ballet Nacional de España. ¿Qué sorpresas nos guarda Antonio Najarro, su director y uno de sus maestros?
Najarro está contento y se está preparando.
¿Algún adelanto?
Se lo voy a decir, y no sé si él querrá o no, pero yo creo que le va a gustar. Una de las sorpresas es que él me va a montar un solo. Creo que vamos a poder hacer un buen binomio.
Colaborará con Cué en un nuevo proyecto, bastante especial. He leído que el proyecto versará sobre la vida de un creador.
Correcto. Va a ser para principios de 2019. Será una obra basada en la vida y obra de Yves Saint Laurent, y he de decir que es una pena que se acabe de morir hace poco Pierre Bergé.
Le recomiendo las “Cartas a Yves” para meterse en el personaje.
Sí, las he leído. Además, en septiembre del año pasado conocí a Pierre. Nos dio la oportunidad de ir a Villa Oasis, a los Jardines Majorelle… Fue alucinante, y él nos contó un poco sobre la vida y obra de Yves Saint Laurent, sobre su vida con Yves. Las cartas al final son cartas que se venden al público y que tienen que emocionar, pero detrás de todo eso ha habido mucho…
Efectivamente. Hay otros personajes detrás de esas cartas.
Y que él ni siquiera me ha dejado compartir. Le dije que me gustaría sacar a Jacques de Bascher, porque es un personaje muy importante en la vida de Yves y en la suya. Fue un momento de separación completa, y ahí fue cuando Yves cogió el rumbo hacia la muerte. Le volvió loco, más de lo que podía estar. Aunque no estaba tan loco Yves, lo que pasa es que había sufrido mucho maltrato en su infancia. Es una pena que no me haya dejado, pero de todos modos tenía claro que iba a sacar a ese personaje. No como Jacques de Bascher, pero sí ese personaje clave en la vida de Saint Laurent.
¿Quién será Pierre Bergé?
Pierre lo va a hacer Joaquín de Luz.
Tendrán que estar bien compenetrados.
Sí. Además, con Joaquín he tenido sobre el escenario las mejores experiencias. Es una de las personas más generosas que he conocido.
Son muy diferentes como bailarines.
Completamente diferentes. Él es un polvorilla, y yo todavía voy más lento para todo. Tenemos vivencias diferentes, pero desde que nos conocimos la unión fue completa.
Empezamos y seguimos con la crítica. Roger Salas, crítico de ballet, dijo que el ballet siempre está en crisis, en una constante renovación generacional alimentada por un esfuerzo continuo por hacer algo nuevo, por superar al coreógrafo predecesor.
Estoy completamente de acuerdo. El mundo del ballet siempre está en crisis porque el ballet es arte, y el arte siempre va a estar en crisis. En España lo multiplicamos por veinticinco mil, porque evidentemente el arte en España no es nada.
¿No sabemos apreciar la belleza del arte?
El momento vital que tenemos ahora no es para la belleza. Estamos condenados a hacer demasiadas cosas porque nos creemos que cuantas más cosas hagamos seremos mejores. Sin embargo, a lo que yo creo que se refiere Roger con el tema de los coreógrafos es que, por ejemplo, antes Antonio Gades hizo cuatro obras en 40 años, y ahora se hacen 40 obras en cuatro años. No te da tiempo a crear algo de lo que tú estés seguro. Necesitas ya algo nuevo, algo que tampoco te va a dar tanto.
Con las nuevas generaciones, ¿cree que habrá un cambio en la danza española?
Creo que habrá un cambio, pero quizá no para mucho mejor. Las compañías de danza española que había ya no las hay. Las subvenciones que se daban para el arte español ya no existen. Hablamos de Marca España cuando hablamos de Ballet Nacional de España, y yo no he visto nunca a un hombre de la Marca España en los ensayos del ballet. Jamás. Entonces no creo que vaya a mejorar nada.
El ballet siempre estará en crisis. Pero, ¿veremos un aire más renovador en la danza con los futuros coreógrafos?
Hay una generación muy potente de bailarines que vienen muy formados, y la pena es que sucede lo que pasa en las fábricas. Las cosas que valen se van cayendo en un lugar, y las cosas que no valen van por otro. No porque no valgan, sino porque no tienen sitio al que ir. En España sólo hay un ballet.
¿Habrá al menos más hombres con batas de cola sobre el escenario?
Creo que habrá más espacio para todas las nuevas creaciones que puedan surgir, porque una nueva creación siempre es un punto positivo para seguir adelante. Espero que el público acepte a un hombre con bata de cola, porque creo que hay cosas mucho peores, como que Trump sea presidente. Aunque a mí no me encanta una bata de cola en un hombre. No por estereotipo, sino porque a mí un hombre me gusta que sea un hombre en el escenario.