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Ángel Martín: «La gran diferencia entre la televisión e Internet es la libertad»

Tras su paso por distintos programas de gran éxito televisivo, el cómico y guionista se lo monta por su cuenta.

Hay noches que uno va caminando por el pasillo de casa, a oscuras, y ve al fondo una figura misteriosa, una silueta con los brazos en alto, y se muere de miedo, recordando la probable película de terror que vio hace un rato. No queda más remedio que correr hasta el interruptor de la luz, encenderlo con rapidez y… comprobar que la figura horrenda que nos atormentaba era sólo un perchero con abrigos o, peor aún, el árbol de Navidad. Falsa alarma, un pis y a la cama.

De experiencias como estas, donde se llega al borde de lo sobrenatural para volver a caer de pronto en la triste normalidad, trata el podcast Misterios cotidianos, realizado por José Lozano y Ángel Martín, que se puede escuchar en la plataforma iVoox. Curiosamente, uno de los temas más populares en el mundo del podcasting, junto con la historia o la política, es el misterio, aunque en el caso que nos ocupa este programa tiene la particularidad de que los misterios se abordan desde el prisma del humor. “Yo creo que las cosas que te hacen sentir algo, sentir emociones, siempre tienen éxito, como pasa con las películas de misterio y terror”, dice Ángel Martín, “así que el misterio es algo que le gusta desde siempre al ser humano”. Del humor podría decirse la misma cosa, de modo que la fórmula de Misterios cotidianos tiene alta probabilidad de ser exitosa; y lo es.

Martín (Barcelona, 1977) tiene una amplia carrera televisiva, despuntó en los monólogos de Paramount Comedy en el cambio de siglo (algunos de sus primeros monólogos trataban sobre las particularidades de los fantasmas y el Más Allá, se ve que ya le interesaba lo misterioso), luego fue guionista de la serie 7 vidas y cosechó fama entre el gran público, como sólo se cosecha en la tele, en programas como Sé lo que hicisteis u Orbita Laika, entre otros. Ahora se lo monta por su cuenta, en forma de podcast o de videos de YouTube, tal y como dicta el espíritu de nuestra época.

“Como creador de contenidos, la gran diferencia entre la televisión e Internet es la libertad”, dice el cómico, “en la Red puedes hacer milimétricamente lo que quieras sin rendir cuentas a nadie. El contenido que quieras, el tono que quieras, el lenguaje que quieras, la duración que quieras, con la gente que quieras”. Es uno de los encantos del formato podcast, que vive un boom en estos tiempos: cada uno puede hacerlo a placer, como guste, y lanzarlo a una plataforma para el disfrute del resto de la Humanidad (al menos la que tiene conexión wifi). Podcast los hay de todo tipo: para los más puristas el podcast debe tener una producción sonora muy cuidada, ser una pieza cerrada y atemporal, casi una obra de arte; para otros puede realizarse de múltiples maneras y muy desenfadadas, de hecho, los formatos de mayor éxito consisten en conversaciones humorísticas sin demasiada producción detrás: gente hablando, a poder ser con gracia.

“En Internet todavía tenemos la sensación de que somos nosotros quienes vamos a buscar lo que consumimos”

Según relata el cómico, en la televisión, con muy honrosas excepciones, el objetivo es mantener la atención de los espectadores los suficientes minutos hasta que llegue la publicidad para venderle algo. “Así vale meter un caballo, y colorines, y ponerse a gritar, y sacar una tarta, todo tipo de mierdas de estas”, dice Martín, “al final, que lleguen los anuncios, vender, y punto”. En Internet observa que lo que prima no es tanto que algo ocurra como que haya contenido de interés. Es por eso que muchos creadores de contenido triunfan con productos que ni siquiera tienen gran calidad técnica (definición de imagen, sonido, montaje o iluminación) pero que enganchan a las masas por lo que cuentan o por cómo lo cuentan (lo normal es que con el tiempo vayan refinando su apartado técnico). “En Internet también hay la opción de dedicarse a vender, pero yo creo que la mayoría de las personas que se aguantan en la Red es porque ofrecen un contenido real. El público va a ellos. Además, tenemos la impresión de que la tele es invasiva, de que se mete en tu casa y en tu vida, mientras que en Internet todavía tenemos la sensación de que somos nosotros quienes vamos a buscar lo que consumimos”, dice el humorista.

