Opinión Eugenio Mallol

Comida como medicina, el restaurante 4.0

El estallido de la IA y de la capacidad de procesamiento van a reconfigurar muchos roles profesionales, también en el ámbito de la restauración, donde se procesa una de las principales materias primas de la salud: el alimento.
Foto: Fabrizio Magoni/Unsplash

“Llevo más de treinta años surfeando la Ley de Moore (el número de transistores de un chip se duplica cada dos años) mientras otros se ahogan”, me dice Mario Nemirovsky, exchip architect de General Motors y Apple, hoy en Innova IRV de Málaga. “Pero después de asistir a la reciente conferencia por los 40 años del IMEC, cuando miro hacia atrás desde mi ola, lo que veo es algo indescriptible, enorme: la capacidad de procesamiento se va a multiplicar por 20, lo que viene es de otro orden de magnitud”.

Una creciente automatización, de la mano de la inteligencia artificial (IA) y de las increíbles nuevas capacidades de procesamiento, que cambiará muchos de los roles profesionales con los que estábamos familiarizados.

Julie Garland, fundadora y CEO de Avtrain, escribía hace poco para Eurocontrol que, en las primeras etapas de la movilidad aérea avanzada (AAM), los reguladores querrán que haya pilotos en los aviones de transporte de personas. “Pero ¿serán pilotos tal como los conocemos? ¿Se les llamará siquiera pilotos? Dados los niveles de autonomía de estos aviones de nueva generación, ¿deberían redefinirse como operadores de sistemas?”

En el Aspen Ideas Festival que se celebra estos días, uno de los ponentes de la mesa redonda “Comida como medicina” es Jerome Adams, Cirujano General de Estados Unidos durante cuatro años. Cuando le animaban a priorizar entre la multitud de peticiones urgentes que recibía, confiesa, insistía en “la necesidad de acudir a las causas fundamentales”.

“Y si hablas de diabetes, cáncer, hipertensión, asma… entre esas causas está lo que comemos. Sólo el 20% de tu salud está determinado por el hospital o la clínica, el otro 80% depende de tu comunidad, de cosas que pasan fuera del sistema de salud”, afirma.

Al dejar el cargo, Adams tenía multitud de ofertas sobre la mesa, pero eligió la Universidad de Purdue que, curiosamente, no tiene Facultad de Medicina. Sí cuenta con la segunda Escuela de Veterinaria del país, “estamos literalmente diseñando vuestra comida, hablamos de cómo alimentar una vaca para cambiar su contenido nutricional”.

Purdue ha logrado situar también a su facultad de ingeniería biomédica como la número uno del mundo. Adams no necesita más: “diseñamos los dispositivos que interactúan y nos dan datos”.

El gasto en salud en Estados Unidos se ha incrementado en los últimos diez años de 2,8 a 4,3 billones de dólares, pero la esperanza de vida ha permanecido plana. “Más dinero no está comprando más salud. ¿Cómo incrementamos la salud y no la sanidad?”, se pregunta en la ceremonia inaugural del Aspen Ideas Festival Shinjini Kundu, investigadora del The Johns Hopkins Hospital. Su respuesta es la IA.

Antes de caer en desgracia, a raíz de una investigación de The New York Times sobre su tendencia a inflar expectativas, el investigador del MIT Caleb Harper, director del director de la Open Agriculture (OpenAG) Initiative (y ponente en algún Aspen Ideas Festival pasado, por cierto), imaginaba máquinas que producían tomates con las condiciones prescritas por un responsable de salud para cada persona concreta.

El sueño hoy se llama “comida médicamente adaptada”, en expresión de Corby Kummer, director ejecutivo del Programa Alimentación y Sociedad del Aspen Institute, y la tarea de los políticos debería ser hacerla accesible y económicamente asumible.

La tecnología, desde luego, no será el problema, siempre que resulte rentable escalar las innovaciones que van apareciendo en el mercado. Muchas aplicaciones de la industria 4.0 están desembarcando en los fogones, ya existen robots de cocina guiados por IA. Pero recordemos que detrás de la ola que veníamos surfeando asoma la madre de todos los tsunamis computacionales. De modo, que en el futuro es probable que también tengamos que pensar otra denominación para los cocineros y los restaurantes.

En la reciente entrega de los Kitchen Innovation Awards que ha tenido lugar en el National Restaurant Show de Chicago, se ha reconocido, por ejemplo, la solución robótica para cocinar hamburguesas Alpha Grill de Aniai. Cuenta con una IA basada en su nube ‘Alpha Cloud’, capaz de detectar con precisión el color de las hamburguesas y evaluar su calidad en tiempo real, utilizando sensores de visión avanzados. Esto ya es otra cosa.

Si el cliente prefiere recoger su pedido, puede hacerlo en un sistema OrderHQ de Apex Order Pickup Solutions, dotado de un sistema de circulación de aire para el que ha solicitado patente y que lo mantiene a temperatura ambiente. Incorpora múltiples tecnologías para automatizar la gestión, la seguridad, la detección y la transferencia de pedidos fuera de las instalaciones.

Atosa ha creado una nueva estación robótica de sazonado y envasado automático de patatas fritas con brazo robótico. Y Cervizi, de Wild Goose Filling, es algo más que un tirador de cerveza: recolecta datos para optimizar las operaciones comerciales y aumentar los ingresos de los bares.

El fabricante de hornos profesionales UNOX, que cuenta con muchos restaurantes con estrella Michelin entre sus clientes, ha sido premiado por la nueva generación de ChefTop-X. Incluye IA que interactúa con el chef, un sistema operativo avanzado y un micrófono que permite el control por voz. Reconoce alimentos e inicia programas de cocción automáticamente gracias a un sensor óptico.

En definitiva, la tecnología va a permitir que esperemos algo diferente de los lugares donde se procesan los alimentos. Está por ver si la presencia en las cartas de los restaurantes de comida médicamente adaptada puntuará en las visitas de los jueces de la Guía Michelin. “Podemos perdonar a un hombre por hacer algo útil siempre que no lo admire”, escribió Oscar Wilde. Tiene disculpa, en su época no existía inteligencia artificial.