Cuando llegan tiempos gélidos y el acceso a los recursos naturales se complica, sorprende pensar en la enorme cantidad de calor que estamos desperdiciando. Y en la innovación pendiente de realizar todavía ahí. Se diría que el calor lleva una eternidad haciendo méritos para convertirse en una commodity más.
Uno de los trabajos de recopilación de tecnologías más citados lo firma el profesor de la Brunel University de Londres Hussam Jouhara, y en él se puede leer, por ejemplo, que la industria alimentaria representa alrededor del 26% del consumo total de energía de la UE y, dependiendo del proceso, su desperdicio de energía está entre el 10% y el 45%.
En las operaciones de chamuscado de cerdos, la mayor parte del calor se libera a la atmósfera, dice, un gas de hasta 800 °C que, con equipos de recuperación de calor residual, puede aprovecharse para producir agua caliente. Y lo mismo sucede con el calor sobrante en los procesos de pasteurización y enfriamiento de la leche y los huevos: con intercambiadores de calor, se puede reutilizar para precalentar esos mismos productos. Hay una gran variedad tecnologías fascinantes ya en aplicación en otras industrias como la siderúrgica, el cemento o la cerámica.
No deja de ser comprensible que uno de los sectores tecnológicos que se está mostrando más activo en la innovación para redistribuir el calor sea el de los data centers, que tanta energía necesitan para enfriarse. Acaba de presentarse en la ciudad neerlandesa de Groningen un proyecto de edge heating que causó sensación en la última edición del CloudFest.
QTS Data Centers, un proveedor de centros de datos con presencia en EEUU y Europa, destinará su calor residual a un proyecto de calefacción urbana sostenible a gran escala en colaboración con WarmteStad, proveedor de servicios públicos sostenibles. En 2026, se espera que más de 10.000 hogares, empresas e instituciones educativas en los distritos del norte de Groningen puedan calentarse con agua sin una línea de gas natural.
Más controvertida es la propuesta de la empresa de Denver (EEUU) Crusoe Energy, que opera centros de datos modulares móviles que capturan la energía desperdiciada en las operaciones rutinarias de quema de gas y la utiliza, entre otras cosas, para minar criptomonedas. Oman Investment Authority ha participado en su última ronda de financiación, que asciende a 350 millones de dólares. Y Crusoe Energy abrirá una sede en Muscat, la capital de Omán, desde la que minará criptomonedas como Bitcoin, utilizando el excedente de gas como combustible.
La zona de Oriente Medio y el Norte de África concentra el 38% de la quema mundial del gas natural residual, se trata de que no siga desperdiciándose esa energía sin más. Pero los detractores del proyecto critican que no reduce las emisiones de CO2, sino sólo su destino económico.
La carrera por ‘domar’ el calor está propiciando una de las pugnas científicas más apasionantes de la historia. El Lawrence Livermore National Laboratory (LLNL) asombraba al mundo hace poco anunciando que había sido capaz de generar una fusión nuclear controlada concentrando 192 láseres de gran potencia en un solo punto.
En paralelo, la empresa de inteligencia artificial Deepmind trabaja de la mano de la Escuela Politécnica Federal de Lausana (EPFL) en una tecnología para controlar el plasma de hidrógeno a temperaturas superiores a las del corazón del sol usando imanes, una vía diferente para llegar a la fusión nuclear. Gracias a la inteligencia artificial, los imanes interactúan con ese plasma 10.000 veces por segundo. Han sido capaces ya de estabilizarlo y están cerca de realizar la fusión nuclear de una manera más eficiente. Los del LLNL simplemente se les han adelantado, de momento.
“Estamos obsesionados con la gestión del calor”, me dice Ezequiel Navarro, CEO de Premo Group, una de nuestras empresas más inquietas e innovadoras, con más de 150 patentes internacionales. Está presente en el 70% de los proyectos de coche eléctrico del mundo y, en ese ámbito, el asunto de controlar el calentamiento de componentes es ahora mismo crucial.
De ahí las expectativas que despierta la fotónica integrada, porque transmitir información con fotones por fibra óptica genera menos calor (e interferencias entre dispositivos) que hacerlo con electrones por cables de cobre. La innovación se dirige hacia componentes cada vez más compactos y de alta densidad, pero que se calienten poco, “capaces de trabajar con 11-22 kWh en un tamaño de medio folio”, dice Ezequiel.
Aparecerán nuevas tecnologías de semiconductores y nuevos materiales, plásticos dotados de nanocargas específicas con funcionalidad. Surgirán también nuevas soluciones de refrigeración líquida, nanoencapsulando materiales con cambio de fase (Phase Change Material-PCM)… la economía electrificada que viene tiene que ser capaz de multiplicar la densidad de potencia.
Hay mucha innovación pendiente, en fin, para ‘domar’ el calor. Los desafíos geoestratégicos por delante, y la dificultad para acceder a determinadas materias primas, no hacen sino excitar la tensión investigadora. En última instancia, para tener éxito, lo más importante que debemos calentarnos es la cabeza.