No por previsible, el anuncio de que el fabricante de baterías Northvolt, fundado en 2015 por el ex de Tesla Peter Carlsson y con base en Suecia, pretende salir a bolsa en Estocolmo ha recibido una bienvenida menos calurosa.
Lejos quedan los tiempos en los que Carlsson paseaba su proyecto, denominado inicialmente SGF Energy, por los despachos de responsables autonómicos y estatales de nuestro país, también por las oficinas de potenciales inversores. Lo hizo de la mano de algún proveedor de microelectrónica local. Habríamos tenido a Northvolt en España, pero Peter vino demasiado pronto.
Le pregunto a Linn Cecilie, CEO del fondo noruego Katapult, con 169 empresas invertidas en 43 países y dos unicornios, por el clima general. “Es una buena cuestión. Los mercados de capitales están caídos y cuando devuelves el dinero a tus inversores, ya sean fondos de pensiones o estatales, o inversores privados, muchos de ellos reciclan el capital, lo recuperan y lo ponen en el próximo fondo”. Sin dinero nuevo, a la espera de que se despeje el horizonte.
Según algunos, Northvolt supone una luz de esperanza para Europa, podría ser esa señal de cambio de ciclo que anticiparía un 2024 boyante. Después de un año poco alentador en lo referente al mercado de ofertas públicas iniciales (IPO), es decir, de salidas a bolsa de compañías, hay que agarrarse a cualquier signo de reactivación. Difícil de creer, sí, pero asoma también el fondo CVC Capital Partners dispuesto a cotizar antes de fin de año.
El problema es que se han producido también recientemente varias marchas atrás sonadas antes de llegar a bolsa en Europa, como las de la francesa Planisware, la alemana de peajes DKV Mobility y la más llamativa, la del fabricante cajas de cambios militares Renk Group que retiró la IPO apenas unos días antes de la fecha anunciada, según el repaso de la firma de análisis Pitchbook.
Resulta más doloroso si se pone en relación con el hecho de que tres de los mayores saltos a cotización protagonizados por empresas europeas este año se han producido en realidad en Estados Unidos. Especialmente significativo el del fabricante de chips ARM, patrimonio intelectual europeo en manos de Softbank, que ha elegido Nueva York.
¿Qué realidad de la relación entre el mercado de capital y el mundo de los innovadores de base científico-tecnológica en Europa está saliendo a la luz en estos tiempos de altos tipos de interés, restricciones de financiación, elevada inflación y turbulencias geopolíticas? Los emprendedores en nuestro país lo saben bien: los proyectos de riesgo vuelven a ser evaluados (lo siguen siendo, dirán algunos) con criterios de la economía tradicional.
Para George Chan, de Ernst & Young, en efecto, las IPO deben demostrar salud financiera y potencial de creación de valor. “Los inversores seguirán preocupándose más por los fundamentos, como un balance sólido, flujos de caja saludables y resiliencia en medio de condiciones económicas débiles, que por la rapidez con la que la empresa puede crecer y el nivel que podría alcanzar su valoración”, sentencia. Las cosas no parecen haber cambiado respecto a finales de 2022.
En Financial Times, el exdirector global de mercados de capital del Bank of America, Craig Coben, sostiene que el problema de Europa respecto a Estados Unidos es la menor profundidad de los mercados locales. “Los inversores en IPO europeas no quieren quedar atrapados en una acción si la liquidez se agota. No hay suficiente profundidad en los mercados de valores europeos para sostener las IPO de empresas valoradas entre 1.000 y 2.000 millones de euros”, afirma.
En esas condiciones, es normal que los analistas y los inversores usen la expresión, cercana al oxímoron, de “cautelosamente optimistas” para describir su estado de ánimo. Apostar por la innovación resulta hoy más complicado. En nuestro país, existe además el condicionante de los fondos europeos del Plan de Recuperación, Transformación y Resiliencia, dinero accesible con requisitos estrictos de cumplimiento, quién necesita riesgo.
Y no es sólo un problema de startups. El estado de desorientación en el que viven muchas empresas se hace visible en la complicada gestión del talento, que es algo directamente vinculado a la innovación. Acuciados por la exigencia de transformación digital y adopción de nuevas tecnologías, los directores financieros de algunas de nuestras grandes corporaciones, les ahorraré el trago de mencionarlas, están aprobando inversiones para poner en marcha proyectos que después no se pueden desplegar porque no hay personal disponible en el mercado para ello. Y ahí andan, buscando.
Cómo anticipar ese tipo de necesidades en un mundo tan cambiante. Bienvenidos al auge del Prompt Engineering (en algunos casos se traduce como ingeniería rápida), el arte de crear mensajes que indiquen de manera efectiva a ChatGPT para que genere el resultado deseado. Cuanto mejor se haga, más eficazmente se le podrán solicitar tareas como escribir correos electrónicos o informes, o incluso preparar presentaciones de PowerPoint. En tiempos de respuestas inteligentes, gana el que formula las mejores preguntas.
En definitiva, a la cuestión de cuál es la realidad en la relación entre inversores e innovadores que está poniendo de manifiesto esta sequía de IPO en Europa durante 2023, la contestación más probable es que no se trata de un hecho estrictamente económico, sino de raíz fundamentalmente cultural. “Creo que en este mercado global y con estos grandes desafíos por delante, es aún más importante pensar fuera del propio país o de los propios mercados”, es la propuesta de Linn Cecilie para resolverlo. Y probablemente vaya bien encaminada.