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Opinión Eugenio Mallol

La guerra, el Gran Arquitecto de la era digital

En tiempos de tensiones geopolíticas, transición energética, cadena de suministro inestable y creciente conectividad de dispositivos es imposible una gestión de la información centralizada.

Línea de producción de bicicletas recreada en el 'stand' de Amazon Web Services en la Hannover Messe. (Foto: Eugenio Mallol) de la que hablo al principio, pero la otra es más orwelliana. La que más os guste.

¿Quién decidió poner esa línea de producción de bicicletas ahí, en el espacio de exposición de Amazon Web Services en la Hannover Messe, la mayor feria de tecnología industrial del mundo? ¿Y ese robot de Nestlé moviendo cajas en el stand de Microsoft? ¿Y qué hacían dos sistemas autónomos móviles compitiendo en la zona de SAP?  

Ninguna de ellas son empresas industriales, ninguna desarrolla su actividad propiamente en el mundo físico. Las plataformas colaborativas de software han venido para quedarse y quien más quien menos se está teniendo que preguntar cuál es su sitio en ellas.

“Toda la filosofía de las empresas de plataformas es que no tienes un pastel y todo el mundo lucha por la mayor porción, sino que, si das entrada a más gente en el ecosistema, el pastel crece. En realidad, hay más pastel para más empresas”, me dice Judith Wiese, miembro del comité de dirección global de Siemens AG en una salita de la Hannover Messe. Esta es la idea en torno a sus asociaciones con NVIDIA, Microsoft o AWS.

La visión de Wiese del nuevo software en el mundo empresarial es similar al de un Lego. Siemens y SAP, entre otras, están construyendo un estándar para que los ladrillos encajen y su tecnología “pueda ejecutarse en la infraestructura de nuestros clientes, porque mucha digitalización no es greenfield (parte de cero), sino brownfield (transforma lo ya existente)”.

‘Stand’ de Siemens en la Hannover Messe. (Foto: Eugenio Mallol)

Pero cuando hablas con las empresas que tienen que incorporarse a esas plataformas surgen dos grandes dudas y los directores de ventas de las corporaciones tecnológicas lo saben bien. La primera tiene que ver con la privacidad del dato y la segunda, con la seguridad. Y este es un tema fundamental a seguir: cómo la seguridad, en tiempos de tensión geopolítica, está configurando la arquitectura de la nueva era digital.

Empecemos con la privacidad del dato. Qué pasa con la información que una empresa ‘tiene’ que volcar en la cadena de suministro para hacerla más eficiente y ágil. De dónde se va a capturar, quién la facilita. Cada vez más empresas están pidiendo mantener determinadas operaciones en un entorno local, para evitar ceder datos importantes para ellas.

Una de las grandes tendencias tecnológicas actuales es precisamente cómo orquestar las múltiples inteligencias artificiales presentes ya en una compañía. Se instalan agregadores de IA cuya función es escoger la herramienta más adecuada (IA generativa, machine learning, IA clásica…) en función de las necesidades de un proyecto. Lo cual podría reducir el personal intermedio, sustituirlo por sistemas de decisión automática.

Hablo con el ecuatoriano Santiago Grijalva, profesor de Georgia Tech e investigador principal de proyectos de élite para el Gobierno de EEUU y empresas muy relevantes, a propósito de la segunda gran duda que suscita esta visión de plataformas de software a la que se están viendo abocadas la mayoría de las empresas: la ciberseguridad.

Por el momento, dice Grijalva, el centro de control del sistema eléctrico se mantendrá en redes separadas. Los proveedores de la nube tienen equipos enormes de ingenieros de seguridad, lo que los convierte en un servicio ideal para empresas energéticas más pequeñas.

Pero “la gestión centralizada de información es imposible, porque no se puede lograr la coordinación de millones de dispositivos, de millones de usuarios, de una forma centralizada, es simplemente, matemáticamente, computacionalmente, imposible”, añade el profesor de Georgia Tech. Este es uno de los grandes desafíos tecnológicos de la transición energética. Atentos.

Mencionar la ciberseguridad hoy en día es indisociable del aumento de la inestabilidad geopolítica, que está impulsando nuevas líneas de innovación en los sistemas de Defensa. ¿Y qué encontramos en el documento “Terraforming the Valley of Death” del Gobierno de EEUU y en la primera Estrategia Industrial Europea de Defensa aprobada por Bruselas en marzo para la “década decisiva” que se avecina?

La consultora McKinsey destaca como una de las tendencias de futuro la desagregación de capacidades en redes de nodos más pequeños. En lugar de un satélite de alto valor, una serie de satélites más pequeños conectados; en lugar de un submarino tripulado, una flota coordinada de vehículos submarinos no tripulados.

“Para que funcione adecuadamente este modelo hay que crear redes de comunicación efectivas que permitan compartir inteligencia en tiempo real y que sean resilientes, para lo que deben incorporar 5G, antenas en fase, IA y computación de alta densidad. Hay que modernizar también las plataformas existentes o desarrollar arquitecturas nuevas”. Voilà!

Pero hay clases y clases. Los principales contratistas de defensa europeos (KNDS Deutschland, KNDS France, Rheinmetall AG, Rheinmetall Landsysteme y Thales) acaban de suscribir un acuerdo entre Francia y Alemania sobre el Sistema Principal de Combate Terrestre (MGCS). España no aparece.

En la reciente edición de la SPIE Defense + Commercial Sensing, un alto cargo de Defensa de EEUU, Dev Shenoy, proclama lo que no es más que una evidencia: “la microelectrónica sustenta todas las capacidades de los sistemas militares», y apostilla: “queremos que la IA sea transformadora para la defensa».

Las tecnologías de la información se han convertido en “un sistema de guerra de misión crítica”. EEUU es partidario de adaptar las mejores prácticas de la industria (especialmente las arquitecturas abiertas, modulares y escalables) para crear un “internet de las cosas militarizado”.

Las tecnologías generadas por empresas situadas fuera de la base industrial tradicional de Defensa seguirán despertando, por eso, interés. SpaceX y Palantir fueron empresas destacadas en la primera ola a principios de la década de 2000. A mediados y finales de la década de 2010, aparecieron Anduril y ShieldAI (hoy unicornios) que aprovecharon tecnologías como la fusión de sensores en el edge y pilotos de IA. Ninguna fabrica armas.

Como si de un equipo de escultores se tratara, la seguridad se ha convertido en uno de los grandes arquitectos de la nueva economía digital, junto a la velocidad, la eficiencia, la privacidad y la agilidad de reacción. “En el principio era el Dato”, escribe hoy el evangelista… tecnológico.