Puede que esta edición de Mercedes-Benz Fashion Week Madrid sea lo más cerca que nuestra moda vaya a estar de la ciencia ficción. La semana de la moda madrileña ha culminado con un modelo híbrido sin precedentes: combinación de desfiles presenciales y digitales, la nueva forma de reunión en tiempos de coronavirus.

Sin seguir el modelo de otras semanas de la moda, como París, Milán, Nueva York y Londres, que han reducido su duración y ofrecido sus desfiles a través de plataformas online, Madrid ha querido probar a recuperar los eventos públicos y mantener la duración de sus ediciones anteriores para volver, en la medida de lo posible, a la normalidad. Una vuelta a los orígenes con algunas restricciones, como el aforo, que ha reducido la capacidad de sus gradas al 25% de ocupación máxima, unas 190 personas en total.

Ocho días dedicados al diseño con dos citas en el calendario. Por un lado, la 72 edición de MBFWM ha contado con quince desfiles tradicionales más las siete presentaciones online. La edición más híbrida hasta el momento ha estado dirigida por Nuria de Miguel, como viene haciendo desde hace dos años al frente de MBFWM y de la que L’Oréal es protagonista año tas año al ser la firma responsable de costear la mitad de la cuota que cada firma tiene que pagar por desfilar en el marco de esta pasarela, aproximadamente, unos 2.400 euros.

Entre las noticias que han rodeado a esta edición de MBFWM está la vinculación que ha adquirido al proyecto el Ayuntamiento de Madrid, ofreciendo su apoyo a Ifema a través de la plataforma Madrid Capital de Moda. Según Begoña Villacís, “este apoyo del Ayuntamiento tiene que ser más firme que nunca, porque este sector es importante para Madrid y tiene que hacerse fuerte, a pesar de la situación económica tan complicada que hay”.

Y, en cuanto a las firmas que han desfilado, la mayoría de ellas han apostado por diseños vistosos, de carácter funcional, como la colección presentada por Agatha Ruiz de la Prada, Maya Hansen, Custo Barcelona o Ángel Schlesser.

La otra cita ha sido Madrid es Moda, organizada por ACME (Asociación de Creadores de Moda de España), todavía se está desarrollando y ha adquirido un carácter reivindicativo de la moda de autor, con marcas que han presentados sus colecciones tomando las calles de la ciudad, como la zona de Paseo del Prado, donde los modelos y los directores creativos de las firmas se han dejado ver con pancartas, con mensaje del tipo “Pongamos en valor los talleres artesanos de moda”.

Firmas como Ulises Mérida, María Lafuente, Oteyza, Beatriz Peñalver o The Extreme Collection, entre otras, han salido de las pasarelas de Ifema para llevar el mensaje de la necesidad del convencimiento y apuesta por el término conocido como slow fashion.

En palabras de Pepa Bueno, directora de ACME, el objetivo de Madrid es Moda no es otro que acercar al consumidor la moda de autor en la intención de una apuesta por la artesanía. En este punto las palabras de Eduardo Navarrete cobran mayor importancia al asegurar que la moda, además de una fiesta, también es un negocio y el objetivo es vender.

¿Pero cómo puede encajar esta necesidad de la industria con la situación tan delicada del comercio textil?

En una entrevista para Forbes, Pepa Bueno responde: “Desde septiembre ACME cuenta con el apoyo del Ayuntamiento y eso ha hecho que nuestro objetivo de acercar la moda de autor al consumidor final sea más potente. La manera en la que se puede conseguir levantar este negocio que está dañado (tras el confinamiento un 15% del comercio textil ya no pudo reabrir sus puertas y la cifra ha aumentado a un 25%) es inventando muchas maneras de vender”. Bueno también apunta a una moda más funcional, atemporal y de proximidad para conseguir vender en tiempos de crisis. “Antes, la moda siempre ha sido slow. Se hacía en talleres locales, con materiales que perduraban en el tiempo. El fast fashion es la práctica es más caro, porque se generan muchos residuos que dan paso a la contaminación; sin embargo, el slow fashion va bajo pedido y sólo se producen las cantidades demandadas, no en exceso”, continúa la directora de ACME.

“En España y Europa deberíamos de volver a traer aquí la industria textil que perdimos en los años ochenta y noventa”, afirma Bueno

El futuro para el textil está complicado porque “no ha habido ayudas, se han dado préstamos ICO que no han sido una solución porque los comercios no podían aumentar más su deuda. No hay que hablar de subvenciones, sino de compensaciones, porque las ayudas se han necesitado a raíz de la prohibición de abrir los comercios y eso hay que compensarlo”, sentencia Bueno.

En cuanto al futuro de la industria, Bueno prefiere hablar de lista de deseos en vez de pronóstico: “La globalización no se va a acabar, ni debería, pero en España y Europa deberíamos de volver a traer aquí la industria textil que perdimos en los años ochenta y noventa cuando desde el Gobierno se fomentó la externalización de dicha industria. Eso fue un error. Hay gente muy formada, pero tenemos que correr mucho para no acabar perdiendo ese talento”.