Los regatistas saben que tendrán que trabajar más para avanzar con el viento en contra que para aprovecharlo cuando va a favor. También los ciclistas sufren más en las subidas que dejándose llevar sin apenas pedalear en algunas bajadas. Los economistas aceptamos que los ciclos afectan de distinta manera a los agentes económicos: algunos se ven beneficiados en determinadas condiciones, mientras que en otros momentos se pueden ver perjudicados. Esto pasa con los tipos de interés, mientras que la gran mayoría de sectores se benefician de unos tipos bajos, a la banca le sucede lo contrario, puede obtener mayores resultados con unos tipos más elevados. Lo que no es justo es pensar que la banca gana con la crisis. Eso no.

La banca ha publicado unos beneficios record. Han superado los 20.000 millones de euros, lo cual me deja algo frío si no se contextualiza esa magnitud. Por ejemplo, podemos tomar como base la capitalización bursátil del sistema (una aproximación, pues no todos los bancos cotizan) y estaríamos hablando de poco más del 10% de rentabilidad. Que no está mal, no se me malentienda, pero ha habido meses en que la inflación estaba por encima y ni con estos rendimientos mantendríamos intacta nuestra riqueza.

En la crisis financiera del 2008 la debilidad de algunas Cajas de Ahorro tuvo un alto impacto en la economía. De hecho, el Estado intervino para evitar un impacto mayor y que los depositantes de las Cajas perdieran sus ahorros. Si bien el mecanismo de actuación utilizado ha sido criticado, el objetivo que se perseguía, un sector financiero solvente y vigoroso como herramienta fundamental para soportar el crecimiento de la economía de un país no es cuestionado por nadie. Y ahora que parece que estamos lográndolo, ¿nos llevamos las manos a la cabeza? Creo que se está atacando innecesariamente a un sector que emplea a unos 180.000 trabajadores en España.

Como muy bien explicaba Dña. Ana Botín en la presentación de resultados del Santander, los beneficios bancarios suponen grandes ventajas para la economía. Veamos: los accionistas se ven recompensados con una mayor retribución por dividendos; el banco refuerza su capital y es por tanto más sólido y seguro; al tener mayor capital tiene más capacidad para dar crédito (a los bancos se les exige una cantidad de capital por cada euro de crédito que se genere, por lo que más capital supone una mayor capacidad de dar crédito); adicionalmente un banco rentable tiene más capacidad de acudir a los mercados a financiarse, lo que de nuevo redunda en mayor capacidad de dar crédito; y finalmente, si hay más crédito a nivel agregado, el precio del mismo tenderá a bajar -el precio es el tipo de interés que nos cobran por los préstamos-, beneficiando a empresas y familias que deban endeudarse. Todo son ventajas.

Desde el punto de vista del Estado, a mayor resultado mayores ingresos en forma de impuestos (con impuesto especial a la banca o sin él). No olvidemos tampoco que los bancos son uno de los grandes compradores del endeudamiento de Estado, por lo que no convendría ni menospreciarles ni desearles que las cosas fueran peor. ¿O es que acaso creemos que la Deuda Pública española que financia el cada vez más elevado déficit se colocaría sin una banca fuerte? Yo no.

Conviene recordar que el peso del sector financiero en el PIB de España se sitúa entre el cuatro y el cinco por ciento. Es difícil que el PIB crezca con el lastre de un sistema financiero penalizado y vilipendiado por algunos dirigentes. Y sabemos que internacionalmente, un PIB en crecimiento significa mayor confianza en el país y sus gestores a la vez que un menor coste para la deuda. Insisto, todo son ventajas.

Y, por último, no pensemos que esos beneficios van a parar a la piscina del tío Gilito. La concentración de los accionistas de un banco es muy pequeña. Hay millones de accionistas que tienen sus ahorrillos en unas acciones de estos bancos. Tan solo el Santander supera los 4 millones de accionistas. Y los que no se ven beneficiados de forma directa, podría ser que su plan de pensiones sí se beneficie.

Siempre debemos alegrarnos de que las cosas vayan bien. Una economía fuerte, con un sistema financiero solvente, con un estado del bienestar eficiente, con unas instituciones fuertes y creíbles, y con un sistema educativo adaptado a las necesidades actuales de la sociedad permitirán a los ciudadanos crecer en todos los sentidos. El conflicto siempre genera dolor y, en muchas ocasiones, miseria.