Los dos mundiales que más recuerdo son el de 2010, por motivos evidentes, y el de 2022, por algo tan obvio como que terminó ayer. En este periodo de doce horas que va desde que envíe este texto hasta que se publique, los análisis de lo sucedido habrán abordado todos los ángulos: el Messi más argentino, la mágica culminación de una carrera, el heredero Mbappé y su exhibición, Maradona en el cielo iluminando a Leo… Uno que echo en falta, aunque seguro que habrá buena literatura que desconozco, es uno que recalque cómo las derrotas pueden espolear algo mejor, cómo los fracasos deben ser un acicate para mejorar inmediatamente.

Recuerdo el chasco del arranque del Mundial de Sudáfrica para España. La Selección, ya en manos de Vicente del Bosque, venía de ganar la Eurocopa de 2008, pero se estrellaba en su primer partido contra Suiza, alentando rápido a los cuñados de barra de bar. Lo que sucedió después es historia del deporte español y no hace falta ni contarlo. Doce años más tarde, a la postre (seguro que de dulce de leche) campeona del mundo, Argentina, iniciaba su periplo mundialista con una dolorosa derrota contra Arabia Saudí. Seis partidos después, la albiceleste levantaba la Copa del Mundo tras una antológica final contra Francia.

Ambos casos ponen de manifiesto la importancia que tiene a veces pegarse un tortazo, si hay voluntad de aprender de él. En los equipos, tanto de fútbol como profesionales, las derrotas y los fracasos traen siempre aprendizajes que nos pueden llevar a algo mejor. Los vestuarios de España y Argentina se fortalecieron tras el temprano batacazo; de repente, no pudieron sestear en los partidos de la fase de grupos y empezaron a competir antes que el resto, lo que los hizo madurar y saber afrontar situaciones estresantes, como la famosa prórroga de España contra Holanda en 2010 o los penaltis del memorable partido de ayer. Hay veces que una derrota puede ser la mejor de las armas.

No siempre que alguien pierde le da la vuelta; de hecho, no pretendo poetizar los fracasos. Sólo quiero remarcar que, cuando un equipo de trabajo tiene la suficiente capacidad y madurez para extraer conclusiones y aprendizajes de lo que se ha hecho mal, tiene menos posibilidades de errar en el futuro. Al perder existe la tentación de caer en el vicio de la queja; si, por el contrario, sirve para que todos reflexionen y encuentren las claves para resolver el entuerto, siempre se sale más fuerte. Y, si ya tienes a Messi en el equipo, pues ni te cuento.

¡Enhorabuena a todos los argentinos!

Feliz lunes y que tengáis una gran semana.