Resulta llamativo lo poco que se ha tardado en arreglar el problema del agua en Doñana. ¿O puede que no se haya arreglado y simplemente haya dejado de ser relevante al haberse celebrado ya las elecciones municipales?
Afortunadamente tenemos nuevos comicios en el calendario, lo que aflora nuevos problemas y soluciones imaginativas por igual. Personalmente, muestro más interés por aquellos temas cuantificables económicamente. Es decir, me resulta más entretenido analizar el impacto de bajar el IVA del pescado fresco que dedicar tiempo a un “mejoraremos la paz social”.
Tomo el primer ejemplo como propuesta para el análisis: bajar el IVA del pescado fresco. Es un tema muy interesante, porque los que lo proponen indican que si se incrementa la ingesta de pescado (mejora en la alimentación) se podría reducir el gasto sanitario en enfermedades cardiovasculares. No dicen cuánto se reduciría ni en qué plazo, pero sí que el gasto anual para tratar este tipo de enfermedades asciende a 7.700 millones de euros. La cifra es impresionante comparada con la merma en la recaudación que produciría bajar el IVA al tipo súper reducido del 4% que sería de apenas 540 millones de euros. Además, a mi me encanta comer pescado.
Sin embargo, no puedo valorar si incrementar la ingesta de pescado permitirá reducir el gasto sanitario en enfermedades cardiovasculares un 7% –necesario para igualar el importe de la reducción de lo recaudado–, pero es evidente que, aunque así fuera, habría un desfase temporal entre la reducción de los ingresos por la bajada de la recaudación (inmediato) y el ahorro en gasto sanitario (medio plazo). Entonces, mientras no se logra este ahorro, ¿dónde nos ahorramos los 540 millones de euros anuales? ¿Dónde recortamos?
Estos días se están anunciando también diversas medidas de bajada de impuestos: unos proponen ayudas y rebajas fiscales de 9.000 millones en el trimestre, y otros centran las rebajas en el IRPF para las rentas medias y bajas. Supondrán menores ingresos y, por ende, menos dinero disponible para gasto público. ¿Dónde recortamos?
Y otros proponen reducir la jornada laboral sin tocar el salario. “Trabaje menos ganando lo mismo”. Buen eslogan. Primer afectado: el empresario. Si ganaba dinero, ganará menos. Si no ganaba dinero, incrementará sus pérdidas y cerrará. En cualquier caso, ¿menores ingresos de las empresas en que resultan? En menor recaudación. ¿Dónde recortamos?
Sí, sí, me pueden decir que con esta última medida el efecto será el contrario: la gente dispone del mismo dinero y más tiempo, lo que redundará en más gasto y más beneficio de las empresas. Error: el dinero es el mismo, no habrá más. Dada la reducida capacidad de ahorro del ciudadano, más tiempo no supone más gasto si no hay más dinero para gastar.
No seré yo quien no defienda las medidas de reducción de la carga impositiva. Pero creo que lo justo es anunciar cómo se va a lidiar con los menores ingresos que supone. El Estado del Bienestar tiene un coste elevado, y el irlo ampliando supone incrementar los gastos para “abrir la persiana” del país cada inicio de año: Mantener carreteras, pagar a funcionarios y pensionistas, mejorar los hospitales, hacer nuevos AVE… No es gratuito.
Tenemos un mal precedente con el tan manido “pacto de rentas” al que se invocó una y otra vez con el repunte de la inflación, sin el menor resultado. Creo que los políticos de distintos partidos no se sentaron ni una vez a la mesa para hablar sobre él y su posible implementación (que hubiera ayudado a controlar la inflación con un coste significativamente inferior al de todas las ayudas que ha habido que activar). Aún así, creo que sería el momento de proponer un pacto para definir el “estado del Bienestar” que queremos o que nos podemos permitir.
Se trataría de trazar unas líneas maestras de lo que sí y lo que no. Educación y Sanidad son, a mi entender, los pilares básicos. El resto, a estudiar en función del dinero del que se pueda disponer. No hay que olvidar la posible necesidad de incrementar el concepto de Renta Básica Universal, del que me declaro defensor, pues la aceleración en el desarrollo de la Inteligencia Artificial tendrá un impacto muy significativo en el empleo. Y no habrá que perder de vista que la creación de riqueza en un país depende, principalmente, de las empresas, a las que habrá que dar facilidades para desarrollar su actividad.
Si somos capaces de entender qué podemos esperar del Estado y cuál es el precio a pagar por ello, será más sencillo recuperar ciertas prácticas que parecen olvidadas: la importancia del ahorro en las familias, la necesidad de planificar adecuadamente la jubilación, etc.
Personalmente me siento algo aburrido de las campañas electorales, con sus propuestas llamativas, pero, en ocasiones, poco pragmáticas. Sigo pensando que es necesario un proyecto de país a medio plazo, no solo en términos de déficit, sino también de derechos y libertades. Cómo queremos ser, a quién tenemos de referencia y cuál es la hoja de ruta que proponemos para alcanzarlo. No sería un mal momento en esta campaña, algún día nos tocará hacerlo.