Opinión Enrique Tellado

La inflación de Putin

La inflación es un grave problema social. Especialmente en aquellos estratos con menor capacidad económica.
Autónomos. Foto: Michal Jarmoluk/Pixabay
Foto: Michal Jarmoluk/Pixabay

Escucho con preocupación que se confirma el dato adelantado de inflación de junio, esto es, una subida interanual de los precios del 10,8%. Además nos indican que, de no haber sido por la eficaz acción del Gobierno, la inflación habría sido tres puntos y medio superior: ¡casi del 15%! Espero con ansiedad que le añadan el apellido “de Putin” a la inflación.

El “de Putin” es algo así como el comodín en los concursos, sirve para todo y todo lo explica. Creo que poco a poco se irá popularizando: del encarecimiento del gas de Putin, la subida del cereal de Putin, la inflación de Putin que son mantras que con tesón y persistencia ganan adeptos… a la sequía de Putin, el paro de Putin, los incendios de Putin o el cambio climático de Putin, que son conceptos que pueden llegar a calar en la sociedad con el respaldo de un buen equipo de comunicación y de una pléyade de ministros repitiendo día a día las mismas consignas.

Con la estrategia de repetición se nos intenta convencer de que, gracias al eficaz paquete de medidas propuesto por el Gobierno, la inflación no ha sido del 14,5%. ¿Pero es que acaso tomar medidas para atajar la inflación desatada no es la obligación de un gobierno? ¿No es eso gobernar? Últimamente los gobiernos son una especie de red social en sí mismos: se dedican a publicar un montón de historias intentando enseñar su lado bueno, normalmente aplicando filtros que distorsionan la realidad. No es tan importante, sin embargo, la comparación con nuestros pares.

Y es que si asumiéramos eso del 14 y medio por ciento de inflación (o incluso si nos quedamos con el 11, que es lo que hay que hacer) habría que entender por qué la inflación en España es prácticamente el doble que en Francia, Italia o Alemania, por poner ejemplos cercanos y que debieran servir de referencia. Más aún cuándo Alemania tiene mucha mayor dependencia del gas de Putin. Si preguntamos al respecto, la respuesta será que estamos levemente por encima de la media de la Unión Europea. Pero esa media viene muy influenciada por los países vecinos de Putin (permítaseme la sobreutilización malintencionada del apellido “de Putin”) Polonia, Chequia, Lituania o Estonia, los dos últimos con tasas de inflación superiores al 20%. No cuela.

Lo cierto es que hemos pasado casi ocho años con tipos de interés negativos, intentando mantener activa la economía tras los azotes iniciales de la deuda subprime y la crisis financiera, y con la pandemia del Covid-19 como último elemento de dificultad económica. Tanto dinero durante tanto tiempo ha generado comportamientos y prácticas que producen desequilibrios. En vez de aprovechar estos años para corregir errores estructurales, hemos aprovechado para gastar más. Hemos actuado con políticas costosas y vistosas, pero poco eficaces a largo plazo. Fuegos de artificio para atrapar votantes. No aprendemos y ahora nos toca pagar, muy caros, nuestros errores.

La inflación es un grave problema social. Especialmente en aquellos estratos con menor capacidad económica. Supongamos una familia que cuenta con un presupuesto mensual para hacer la compra de, digamos, 300 euros. Si hace un año era capaz de comprar con 270 y ahorrar 30, ahora se lo gastará todo. Y peor cuanto menos ahorro, pues no le llegará. Subir los salarios, como dicen algunos, no soluciona el problema a medio plazo.

Lo que a priori podría parecer beneficioso para el Estado (mayor recaudación por IVA, mejora de las ratios de deuda sobre PIB) es un espejismo cortoplacista por la más que probable ralentización económica y las mayores dificultades (y precio) que se producirán para financiar el déficit.

En resumen, que nos hemos metido en un buen lío y no ha sido Putin el causante. Hemos sido nosotros solitos sin saber sacar ventaja de la época del dinero barato para corregir desequilibrios que nos persiguen desde hace tiempo. Quizás si estos se hubiesen corregido a tiempo, el impacto de la locura de Putin sería menor y nos permitiría afrontar la guerra contra Ucrania con una posición más sólida y menos dubitativa.

Nos podemos consolar diciendo que gracias a las medidas en favor de Ucrania hemos logrado que la guerra produzca tres veces y media menos muertos. Esa parece la línea de comunicación en estos tiempos felices. Pero estoy seguro de que ustedes sabrán distinguir el ruido de la buena música. Que no nos traten como a idiotas.

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