En una destacada empresa industrial española andan enfrascados en la laboriosa tarea de generar datos, limpiarlos, armonizarlos, procesarlos y demás pasos previos antes de disponer de un gemelo digital. Aplicar inteligencia artificial, me decía recientemente un experto de un centro tecnológico, requiere gestionar la información con la delicadeza de quien cultiva tulipanes. Si no cuidas los preliminares, nunca tendrás la seguridad de que su respuesta sea la adecuada.
Ha tenido que llegar la exigencia, a la vez económica y medioambiental, de reducir los costes energéticos para que esta empresa, como la mayoría de la industria española, se ponga las pilas. Los inversores están viendo claro, de hecho, que en la unión de la transición energética y la digitalización hay un mundo de oportunidades ahora mismo, con los data centers como punto de intersección a corto plazo.
El caso de esta industria de la que hablo es complejo, porque combina procesos muy distintos: grandes lotes, maquinaria secuencial y máquinas independientes. Algunos de sus equipos superan las dos décadas de vida, los instaló cuando ni siquiera existía YouTube. Hay que convertirlos en proyectores de datos –a ver cómo sensorizas un horno a 1.500 grados–, y conectarlos al sistema de control inteligente.
Y, de repente, surge una pregunta metafísica: ¿qué es el tiempo real? Cada proceso sigue un ciclo distinto, y necesita datos actualizados con una frecuencia diferente. La gente de operaciones y del área de IT de esta industria española han tenido que resolver esa espinosa cuestión. Me recuerda al follón que se montó cuando la española Dira Reliability trabajaba para digitalizar una refinería de Repsol.
En un momento dado, los de mantenimiento dijeron que los datos a entrenar no servían y se tuvo que crear un equipo multidisciplinar con responsables del proceso de producción, expertos del fabricante de la maquinaria, analistas de vibraciones, especialistas en fiabilidad dinámica y en la fiabilidad de instrumentación y control y especialistas en la metodología AMFE y FMEA (el análisis de los modos de fallo).
En conversación con el responsable de la implementación del programa de excelencia operacional para Juegos Olímpicos y Grandes Eventos de Atos, Nacho Moros (menudo trago las cuatro horas de pantalla azul durante al desastre de CrowdStrike), me cuenta que él mismo tuvo interés por conocer qué deporte generaba más datos. Y descubrió, con sorpresa, que era el golf. El tiempo real tiene formas caprichosas de manifestarse.
Precisamente en la confluencia de los grandes medios de comunicación audiovisual y el deporte, sobre el tapete de la inteligencia artificial, como hemos podido comentar durante la primera mitad del año, está otro de los grandes puntos de interés de para los inversores. Se está reconfigurando el tejido nervioso de la sociedad.
Para hacer frente al desafío del tiempo real, la Fórmula 1 ha tenido que ser capaz de aprovisionar y desmontar la conectividad en cada sitio de carrera en nueve días, según explicaba su CIO, Chris Roberts, en el último evento de Gartner en Barcelona. Una red de fibra de hasta 60 kilómetros en cada circuito, que se monta y se desmantela en tiempo récord, para recopilar la señal de alrededor de 30 cámaras cada fin de semana.
Se generan entre 500 y 600 terabytes de información que se envían a regreso al Reino Unido, donde se ubica el RTC (remote technical centre), una instalación permanente encargada de la producción y postproducción y disponible las 24 horas del día, los siete días de la semana. Eso implica desplegar en muchas ocasiones dos equipos completos en dos ubicaciones al mismo tiempo.
El área de tecnologías de la información de la Fórmula 1 tiene a su disposición más de 4.150 componentes, algunos de ellos transmisores de a bordo, que alimentan a todo el sistema de cronometraje y tienen que trabajar en espacios complejos como los garajes de los equipos. Están conectados a la infraestructura de la organización, directamente a su red.
La clave es proporcionar confianza en la información, la parte más esencial de la transferencia de datos. La Fórmula 1 puede permitirse perder hasta una fibra de las cuatro que utilizan sus sistemas de comunicaciones y, aun así, brindar un servicio completo.
¿Cuál es su concepto de tiempo real? Muy distinto del que se utiliza en muchos departamentos de nuestro primer protagonista industrial. Para la Fórmula 1, conseguir una velocidad de transmisión de los datos de 120 milisegundos desde el punto de origen hasta el destino es crucial para mantener la experiencia de usuario sin fallos.
Resulta impresionante la cantidad de tecnología que tiene que comenzar a dialogar entre sí, conciliando estas diferentes visiones acerca de lo que significa la instantaneidad, para que las personas podamos permitirnos dejar de pensar en el tiempo y en sus volutas de humo en el alma. “Comprendí que nunca había sentido el menor interés por vivir, sino sólo por lo que ahora estoy haciendo, algo paralelo a la vida, que pertenece a ella y al tiempo la sobrepasa”, escribe Henry Miller.