Da la impresión, también, de que hoy en día todo el mundo tiene un podcast de igual manera que antes todo el mundo tenía un Fotolog o un MySpace, pero son muchos los llamados y pocos los elegidos: en un mundo lleno de estímulos, no todos consiguen llegar a los oídos de una comunidad nutrida. Con la proliferación de programas y plataformas daría la impresión de que el sector del podcast vive una burbuja, que hay demasiado material para el número de oyentes. “No lo creo”, dice Martín, “una ventaja del medio digital es que no estamos compitiendo. Todavía hay un chip en las cabezas de algunas personas que piensan que el espectador o el oyente de uno no puede seguir el contenido de otro. Pero si te gustan diez podcasts escucharás los diez, no hay nada que sacrificar. El problema lo tendrá el creador de contenido que crea que está en una competición innecesaria, porque se acabará agobiando”.

Una de las virtudes que tiene Martín es que es un cómico que sabe salirse del personaje: hay humoristas que tratan ser graciosos las 24 horas del día, en cualquier contexto, hasta generar hartazgo; hablar con Martín, sin embargo, es como hablar con cualquier otro civil. Lo que mantiene pese a todo es esa leve pesadumbre o desencanto tan característicos de su persona, como de hombre eternamente atribulado, en la línea de otros cómicos legendarios como Woody Allen o Bill Murray, pero de aquí.

Hace unos meses Ángel Martin concentró los focos por la publicación de su libro Por si vuelven las voces (Planeta), donde relata su experiencia durante un brote psicótico sucedido en 2017. Un día de aquellos empezó a decir y pensar cosas raras, como que su pareja había ganado millones de dólares protagonizando la exitosa película Wonder Woman (aclaración: no era el caso). Llegó a colgar posts en las redes sociales celebrando ese triunfo, felicitando a su pareja, y sin ápice de cachondeo, con toda la franqueza. Después de todo el día desaparecido llegó a casa cargado de regalos y su pareja pronto entendió que aquello no era una broma ni era normal y le llevó al médico. Estuvo diez días atado a una cama, volviendo en sí. La publicación llegó en un momento oportuno: una intervención de Iñigo Errejón en el Congreso de los Diputados había puesto sobre la mesa el debate sobre la salud mental, y al trapo entraron otros partidos políticos y los medios de comunicación. El libro lleva ahora 12 ediciones. “La reacción ha sido abrumadora, todos los mensajes que recibo son muy positivos, ha sido infinitamente mejor de lo que yo me esperaba”, dice el cómico.

“Ahora se puede hacer el mismo humor, sólo que las redes pueden generar mucho ruido alrededor y los medios pueden convertir eso en una noticia”

A raíz de todo ello, Martín realiza otro podcast, titulado Por si las voces vuelven (igual que el libro, se puede escuchar en Spotify), en el que charla con otras personas que han tenido problemas de salud mental en diferente grado, como la periodista Mercedes Milá, el músico Dani Martín o el rapero Nach. Para él es importante hablar con gente que haya pasado por algo parecido, que pueda empatizar y compartir el mismo lenguaje, aunque siempre insiste en que no es necesario haber llegado a estar “tan mal” como él para hablar de cómo estamos, de qué nos pasa, para pedir ayuda: cada uno tienen sus umbrales y sus problemáticas. ¿Se está desestigmatizando la salud mental? “En mi círculo se habla mucho de ello, por razones obvias, de igual forma que cuando trabajaba en televisión pensábamos que todo el mundo hablaba de la tele porque era de lo que hablábamos nosotros. Yo ahora es que estoy en el ojo de este huracán”, explica. Pero podemos confirmarle que la salud mental se va desestigmatizando y que las nuevas generaciones son más proclives a solicitar ayuda psicológica abiertamente, y a hablar de ello. “Sí tengo la sensación de que la gente empieza a perderle el apuro a mencionar que no está del todo bien o que necesita ayuda”, dice Martín, “sobre todo si percibe que lo puede decir en un entorno seguro donde no se van a burlar, donde no le van a quitar hierro al asunto”.

