La crisis de 2008 supuso un boom de las ventas de libros de autoayuda y desarrollo personal, y desde entonces no ha parado de crecer. En 2019 suponía el 9% del negocio editorial en EEUU. La pandemia de 2020 generó una segunda onda expansiva de este boom (en España, la venta de estos libros se multiplicó por cinco, y en este último año ha crecido un 47%.), pero lo más destacado de ese momento histórico en el que el mundo se paró y las personas tuvieron que volver su mirada de puertas adentro fue la consolidación de las Apps y plataformas online de mindfulness y meditación.

Entre 2015 y 2021 se lanzaron más de 2,500 aplicaciones de meditación. De ellas, las 100 más importantes sumaron en 2021 un volumen de negocio de 1000 millones de dólares. Un estudio que estimaba el crecimiento inter anual de tres de ellas (Calm, Insight Timer y Meditopia) para noviembre de 2020 lo fijó en un 59%. Y se prevé un crecimiento del 34% entre 2022 y 2029.

Esto en lo que respecta sólo a la meditación, y al negocio online. Pero el mercado de la conciencia abarca muchos más soportes y contenidos, con un denominador común: la alta expansión.

El mercado de la conciencia se extiende desde el midfulness al yoga, desde todo lo que antes se consideraba esotérico (cuya etimología viene del griego eso, que es interior, una mirada hacia adentro) a las técnicas más avanzadas de entrenamiento mental, como la PNL (programación neurolingüística) o la psicología sistémica (que trabaja, por ejemplo, la constelación familiar). Incorpora tendencias y movimientos que comenzaron a germinar durante los años setenta, en lo que se conoció como la era de acuario (una supuesta nueva era en la que estamos entrando), que, en los ochenta, pasaron a conformar el new age. También, por supuesto, a los gurús, maestros, visionarios y videntes, cuyo poder viral y de captación ha sido bien reflejado en documentales y películas (como Wild Wild Country, sobre un «nuevo estado» que creó Osho en Oregon).

De modo que si adquirimos una visión global de este nuevo área de negocio nos encontramos con es un iceberg de dimensiones inusitadas, conformado por todo tipo de formatos (ensayos, literatura, revistas, audiovisuales, televisión, aplicaciones, escuelas, centros, programas, talleres, retiros y viajes, conferencias y convenciones, así como productos de todo tipo, incluso de alimentación) para contenidos relacionados con la conciencia, ya sea su estudio científico y filosófico, las prácticas de llevar la conciencia al cuerpo como el yoga, el Tai Chi o el Chi Kun, o todo aquello que trabaja la conciencia de uno mismo y del ecosistema, ya sean alternativas de salud y bienestar, coaching y mindfulness, autoayuda, espiritualidad y desarrollo personal.

¿De dónde viene este interés por la conciencia?

Allan Wallace, fundador del Instituto de la Conciencia de Santa Bárbara y del reciente Centro de Observación de la Conciencia, en el que se estudia científicamente el efecto neurológico de la meditación, explica que históricamente la cultura occidental ha estudiado qué es lo que se observa, mientras que la oriental ha centrado la mirada hacia qué es lo que observa.

Desde una perspectiva materialista, sólo se considera como real aquello que es observable (el mundo físico y material). Esto explica el desarrollo científico y tecnológico de la cultura occidental, pero también implica que no se ha atendido a lo que no es tangible o localizable, como la conciencia.

En los primeros siglos del materialismo se negaba la realidad de la conciencia, así como la del espíritu o el alma, pues no tenían un cuerpo físico que se pudiera diseccionar. Se consideraban elucubraciones mentales, sin fundamento científico. Sin embargo, a base de tanto estudiar la materia, la ciencia ha llegado a descubrir una realidad en la que se baraja cuando menos la hipótesis de que la conciencia sea algo real. La física cuántica se ha popularizado, llegando al lenguaje con expresiones de poco rigor científico como la energía o la onda de las personas, pero es el campo de la ciencia que más está creciendo. Físicos como Max Tegmark afirman que la conciencia es el campo de futuro de la ciencia.

Por otro lado, las filosofías orientales parten de una concepción sincrética de la realidad, en la cual todo parte de una conciencia única, que se proyecta en la realidad fenomenológica de la materia en tiempo-espacio.

Es la idea del Maya (ilusión) del hinduismo, que es lo que consideran que conforma lo que vivimos y percibimos, y de la sombra reflejada en la cueva de Platón (una de las metáforas que usaba para explicaba la naturaleza última de nuestra realidad), una idea que subyace a todas las filosofías de la antigüedad y que la película Matrix adapta, en clave distócica, a nuestros tiempos.

La ciencia, el pensamiento y el mercado apuntan en una misma dirección. ¿Vivimos, entonces, una nueva revolución?