Qatar es un país de Oriente Medio que alcanzó su independencia en el año 1971, tras largos años de permanencia como protectorado de Gran Bretaña, de la cual heredó sus políticas de migración y la organización geográfica que tiene actualmente. Un país señalado por su distancia temporal respecto Occidente, a pesar de haber adaptado y alterado sus costumbres a una velocidad infinitamente superior a la de los cambios que tuvieron lugar en Europa en el siglo XIX. 

Desconocido para la gran mayoría, Qatar, al igual que sus países vecinos, abolió la esclavitud en 1952, mientras que en Europa nos remontamos al XVII y XIX. En Francia, la esclavitud se abolió en las colonias en 1794, aunque Napoleón reintrodujo esta práctica nuevamente en 1802, para ser finalmente abolida en 1848. En Inglaterra, en 1834. España fue el último país en hacerlo en Europa, en 1821 en la península y en 1880 en las colonias.

A pesar de que en Qatar las prácticas y formas relacionadas con la esclavitud fueron abandonadas en 1952 y han sido perseguidas desde entonces, los preparativos de la Copa del Mundial han llamado la atención de la comunidad internacional sobre el modelo laboral y otros aspectos culturales, y han levantado la alerta sobre la posibilidad de una nueva forma de “esclavitud moderna”.

En un país donde el qatarí cuenta con una posición privilegiada, la ingente demanda de inmigrantes como mano de obra barata para la construcción y el desarrollo acelerado del país en el siglo XX dieron lugar a un sistema de patrocinio o “esponsorización” conocido como sistema kafala. En él, el Estado responsabilizaba a los ciudadanos y empleadores nacionales de la contratación y la gestión los trabajadores inmigrantes; y se otorga a los patrocinadores un control total sobre los salarios de los inmigrantes, limitando su capacidad para buscar un nuevo empleo en el país e incluso salir de él libremente. Todo ello con una escasa protección e intervención del Estado.

En la kafala, el patrocinador se responsabiliza del traslado desde el país de origen de ida y de regreso cuando acabe su contrato, del alojamiento, acceso a hospitales y sanidad, del transporte, la manutención y su salario. Lamentablemente en la mayoría de los casos, las opciones en Qatar son infinitamente mejores que las que pueden alcanzar en países como Bangladesh, Nepal, Sri Lanka o India, de los que provienen muchos de los trabajadores.

Los recursos económicos y su influencia en los despachos no ha sido la única causa de designación como sede de la Copa del Mundo. La imagen de un pequeño país activo en la cooperación, que disfrutaba de relaciones cordiales y de confianza que salvaban las distancias regionales y mundiales (y en muchos casos actuaba como intermediario entre rivales enfrentados), reforzaba el atractivo de Qatar como sede.

La economía del gas qatarí proporcionó los fondos necesarios al país para salir del anonimato y ser relevante en Oriente Medio. El gobierno qatarí, lejos de recurrir a la compra de armamento a los principales países, optó por invertir ingentes sumas en desarrollo, con especial atención a proyectos culturales de prestigio, como arte, construcción de museos, campus universitarios extranjeros; y alcanzó la reputación de apertura e independencia política y de comunicación, creando la cadena independiente de televisión Al Jazeera, que incluía críticas y a la política estadounidense en Oriente Medio y a los gobiernos árabes autoritarios.

Qatar ha sido odiado y envidiado por su política exterior de imparcialidad y por ser capaz de establecer relaciones entre gobiernos laicos y grupos islamistas de oposición como los Hermanos Musulmanes o con países que requirieron un equilibrio entre rivales antagónicos regionales como Arabia Saudí e Irán.

También desempeñó un papel fundamental en Libia, durante la rebelión contra el régimen de Muamar el Gadafi, facilitando activos militares y fondos a los rebeldes e imponiendo una zona de exclusión aérea junto a OTAN. En Siria, Qatar intermedió por un acuerdo de paz entre el régimen de Bashar al-Assad y la oposición. En Egipto, durante la Primavera Árabe, Qatar apoyó a los Hermanos Musulmanes, del gobierno de Mohamed Morsi.

En 2013, el que fuera emir de Qatar, Hamad Al Thani sorprende abdicando en favor de su hijo de 33 años, el jeque Tamim, alegando la necesidad de dejar paso a una nueva generación de dirigentes qataríes. El traspaso de poder se consideró inusual en la región árabe del Golfo, donde los gobernantes suelen ocupan cargos vitalicios, cediendo el poder al hijo mejor preparado —no al primogénito— que a diferencia de Arabia Saudí solía ser una sucesión transversal, al hermano.

Por su actividad internacional y su relevancia política, el mundo árabe alejado de occidente, esperaba que la FIFA convirtiera a Qatar en el primer país árabe organizador del torneo aproximando culturas.

Un país señalado por recurrir a “lobbies” internacionales en su política exterior no lo hace distinto que otros países o multinacionales que recurren de igual forma a lobbies para influenciar en reglamentos y directivas. Desde la simple aceleración de la reciprocidad a la hora de no exigir visados para ciudadanos qatarís en Europa y viceversa, a la compleja revisión de la legislación del espacio aéreo, en una situación en la que Europa necesita reemplazar a Rusia por Qatar como proveedor de gas hace que las negociaciones con Qatar no sean ni blanco ni negro.

Qatar tiene una larga tradición, experiencia y éxito en la creación de grupos de presión al servicio de sus intereses. Adoptó este método con éxito tras el bloqueo al que le sometieron sus países vecinos en 2017. En Estados Unidos, el lobby qatarí difería del resto en cuanto a la creación de una red de miembros del Congreso que compartían objetivos legislativos comunes en relación con Qatar, y en donde se unían representantes republicanos y demócratas.

Pero Qatar no solo despliega sus lobbies en el campo político. De igual forma lo hace con éxito en el campo cultural. La educación es una ventana en Estados Unidos para establecer vínculos con los medios de comunicación y la forma de desarrollo fue crear la Ciudad de la Educación junto a un grupo de universidades estadounidenses.

Con todas estas variables, resulta difícil de comprender y respetar desde occidente a un país como Qatar que vive entre la tradición y la modernidad.

Luis Gasset es exvicepresidente de Qatar Airways, exCEO de Bulgari Middle East, y director general de Ansorena.