Si uno se pone a reflexionar, sorprende la normalidad con que la locura y todo lo relacionado con ella está integrada en el lenguaje, en numerosas expresiones que utilizamos cada día, y cómo manejamos inconscientemente diferentes estereotipos sobre ella, desde identificarla con la marginalidad a asociarla con la genialidad artística. “Es que somos muy de blanco y negro, de extremos. Lo asociamos con el señor que va haciendo aspavientos por la calle o decimos que es cosa de genios porque a algún artista se la va la pinza e ingresa en un centro psiquiátrico”, dice el cómico, “pero, en realidad, es algo que le puede pasar a cualquiera”.

Otro de los proyectos digitales más exitosos de Martín se desarrolla en su canal de YouTube (titulado Ángel Martín). Se trata de su muy particular informativo matinal. “Empezó de casualidad, fue una broma que se fue de las manos”, cuenta el humorista, “un día me levanté a las cinco de la mañana y estuve viendo las noticias durante dos horas. Me di cuenta de que eran siempre las mismas noticias en bucle, un aburrimiento. Entonces hice un vídeo explicando a la gente cuáles eran las noticias importantes, para que no perdieran el tiempo”. La peripecia en Internet de Martín había sido hasta el momento errático, ponía tuits, colgaba algún gag de vídeo, pero sin demasiada planificación ni demasiado impacto: un uso amateur como el de cualquiera. “De pronto observé que, si normalmente una publicación tenía 600 likes, esta tenía 20.000: ahí había algo”. Repitió la experiencia, con espíritu científico, para comprobar si había sido una casualidad, pero el éxito se replicó y decidió afinar el formato y continuar.

Ahora emite a diario sus informativos matinales de sólo dos minutos y pico, donde recita a toda velocidad las noticias relevantes del día con alto contenido de humor (es increíble la cantidad de información que cabe en tan poco tiempo si se cuenta con precisión y gracia). Lo ven entre 40 y 50.000 personas cada mañana solo en Facebook, y se suman también miles de personas a través de otras redes que buscan ahorrar tiempo cada día para informarse, y el tiempo, como se sabe, es la vida misma. La de Martín, sin embargo, ahora se ve más comprometida. “Soy idiota, porque ahora tengo que madrugar todos los días, y ponerme a preparar contenidos. No paro de recibir información de teatros, de asociaciones, de museos, de gente que me dice que en su pueblo ha pasado no sé qué. Soy como The New York Times… pero yo solo”, cuenta Martín.

Uno de los grandes debates de nuestro tiempo se da en torno al humor, los límites del humor, la corrección política, etcétera. Hay quien exige un humor respetuoso con las injusticias sociales, y hay quien se queja de que “no se puede decir nada”. Martín, cuya materia de trabajo es precisamente esta, lo tiene claro. “No es cierto que no se pueda decir nada, al contrario, se puede decir todo. Otra cosa es que estés dispuesto y abierto a recibir las críticas”. Cuenta que cuando trabajaba como guionista en la célebre serie de comedia 7 vidas (por la que pasaron figuras como Toni Cantó, Javier Cámara, Blanca Portillo, Gonzalo de Castro, Anabel Alonso o Carmen Machi), se recibían cartas a diario de asociaciones, colectivos o individuos ofendidos por los chistes que se decían en la serie, pero, antes de la llegada de las redes sociales, aquello no era público. “La única diferencia es que ahora hay un altavoz”, dice Martín, “ahora se pueden hacer las mismas bromas, solo que pueden generar mucho ruido alrededor y los medios de comunicación pueden convertir eso en una noticia. Lo importante al final es decidir si haces caso a los que se quejan o a los que les gusta la broma, que suelen ser más”.

Terminemos hablando del vil metal. ¿Cómo se monetiza toda esta actividad en Internet? “Hay diferentes maneras: puedes utilizar sistemas de mecenazgo o puedes fichar por alguna plataforma en exclusiva y recibir un dinero. En mi caso no mido la rentabilidad de cada proyecto individual, sino lo veo como algo global, como la creación de una comunidad. Por ejemplo, las personas que escuchan mis podcasts pueden luego venir a verme al teatro, y eso también es una forma de rentabilizarlo. Al final, se trata de crear una marca”, concluye Martín.

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