No he encontrado el nombre de Phoebe Philo (París, 1973) en el santoral. Y no lo entiendo. Porque he buscado bien: por la ‘p’, de persona obradora de milagros que consigue que la esperanza nunca se pierda y, por el contrario, se valga de una mayor paciencia. Como ha pasado con el último milagro en su historial, el recientemente anunciado en un comunicado emitido la semana pasada: la gran diseñadora vuelve al terreno de juego con su firma homónima, de la que llevaba hablándonos años pero no terminaba de materializar.

Que haga milagros Phoebe Philo –la creativa que revolucionó el armario en clave femenina del siglo XXI– no es noticia. A eso nos tiene acostumbrados desde sus primeros pasos profesionales en 1997; sin embargo, sí lo es que haya decidido volver a formar parte de ese pequeño, pero cotizado, puñado de directores creativos que convierten firmas en objetos de deseo. Sobre todo, tras pasar cinco años en la sombra de la industria. Cierto es que su estela creativa nunca se fue cuando sí decidió irse de su etapa laboral más reconocida, la que le convirtió en directora creativa de Céline –cuando la tilde significaba más que una tilde–, entre los años 2008 y 2018. Desde su retirada, las peticiones por su vuelta no han dejado de sucederse en ningún momento, porque no es fácil renunciar al genio de una de las mentes más prodigiosas para este oficio.

Ahora, un lustro después de ese ‘hasta luego’ vestido de ‘adiós’, la parisina de proyección británica retoma el timón del estilo que defendió y trabajó. Ni más ni menos que un vestuario minimalista, sin complicaciones y libre de exceso. O eso quiero creer, porque bajo mi punto de vista, que Phoebe Philo vuelva a la carrera creativa de la moda supone mucho más que la recuperación de un activo importante y deja entrever la descomunal necesidad de un lujo tal y como era antes. Un lujo más de calidad que de cantidad. Un lujo que pusiera en valor las piezas sencillas, casi de líneas arquitectónicas, sin estridencias y con un toque cool. La atemporalidad. Tal y como promovieron Coco Chanel, Christian Dior o Cristóbal Balenciaga en su momento.

Phoebe Philo es todo eso. Es legado. Y si echamos la vista atrás y volvemos a sus comienzos como aprendiz de Stella McCartney, o a su trabajo en la dirección creativa de Chloé, encontramos bastante de ese ‘chic internacional’ que defendió en cada una de sus colecciones. Y de esto ha debido darse cuenta uno de los dos conglomerados dedicados al lujo más significativo que capitanean esta barca, el grupo LVMH, al decidir incluir en su portfolio la firma homónima con la que se estrena Philo en solitario. ¡Y financiarla! Qué mejor muestra de fe en tu intelecto que un emporio empresarial dedicado a hacer grande lo que ya lo es.

Y es que si en algo es experta esta diseñadora formada en la prestigiosa Central Saint Martins es en hacer de la sencillez un recurso guay para dotar la elegancia de un estado superior, el de gracia. Un valor en desuso desde que algunas firmas de moda del panorama actual decidieron apostar por todo lo contrario para impactar en el consumidor.

¿Se iría por eso Philo, para dejar paso a una tendencia que reivindicaba su hueco pero de la que su sencillez no podía formar parte? Un debate que no puede discutirse sin la siguiente pregunta: ¿y ha supuesto la salida de Alessandro Michele de Gucci el fin de ese gusto pasajero por lo extravagante? Aunque más cerca de Philo que de Michele, pienso que una pregunta no puede responderse sin la otra. Para que algo nos guste tiene que haber algo que no lo haga, y viceversa. Si algo sencillo deja de saciar es porque existe el apetito de algo más llamativo; al igual que si lo segundo deja de llamar la atención es porque las miradas se han posado en la discreción. En esta rueda lleva moviéndose la industria textil desde que se tiene conocimiento del primer boceto.

Entre giro y giro, todo apunta a que la nueva estética a la que vamos a asistir es la que Philo lleva promoviendo décadas. Lo han demostrado algunas salidas, –como la de Michele, que nada más irse, la firma no perdió tiempo y presentó una reedición del modelo creado hace décadas, Jackie 1961, con una austera campaña–, también otras entradas –como la de Matthieu Blazy en una relajada Bottega Veneta–, algunos cambios –como el que hace unas semanas ha vuelto a experimentar Burberry con su logo, con vuelta a los orígenes incluida–, costumbres varias –como la tendencia actual de las nuevas generaciones por heredar armarios familiares–, la todavía no sustitución para Virgil Abloh en Louis Vuitton, la presunción del fin de la era sneakers y, por tanto, la inestabilidad laboral de Demna Gvasalia en Balenciaga, el disparo en ventas de los modelos más icónicos de bolsos por encima de las nuevas propuestas –como el gusto por invertir en un Birkin de Hermès, incalculablemente más caro que otras nuevas opciones–, o el volumen de ventas que están experimentando plataformas de segunda mano –como Vestiaire Collective, donde encontrar modelos originales de diseñadores desaparecidos despierta la misma emoción que recibir un pellizco económico–.

Y, por supuesto, con el lanzamiento de Phoebe Philo en septiembre de 2023 –a través de su web phoebephilo.com– queda demostrado en este foro que la intención de hacer de lo clásico una preferencia estética es más que una posibilidad. Es una estética en alza que lleva un tiempo cosechándose en los mentideros de la moda y que ahora, con este hilado de sucesos, cobra más sentido que nunca.

Estaba claro que si Philo volvía a ser la que nunca dejó de ser, lo haría con sus condiciones: hacer de lo viejo algo nuevo que se inspira en lo viejo para crear algo nuevo. LVMH le ha comprado la idea. Y nosotros le compraremos a LVMH todo lo que sea capaz de ofrecernos en estos términos. Así es como quedará definido el mercado de la moda de lujo en los próximos años, probablemente hasta que el sentido cíclico de este sector nos lleve a desear algo diferente.

Pero volviendo a mi búsqueda inicial en ese santoral en el que considero debería encontrarse esta mujer de sobriedad francesa y modernidad británica, entre las viejas glorias y las nuevas oportunidades no vislumbro su apodo, Santa Philo. Será que no habré dado con la guía de inmortalidad correcta. O mejor. Será que alguien como Philo no necesita de la divina providencia para merecer una veneración, sino de la mortalidad bien aprovechada. Y conseguir en una única vida que el clímax de la sofisticación sea una prenda con siglos de valía estética. Lo que yo decía, un milagro.