Reunir en un escenario a Amy Roberge, directora global de soluciones de ingeniería de CX (experiencia de usuario) de Zoom, y a Louis Leclézio, director ejecutivo del área digital y de CX de la IMD Business School, suena ya completamente natural. Qué menos se puede esperar en un ámbito, como el de la formación, en el que las paredes de las aulas se derrumban como fichas de dominó.
Con más de 230 compañías clientes de sus programas personalizados, 40 clubs de directivos alumni por todo el mundo y profesores de 34 nacionalidades, IMD puede hablar con voz propia, en efecto. Cuenta Leclézio que, a principios de año, cuando apareció ChatGPT, “empezamos a pensar en ello”.
En un grupo de 40-50 personas formulan preguntas cinco o seis antes de que el profesor cambie de asunto o se termine la sesión. ¿Qué pasaría si la escuela de negocios captura el contenido de una clase, lo transcribe, lo pone en su propio LLM (modelo de lenguaje extenso) y lo deja a disposición de los participantes inmediatamente después?
“Hicimos una prueba en junio y 389 de las 450 personas participantes utilizaron el IMD ChatGPT para formular preguntas acerca de las sesiones”, explica. El bot se encargaba de responderles. En septiembre, la IMD Business School fue la primera institución académica en acceder a Zoom AI Companion, motivo de la presentación de Amy Roberge. “Ahora la transcripción de las clases y los filtros de IA, por ejemplo, los relacionados con la PPI (Personal Private Information), funcionan sin apenas interacción humana”.
España tiene algunos nombres propios destacados en la llamada revolución Edtech. Luis Pérez-Breva, director de la Facultad de Innovación de Equipos Empresariales del MIT (Massachusetts Institute of Technology) forma parte del claustro del MIT Professional Education. Ofrece programas cortos actuales, micromásters diseñados en muchos casos a mediados de la pasada década, que atraen a más de 1.500 estudiantes al año de todo el mundo.
En el futuro, este tipo de formación no sólo será para abogados, economistas o ingenieros. KPMG habla de una posible revolución en la sanidad consistente en que una cantidad significativa de tareas de atención médica se lleven a cabo en el futuro a través de microcredenciales.
Las personas se formarán en un contenido breve, centrado en el desarrollo de una habilidad específica, demostrarán competencia a través de una evaluación y se les emitirá una «credencial”. Frente a la inevitable carestía de profesionales sanitarios, esa parece ser una de las opciones más viables, la otra es la automatización.
Llamativamente, la principal plataforma tecnológica en la que se basa la iniciativa MIT Professional Education es también española. Se llama Global Alumni, la fundó Pablo Rivas y tiene su sede central en Madrid. Gestiona las inscripciones, la tecnología y la asistencia de los participantes. Hace poco más de un año inauguró la sala de telepresencia inmersiva más grande del mundo en Boston y trabaja los programas online de la Universidad de Chicago.
Sin embargo, pese a contar con pioneros como Rivas y Pérez-Breva, una de las cuestiones más inquietantes del futuro tiene que ver con la capacidad de nuestros centros académicos de excelencia de hacer frente al tsunami de la revolución EdTech.
El mundo se está configurando en torno a grandes hubs de conocimiento, espacios en los que pasan cosas, porque son capaces de crear entornos de colaboración entre científicos, empresas e instituciones para resolver los desafíos del momento.
Si las universidades españolas no articulan una respuesta atractiva a ese cambio de paradigma, dejarán el terreno despejado para la silenciosa invasión de los grandes sellos de la educación, aupados sobre tecnologías que eliminan el requisito de la presencialidad y favorecen el intercambio de información gracias a la inteligencia artificial.
“Usamos gafas de realidad virtual Oculus (Meta Quest), las enviamos a nuestros participantes y les proporcionamos las simulaciones”, dice Louis Leclézio en el evento de Barcelona. “Uno puede estar situado en San Francisco, otro en Ginebra y otro en Singapur, podemos ponerlos en la misma sala y mantener la experiencia de aprendizaje sincrónica, para no perder interactividad”.
Se percibe en el sector EdTech un cierto relajamiento inversor, después del estallido que propició la pandemia y del enfriamiento del hype de la IA generativa. IMPACTX2050 habla de una “vuelta a los básicos” en su informe del segundo trimestre.
Sin embargo, ojo a las operaciones en ese periodo: 1.200 millones de dólares por IMG Academy, para la formación de deportistas, pagados por BPEA EQT y Nord Anglia Education; Recruiter.com Group ha comprado la fintech GoLogiq por 88 millones; Cengage Group, una empresa de tecnología norteamericana para educación secundaria y superior captó 500 millones de Apollo Funds; la india BYJU’s, 250 millones con el liderazgo de Davidson Kempner; y EQuest Education Group (Vietnam), 120 millones a través de KKR. Y dicen que el momento no es bueno.
Barcelona ha amarrado este año su sede del Instituto Fraunhofer, ya comenté en su día cómo acabaría desembarcando, y tras la apertura del MIT Enterprise Forum en Bilbao no dejan de sonar melodías acerca de dónde podría recalar en España su próximo satélite: Universidad Politécnica de Valencia, la de Catalunya, de nuevo en Bilbao, quizás en Madrid, la opción más probable. Con todas han hablado.
Es fabuloso captar, pero más lo es generar voz propia por la vía de la colaboración. O quizás nos encontremos con que la vía más eficaz para atraer y retener el talento español que anda disperso por el mundo (en unos meses desembarcará procedente de la Universidad de California Berkeley el fantástico neurocientífico José Carmena para impulsar Spain Neurotech, albricias) consiste en instalar sedes de los grandes hubs de conocimiento internacionales en nuestro país.